lunes, 4 de septiembre de 2017

Relativizando el placer sexual

En un artículo interesante de Aleteia titulado “Deseo sexual: ¿cuándo es ordenado y cuándo desordenado?” se trata un tema muy interesante para cualquier católico casado, pero delicado porque vincula el placer sexual con la santidad y lo fundamenta en Adán y Eva.

Sin embargo hay que recordar que la unión sexual es "un camino de crecimiento" y nunca un fin en sí mismo. El placer es funcional para la unión y la fecundidad, pero nunca debe de ser el principal objetivo. Es normal querer buscar estar a gusto en la relación sexual, pero obsesionarse con ella, o hacerla central para la espiritualidad cristiana, es un grave error entre muchos cristianos.

Es falso es decir que Adán, al ver a Eva, "sintió deseo sexual por ella". No viene en ninguna parte. Lo que no tenían era vergüenza, pero no se dice nada al respecto de la excitación. De hecho si se estudia este aspecto con más profundidad lo que destaca de la frase de Adán «¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será “mujer”, porque ha salido del varón» (Gn 2,23) no es excitación por lo físico, sino contemplación al ver una imagen de Dios en la que pueda haber donación de amor (entrega personal) según una misma naturaleza (algo que no se puede dar con un animal porque no es persona). Adán se relacionaba con Dios de forma transparente y perfecta, pero en las relaciones de orden animal no encontraba un amor donal. Al ver a Eva encuentra el modo de encarnar su amor, pero no estaba pensando en relaciones sexuales, sino en un tipo de relación humana ajustada a su naturaleza.

De hecho, el deseo sexual, tal como lo conocemos, es más propio de después del pecado y de cómo sería antes no tenemos idea alguna y podría perfectamente no haber relaciones puesto que los cuerpos eran totalmente diferentes y vestidos de luz (algo más parecido al cuerpo glorioso que al cuerpo que conocemos ahora). No hay ninguna manzana en el Génesis y ésta no tiene nada que ver con la tentación. Los frutos de los árboles del paraíso representan los dones de Dios (todos buenos) y el que no debían de tomar Adán y Eva no era por ser prohibido eternamente, sino hasta que Dios lo hubiera querido dar, pues malo no podía ser. Nunca dice Dios que de ese árbol no tomarían, sino que de que ello no debían de tomar, que es muy distinto. El pecado consistió sobre todo en tomarlo a voluntad, sin confianza en la espera de los tiempos de Dios y sus designios. Fue una prueba de confianza cuyo fallo desencadenó una ruptura que afectó a toda la humanidad y que modificó no sólo la concupiscencia, sino toda la naturaleza humana (cuerpo y alma), oscureciéndonos la visión del rostro de Dios y su presencia a su Creador hasta la llegada de Cristo y María, los nuevos Adán y Eva. Y aún queda por restaurar todas las cosas definitivamente, algo que se dará tras el final de los tiempos en la nueva Jerusalén que “descenderá del cielo” para ser “morada de Dios entre los hombres” (Ap 21,2-3).

La única forma de vivir el matrimonio bien, sobre todo en la dimensión de la unión sexual, es trabajar cada día en morir a nosotros mismos en pro del cónyuge primero y de los hijos después.[1] Sólo uno que se olvida de sí mismo y carga con esa tremenda cruz de dejar la búsqueda de su satisfacción, sus gustos, sus pasatiempos, hobbies, comodidades y gustos, puede atreverse a seguir seriamente a Cristo en el sacramento de la esponsalidad del matrimonio. Ese camino es camino de santificación, martirio diario y entrega total. Entonces sí que los actos sexuales serán signos sacramentales de la presencia de Dios y de su inhabitación trinitaria en los esposos como una sola carne, pero no por buscar el placer a primeras como bueno.

Buscar esta ascética trinitaria propia del sacramento matrimonial no tiene nada que ver con buscar la forma de cuadrar nuestro deseo de sexo y placer. Así que el placer no es malo, pero es muy fácil tratar de darle vueltas para ponerlo en el centro de la espiritualidad, por eso el árbol de los frutos prohibidos estaba en el centro del jardín (Gn 3,3), pues en el centro sólo debe de estar Dios.

Paz y bien

- - -  PD.

Un gran amigo sacerdote y muy bien formado me ha preguntado que "por qué hay que decir que Adán no sintió atracción sexual por Eva si lo que dice el Génesis es que estaban desnudos, pero no se avergonzaban el uno del otro", diciendo que "es verdad que quizá no es la expresión más feliz, pero tampoco se puede negar rotundamente. Puede afirmarse que Adán experimentó la atracción por su semejante, las fascinación ante la belleza de la mujer, pero no la deseó como objeto sexual o fuente de placer".

Espero que mi respuesta pueda ayudar a matizar un poco más mi enfoque:

"Porque al ver por primera vez a una persona que encarnara la imagen trinitaria y con quien pudiera relacionarse al mismo nivel natural (de naturaleza) y decir que el primer entusiasmo fue por excitación sexual es en mi opinión enfocar el asunto desde nuestro modo de entender la sexualidad ahora, no desde una antropología perfecta original y pensada por Dios. Tampoco la desnudez hace referencia a una desnudez de ropa, pero así se entiende. Si Dios ha vestido con tanta elegancia a la naturaleza animal y vegetal, ¿no daría mayor vestimenta a su obra maestra que era semejante a la Trinidad? Claro que sí. Pero la vestimenta de Adán y Eva existía y seguramente sería de luz y esplendor proporcionada a su belleza. Por el pecado se perdió mucho más que el orden del apetito sensitivo. Esa exaltación (y lo enseña Juan Pablo II si se lee bien) hace referencia al ver Adán un semejante, no a una "tía buena" (y esto lo he escuchado en homilías).

Fascinación ante una belleza dada por el atractivo varón-mujer y no sólo por una que hubiese podido darse con otro varón (en calidad de "otra persona" sin la distinción propia de varón-mujer), la habría seguramente, pero es un concepto que está tremendamente mal entendido. Estoy seguro de que si viera en persona a la Virgen María la vería igualmente bella, pero no se me ocurriría atribuirlo a sus rasgos sensuales, que es lo que se atribuye a ese pasaje del Génesis"







[1] Cfr: https://diegocazzola.blogspot.com.es/2017/08/la-santidad-en-el-matrimonio-y-la-familia.html

viernes, 1 de septiembre de 2017

Sexo y sexualidad. Dos conceptos que no debemos de confundir.

El siguiente artículo[1] aunque se escriba desde un enfoque puramente cognitivo-conductual (la lacra de la psicología católica hoy en día) es interesante, pero la reflexión y los matices que os propongo a partir de éste creo que pueden iluminar algo que sigue oscurecido.

Me gustaría empezar por matizar que el concepto que utiliza de sexualidad no es el concepto integral católico. La sexualidad correctamente entendida, es el modo de manifestarse como varón o mujer y que envuelve a toda la persona, no sólo la dimensión erótico-afectiva (y menos aún en su reducida dimensión corporal). La sexualidad, así entendida, no es una mera “parte” de nuestra vida ya que en la persona humana, al ser corporal, todo se expresa de forma sexualizada. La sexualidad interviene siempre: cuando pensamos, abrazamos, damos un apretón de manos, cuando observamos a alguien, nos vestimos, escuchamos a un amigo, etc. Todo lo hacemos como varón o como mujer (aunque ahora esté de moda abandonar la línea divisoria y remezclarlo todo).
Evidentemente el problema no es de Elena, que ha escrito unas magníficas reflexiones sobre las influencias de la alteración psíquica ordinaria (ansiedad y estrés) en la relación sexual, sino en que no existe aún vocabulario que distinga todos estos conceptos adecuadamente.

En este sentido Elena no está hablando de la sexualidad, sino de la influencia de la ansiedad y el estrés en el acto sexual más íntimo (que deberíamos poder llamar conyugal). Por eso se centra en las alteraciones del deseo sexual, la excitación y el orgasmo. Pero hay que entender que correctamente la sexualidad es la dimensión más propia del ser humano, no sólo una conducta limitada a la relación intima del placer.

Finalmente me gustaría aportar una idea.

Muchos de los problemas sexuales de hoy en día se deben a que el acto sexual está cada vez más desvinculado del amor a la persona con el que se comparte y a una expresión de donación total mutua de los implicados. Al no ser la donación esponsal y personal el centro, la atención se enfoca más en el éxito de la conducta: conseguir más placer, ejecutar bien el acto sexual, la satisfacción sensible del momento, dar la talla, etc. Esto incrementa los problemas porque si importara más el amor, no adquiriría tanta relevancia el placer físico o el dar la talla. En las relaciones sexuales matrimoniales a veces se llega a un orgasmo mejor, otra no tanto; a veces se llega juntos, muchas otras veces no; a veces hay mayor frecuencia en el acto sexual, otras menos, pero siempre hay la tranquilidad de saberse amado por el otro por quienes somos, no por el desempeño sexual en la cama. Por eso, un matrimonio bien vivido facilita el descanso sexual que elimina la vergüenza, el miedo, los complejos y mucho más.

El único fallo por lo tanto que le encuentro al enfoque del artículo, es en el consejo final.

Si se sufre de problemas sexuales, lo primero que hay que ver es si se están viviendo de forma ordenada. Es preciso revisar con sinceridad si el corazón está puesto en el acto sexual o en la persona, si la donación es plena (posible sólo en un acto matrimonial basado en una amor fiel, total, voluntario, fecundo, sincero y libre) o si se ha transformado (como ocurre a menudo hoy en día) en un instrumento de placer mutuo o individual (ambos están mal).

Y la guinda del pastel es recordar lo siguiente: todo acto sexual recuerda un deseo de ser amado y aceptado incondicionalmente. Al ser corporales y al ser lo sensitivo tan presente, la excitación sexual llama mucho la atención, pero centrarse en ella sin darse cuenta del alcance de su origen y de su fin (que es trascendental), sólo acrecienta ese deseo generándose en nuestro interior un vacío cada vez mayor que deteriora todo nuestro estado psicológico, espiritual y, por lo tanto, social.

Así que si tienes problemas con tu mujer, habla con ella, no con un profesional, trata de amarla de verdad, estar en paz con Dios y la ley moral y verás como todo empezará a enderezarse y puede que encuentres no sólo el placer, sino la paz interior.

Paz y bien.





[1]  Del blog de La Consulta Doctor Carlos Chiclana escrito por #DraElenaSerrano. "Ansiedad y sexualidad" http://abcblogs.abc.es/sexo-salud/2017/08/31/ansiedad-y-sexualidad-conversan/#.WafTeoS2GuI.facebook

domingo, 27 de agosto de 2017

¿Está bien querer ser sexy?

En pocos días de playa en Benidorm y ya estaba cansado de buscar algún lugar donde mirar en el que no haya pechos al aire o biquinis con más de 3 cm de superficie. Parece que las mujeres ya no quieran ser sexys para conquistar o llamar la atención, sino que ahora sea un estándar de vestirse.
Observo que la mayoría de las mujeres tratan de vestir tratando de excitar a los hombres. Y no sólo las jóvenes, sino las más mayores y las niñas también. Los “pantalones” demasiado cortos, los sujetadores a la vista, los biquinis que parecen sujetadores o con transparencias que dejan poco a la sugerencia.

Me he preguntado si está bien tratar de estar así de sexy en general y comparto mi reflexión que a algunos puede parecer exagerada, pero que creo que es muy razonable y que el mundo está oscureciendo esta claridad y la hace opaca a la pureza que es propia del cristiano.

Cada vez veo más claramente que ser sexy no tiene nada que ver con estar guapas, sino con provocar al hombre para que en su excitación, mayor o menor, considere especial a la mujer. No tiene nada que ver con la belleza, sino que es un modo de atraer la atención sobre determinadas partes del cuerpo que deben de estar reservadas a excitar a quien se le haya prometido ese cuerpo y con quien esa unión sea legítima. Exhibir el cuerpo indiscriminadamente es demostrar que nuestra dignidad (que es algo que radica en el interior) está a la venta a cambio de elogios dirigidos sólo a un cuerpo. Impide entender la unicidad de uno mismo y no deja que la intimidad tenga su lugar propio de expresión, que, como ocurre con la intimidad interior, tiene su propia parcela que no es de dominio público.

Desde siempre el mundo ha impuesto un modo de entender la intimidad, la belleza, la fidelidad, y muchos más valores, despersonalizados y reducidos. Sin embargo, a partir del siglo pasado lo hace de una forma más aguda e impositiva despreciando el hecho de que el cuerpo manifiesta lo valioso de nuestro interior y que lo que hacemos con él declara lo que hacemos con lo más profundo de nosotros mismos. Del mismo modo que nuestros pensamientos no los podemos comunicar a cualquier persona ni en cualquier momento, lo que enseñamos excesivamente con nuestro cuerpo desvela o una pobreza interior que no tiene nada que manifestar a nivel físico o un deseo de aceptación y cariño tan grande por el que estamos dispuestos a hacer cualquier cosa para conseguirlo. Atención con este último motivo, pues denota, en mi opinión, un vacío interior que por dentro crece como un cáncer y por fuera fracasará exponencialmente. Igual que beber sólo alcohol cuando se tiene sed de verdad, no sirve más que para empeorar la situación, saciar nuestro deseo de aceptación y valía abriendo las puertas indiscriminadamente a los demás, sólo generará un vacío creciente y agobiante.

Los consagrados y todos aquellos que han hecho voto de castidad no muestran mínimamente su cuerpo porque nadie tiene que excitarse con lo que es ya de Dios, es algo que no tendría ningún sentido. En el caso de los esposos, sólo ellos son los destinatarios mutuos de una posible excitación, pero nadie más y en privado. Porque no da igual ser pudoroso y respetuoso que no serlo. Es una cuestión personal y social y no una mera conducta social. Claro está que parto del hecho de que existe una verdad, una moral y un sentido de todo.

En el ámbito cristiano también se observa una falta de pudor y de respeto por la intimidad que me llama mucho la atención. Sólo hace falta ver cómo vamos a una boda o a la misa dominical, pero, en mi opinión incluso en la playa debemos de observar ese respeto esponsal. Para decirlo de un modo muy sencillo: si una mujer no se pasearía por la calle en ropa interior, ¿por qué en la playa parece que sí pueda mostrar lo mismo? Sin embargo, observo un razonamiento al revés: ¿si en la playa puedo mostrarlo todo, por qué no fuera de la playa? Pero el origen de la cuestión está en el sentido de todo y en su origen. El sentido de la persona es el amor y por lo tanto, el del cuerpo es la expresión de ese amor. Su origen es la dignidad humana, que no puede ser reducida o aniquilada separando el cuerpo de la fuente de su valor espiritual interior. Es una cuestión de coherencia con nuestra estructura antropológica que no podemos saltarnos a la ligera sin desgastar el significado más profundo de nuestra intimidad.

El peligro para los cristianos, además, presenta más inconvenientes.

El primero es que la falta de pudor, en sus diferentes grados, es signo visible y proporcional de la ausencia del Señor en sus vidas y en sus cuerpos, es decir, en sus personas y en su matrimonio. Por eso Adán y Eva se sintieron desnudos y avergonzados ante su pecado, porque su alma se oscureció y su cuerpo acogió esa vergüenza en su expresión.

El segundo inconveniente es que, si son padres, estarán enseñando a sus hijas e hijos desde edades muy tempranas que su valor no depende de “quienes son”, sino de “cuánto” excitan, perturbando su sensibilidad y su inocencia, por no hablar de sus gustos y modos de expresarse. Como siempre hay grados, pero lo más difícil de los grados es percatarse de los cambios, especialmente cuando acontecen de forma paulatina. Lo mejor es enseñarles un máximo respeto por su cuerpo, pero no un respeto basado en lo que se ve desde los ojos del adulto, sino en lo que deben de aprender a ver sus ojos en lo que su cuerpo expresa, para que vean reflejada su intimidad en su corporeidad.

Personalmente creo que un buen criterio con respecto al pudor nos lo puede dar la Virgen María, maestra de pureza. Sólo hay que preguntarse si de estar presente estaría orgullosa o si ella vestiría así. Porque la pureza y el pudor no son algo sólo para los consagrados o los santos canonizados, sino para cualquiera que haya entendido que somos templo del Espíritu Santo y que quiera vivir con su cuerpo la misma profundidad de entrega a Dios que lleva en su alma.

En conclusión.

No es cuestión de ser puritanos extremos que no van a la playa o que no sepan arreglarse para estar presentables e incluso bellos, sino de ser cristianos conscientes del significado de su cuerpo y capaces de asignarle su valor esponsal y educar en ello. Mi consejo es que no tratemos de ser sexys, sino de que nuestro cuerpo muestre lo mucho que amamos a Dios y lo suyos que somos en todo momento. Porque lo más importante no es lo que los demás piensen de nosotros, sino el ejemplo de nuestro amor por Dios que vivimos en la vocación que tengamos.


Paz y bien.



martes, 8 de agosto de 2017

La santidad en el matrimonio y la familia

Muchos piensan que el matrimonio es un invento de la Iglesia, pero no es así. La unión del hombre y la mujer es de lo más antiguo que existe, sin embargo con el cristianismo esa unión ha sido elevada a sacramento, esto es, a signo visible de la unión entre Cristo y la Iglesia. Es un enlace que bebe de la misma fuente del amor de Cristo al Padre y que nos propone un amor fiel, libre, fecundo, recíproco, indisoluble, total y exclusivo. Entendiendo así el matrimonio se aprecia enseguida la gran diferencia con sus fases previas, especialmente el enamoramiento, donde pesa la idealización, el sentimiento, la falta de entrega total en la intimidad física, psicológica y espiritual. Juntos, marido y mujer, tienen que aprender a vivir ese amor buscando la santidad. ¿Pero en qué consiste la santidad matrimonial? Es una pregunta que, en mi opinión, no se ha llegado a contestar bien hasta el concilio Vaticano II y que aún le queda, pero voy a tratar de resumirla desde el Evangelio. El secreto de la santidad, en mi opinión, lo dio Jesús al decir que quien quiera seguirle tiene que negarse a sí mismo, cargar con su cruz y seguirle (Mt 16, 24-28) y al dejar claro que es un camino especialmente duro (Cfr Mt 19, 3-12).

Para el matrimonio la clave hoy en día está en la primera fase: negarse a uno mismo. Se trata de morir a lo que nos apetece, a nuestros gustos de toda la vida, incluso a nuestras necesidades de hobbies, deportes, amistades, etc. No se trata de renunciar a algo, sino morir a uno mismo, a todo. Sólo un morir total de la semilla, permite que dé fruto. Y sólo el morir de los esposos a sí mismos les permitirá convertirse en la nueva y única realidad de dos personas en una sola carne y una sola alma[1].

La segunda fase del camino es cargar con la cruz. En el matrimonio pueden haber muchas, pero la principal es entregarse a los hijos para que aprendan a conocer el amor de Dios y aceptarlo. La cruz está en resistir a las tentaciones del mundo en cada etapa educativa: la excelencia académica, estar a la moda, buscar valer por lo que se tiene y no por lo que se es, dar a cada hijo lo suyo, etc. Y todo esto sin perder de vista la relación conyugal que es la fuente del amor de los hijos.

La tercera fase de la santidad es la de seguir a Jesús. Para ésta, en el matrimonio, la clave está en conocerle, vivirle en los sacramentos, orar, consagrarse a él, pero sobre todo aprender a perdonarse. No me refiero a olvidar, sino en perdonarse de corazón, es decir, con profunda sinceridad, del mismo modo que Dios nos perdona.

Ésta es la santidad en el matrimonio y por eso no puede romperse sin más, pues es imagen del Amor Trinitario y de la alianza entre Cristo y la Iglesia. Nadie dice que sea fácil, tampoco que sea obligatorio, pero la realidad no está para ser inventada, sino para ser descubierta. La libertad no está para hacer lo que nos da la gana, sino para dirigir nuestras acciones con responsabilidad y decidiendo a qué o quién entregamos nuestra vida. El matrimonio es la vía de santidad para caminarse entre dos personas que se aman como don mutuo y, a la vez ser fecundos en esa intimidad. No es el único modo, pero su configuración no se puede alterar y debe de tomarse en serio. Si se elige, es para siempre. El protagonismo no le es dado por los sentimientos o los deseos y necesidades que surgen en él, sino por esa promesa en la que uno se ha dado todo y para siempre, de forma única, total e irreversible. 

Paz y bien.



[1] Conferencia Episcopal Española, Directorio de Pastoral Familiar, Cap.1, n. 53.


miércoles, 21 de junio de 2017

Charla conclusiva sobre "cómo vivir en familia el Corazón de Jesús" dada por el sacerdote católico de Murcia don Francisco José Parra Moreo el 17 de junio de 2017 para el grupo de oración de la Espiritualidad de la Sagrada Familia.

La charla en audio: https://youtu.be/XnI3aLoWJL8

La imagen del Corazón de Cristo y su mensaje de Misericordia, se presentan en el inicio del Tercer Milenio como auténtica profecía y terapia providencial. En esta cultura laicista en la que algunos afirman no tener más religión que el hombre, paradójicamente, somos testigos de tantas carencias afectivas, heridas necesitadas de sanación, desequilibrios psicológicos, dramas interiores... Me impresionaron mucho unas palabras pronunciadas por el cardenal de Viena, Mons. Christoph Schönborn, en el contexto del Congreso de la Divina Misericordia realizado en Roma: "cuando los agnósticos enarbolan al hombre como bandera frente al sentido religioso de la vida, hagámosles ver la radical necesidad que éste tiene de misericordia".

La experiencia nos está demostrando que la línea divisoria entre la presunción y la desesperación es prácticamente inexistente. Cuanto más reivindicamos la autonomía del hombre frente al hecho religioso, más fácilmente caemos en el vacío interior, que nos conduce a la inevitable falta de autoestima. El paso de la jactancia y de la soberbia profesada en público, a la desesperación y al autodesprecio confesado en privado, es muy fácil y, de hecho, se da con mucha frecuencia.

En nuestros días, no son pocos los que han aprendido a aceptarse, a valorarse y a amarse a sí mismos, desde la experiencia del amor incondicional de Dios hacia cada uno de nosotros. ¿Si Dios me quiere, quien soy yo para despreciarme?

Con frecuencia, nos hacemos una imagen de Dios fría e insensible hacia la suerte del hombre. Nos cuesta creer que nosotros seamos algo importante para Él. Si dejamos de lado la revelación bíblica, estamos condenados a referirnos a Dios en términos impersonales como si se tratase de una energía cósmica y con una inevitable sensación de lejanía. Si Dios está tan distante y es tan distinto a nosotros, ¿en qué le puede afectar nuestra vida: nuestros aciertos y nuestros pecados; nuestras alegrías y nuestros sufrimientos?

En la encíclica Spe Salvi, el Papa nos recuerda una preciosa cita de San Bernardo de Claraval: "Dios no puede padecer, pero puede compadecer". El Dios infinito y omnipotente, en palabras de Benedicto XVI, se hizo hombre para poder com-padecer Él mismo con el hombre, de modo muy real, en carne y sangre, como nos manifiesta el relato de la Pasión de Jesús. Por eso, en cada pena humana ha entrado uno que comparte el sufrir y el padecer; de ahí se difunde en cada sufrimiento la con-solatio, el consuelo del amor participado de Dios (Spe Salvi, n. 39).

En el lenguaje bíblico se da una equivalencia entre los términos corazón y entrañas. El corazón (leb, kardia) es sinónimo de útero (rahamin, splanchana); de manera que cuando confesamos el amor de Dios en la imagen del Corazón de Jesús, en el fondo, estamos manifestando nuestra fe en que el amor de Dios nos gesta a una vida nueva. El Corazón de Cristo es la imagen del amor materno de Dios que, en su potencia regenerativa, nos sana, nos rescata, nos rehace, nos perdona. Por ello, no nos cansaremos de confesar: ¡Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío!

La consagración al Corazón de Jesús de nuestras familias, de nuestras casas, de nuestros quehaceres es algo grande y muy importante. Por este acto de consagración, decía el Papa San Juan Pablo II, "los discípulos de Cristo de todos los tiempos están llamados a entregarse por la salvación del mundo" (13 Mayo 1982)Consagrarse significa pues, “entregarse”. El primero que lo hizo por nosotros es Cristo, y "Amor con amor se paga" dice la sabiduría del refrán para expresar que el amor verdadero requiere ser correspondido. 

Cuando el Papa San Juan Pablo II visitó Paray-le-Monial el 5 de octubre de 1986, afirmó la importancia de la Consagración de la Familia en la construcción de la“La civilización del amor” y dijo:
"Gracias al sacramento del matrimonio, en el Pacto con la sabiduría divina, en el Pacto con el infinito amor del Corazón de Cristo, a ustedes las familias se les ha otorgado los medios para desarrollar en cada uno de sus miembros las riquezas de la persona humana y su llamado al amor de Dios y de los hombres. Den la Bienvenida a la presencia del Corazón de Jesús, nosotros buscamos sacar de Él el verdadero amor que nuestras familias necesitan. La unidad de la familia tiene un papel fundamental en la construcción de la civilización del amor" (Discurso del 5 de octubre de 1986).
La respuesta consecuente al amor de Cristo es la entrega total a Él. El Papa Pío XI, en su encíclica Miserentíssimus, dedicada al Corazón de Cristo explicaba que: "Con la Consagración ofrecemos al Corazón de Jesús nuestras personas y todas nuestras cosas, reconociéndolas recibidas de la eterna caridad de Dios”.

Nuestras personas y todo lo nuestro; entre ello, lo más importante, nuestra familia. Decía San Juan Pablo II: A la familia Cristiana además de las oraciones de la mañana y de la noche hay que recomendar explícitamente la lectura y meditación de la Palabra de Dios, la preparación a los sacramentos, la devoción y consagración al Corazón de Jesús, las varias formas de culto a la Virgen Santísima, la bendición de la mesa, las expresiones de la religiosidad popular.” (Familiaris Consortio, n. 61).

El entregar la familia al Corazón de Jesús es considerarle a Él desde ese momento como el Rey de la casa, como el amigo íntimo, al que se ama, con el que se vive y a quien se obedece.

El Señor no se deja ganar en generosidad. Si uno se entrega, Él siempre da más, "el ciento por uno". El Corazón de Jesús promete a las personas que se entreguen a Él: "les daré todas las gracias necesarias para su estado de vida. Les daré paz a sus familias. Las consolaré en todas sus penas.  Seré su refugio durante la vida y sobre todo a la hora de la muerte. Derramaré abundantes bendiciones en todas sus empresas, bendeciré las casas donde mi imagen sea expuesta y venerada”.

San Juan Pablo II decía a recién casados: "A vosotros os dirijo la exhortación paternal de que tengáis fija la mirada en el Sagrado Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones. Aprended de Él las grandes lecciones del amor, bondad, sacrificio y piedad, tan necesarios en todo hogar cristiano. Sacaréis de Él fuerza, serenidad, alegría auténtica y profunda para vuestra vida conyugal. Atraeréis su bendición si su imagen está siempre, además de impresa en vuestras almas, expuesta y honrada entre las paredes domésticas" (Audiencia General 13-VI-1979).

En la consagración del hogar es importante poner una imagen del Corazón de Jesús en un lugar visible de la casa. Se le trata como a quien está presente y se le ama, suplica y honra como Señor y Amigo.

Por la importancia de este acto es conveniente invitar a un sacerdote para que lo presida, bendiga la imagen y la casa. También es muy conveniente que se prepare este acto con unos días de oración en familia y con la buena disposición interior de cada miembro de ella (oraciones, rosario en familia, pequeños sacrificios de renuncia, confesión, comunión…) que prepare un sitio al Señor que viene a nuestra casa. Para mejor disponerse sería conveniente realizar un triduo de preparación a la consagración.

Jesús invita a nuestra familia

Narra el Evangelio de san Lucas, que Jesús entró a hospedarse en casa de un pecador: 
"Después que entró Jesús en Jericó un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos, intentaba ver quién era Jesús. Pero no podía, por la gente, y porque era pequeño. Echó a correr hacia adelante, trepó a una higuera para verlo pasar. Y Jesús, cuando llegó a aquel sitio, alzando los ojos, le dijo: Zaqueo, baja deprisa, que hoy quiero hospedarme en tu casa. Bajó aprisa y lo recibió muy contento. Al ver aquello, muchos murmuraban: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Pero Zaqueo, deteniéndose, le dice al Señor: “Mira, la mitad de mis bienes, voy a darla a los pobres; y si a alguno defraudé en algo, quiero devolverle cuatro veces más”. Entonces Jesús exclama: “Hoy la salvación ha venido a esta casa, porque también éste es hijo de Abrahán; pues el Hijo del Hombre vino a buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc 19,1-10).
Como a Zaqueo a nosotros también Jesús nos va a buscar, nos invita y nos viene a decir:
Yo soy vuestro Dios, y vosotros sois mi pueblo. Pero yo ejerzo mi autoridad por medio de mi Corazón. Deseo ser tratado no sólo como dueño de vuestra casa y vuestros corazones, sino también como hermano y amigo. Participaré en vuestra vida diaria, estaré con vosotros, en las penas y en las alegrías; siempre. 
Pueblo mío, al que amo intensamente, mira que estoy a la puerta, y llamo: Si alguno me oye y me abre, entraré a él y comeremos juntos. Soy Jesús, vuestro Salvador, y quiero proteger vuestra familia frente a las fuerzas del Maligno que intenta dañarla y, si puede, destruirla. Quiero que vosotros, mayores y pequeños, no caigáis en la esclavitud del pecado, ni en las angustias del miedo, la preocupación o la tristeza. Por eso, estoy dispuesto a derramar sobre vosotros mi Espíritu, que os instruirá, para que vuestra alegría sea completa y nadie os la pueda arrebatar. Yo no forzaré mi entrada en vuestra casa y menos en vuestros corazones. Espero ser invitado. Espero que me digáis: "¡Ven, Señor Jesús! Quédate con nosotros, que te necesitamos".
Si queréis, que una imagen mía presida vuestro hogar, que sea para juntaros algunos momentos a rezar ante ella; para mejor hacer de vuestra familia una iglesia doméstica, en la que reine el amor de Dios y del prójimo, participad con más devoción y frecuencia en la Misa y en la comunión; tratad de conocer más y cumplir mejor mi Evangelio.

Os ofrezco mi Corazón herido, rebosante de perdón, de amor, y de vida que nunca terminará… Espero vuestra respuesta.
       
Nuestra respuesta al Señor


El Señor en el libro del Apocalipsis nos dice: “Yo reprendo y corrijo a quienes quiero con amor de amistad; así que, ten fervor y arrepiéntete. Mira, estoy llamando a la puerta; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo". (Ap 9,22).

Ante tanto amor que Jesús muestra por nosotros, Él pide como respuesta que le abramos la puerta de nuestro corazón, y le correspondamos. Esto lo hacemos en especial por medio de la consagración.

Un propósito concreto de esta consagración, es tratar, con la ayuda de Dios y de la Virgen María, de hacer vida en nuestra casa las siguientes “Bienaventuranzas de la familia”:
  • Bienaventurada la familia cuyos hijos y padres comulgan con frecuencia y rezan juntos, porque así permanecerán unidos.
  • Bienaventurada la familia cuyos hijos y padres guardan las fiestas cristianamente, porque asistirán a las fiestas de la eterna felicidad en el cielo.
  • Bienaventurada la familia cuyos hijos y padres no viven según el espíritu del mundo apartado de Dios, porque en su casa encontrarán la incomparable alegría de la conciencia en paz con Dios.
  • Bienaventurada la familia que recibe a los hijos como dones de Dios y les prepara para los sacramentos, porque en ella se criarán bienaventurados para el cielo.
  • Bienaventurada la familia que practica la caridad con los necesitados, porque Dios mismo queda obligado a recompensarla.
  • Bienaventurada la familia donde los enfermos reciben la visita del sacerdote y los sacramentos, porque la muerte no entrará infundiendo miedo, sino que dejará gran paz.
  • Bienaventurada la familia consagrada con fidelidad al Corazón de Jesucristo, porque en ella reinarán la bondad y el amor.

¿Qué hace el Corazón de Jesús cuando nos consagramos a Él?

Narra el Evangelio que cuando Jesús iba de camino, "entró en una aldea, y una mujer, llamada Marta, le dio hospedaje. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra; en cambio, Marta estaba dispersa, con el ajetreo del servicio; y, presentándose, dijo: Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Entonces, dile que me ayude. Pero el Señor le respondió así: Marta, Marta, andas inquieta y preocupada por demasiadas cosas. Sólo se necesita una. María ha elegido la mejor parte" (Lc 10,38-42).


Más adelante nos relata el Evangelio que Jesús volvió a esa casa de Betania, al haber muerto Lázaro hermano de Marta y María y que allí “se enteró de que llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Entonces María llegó donde estaba Jesús. Al verlo cayó a sus pies diciéndole: Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Jesús, al verla llorando, lanzó un suspiro profundo, y emocionado dijo: ¿Dónde lo habéis puesto? Fue hacia el sepulcro: Y con voz potente dijo: ¡Lázaro, sal afuera!. El muerto salió, atado de pies y manos, con vendas. Jesús les dice: Desatadlo y dejadlo ir. Muchos creyeron en Él" (Jn 11,17-46).

Vemos cómo Jesús, al ser acogido en la casa de Betania, llena a la familia con su amor. A la vez que aconseja e instruye (en especial a Marta), y cura a Lázaro devolviéndole a la vida. Es Jesús, Amigo, Maestro y Médico, Hijo de Dios hecho hombre por amor a nosotros, el que nos hizo a través de la gran santa del Corazón de Jesús, Santa Margarita María, las extraordinarias promesas a los amigos de su Sagrado Corazón:


1ª Les daré todas las gracias necesarias a su estado;
2ª Pondré paz en sus familia;
3ª Los consolaré en todas sus aflicciones;
4ª Seré su refugio durante la vida y sobre todo a la hora de la muerte;
5ª Bendeciré abundantemente sus empresas;
6ª Los pecadores hallarán misericordia;
7ª Los tibios se harán fervorosos;
8ª Los fervorosos se elevarán rápidamente a gran perfección;
9ª Bendeciré los lugares donde la imagen de mi Corazón sea expuesta y venerada;
10ª Les daré la gracia de mover los corazones más endurecidos
11ª Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás será borrado de El;
12ª Te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final, no morirán en mi desgracia y sin haber recibido los sacramentos; mi Divino Corazón será su asilo seguro en los últimos momentos.

"Estas promesas se resumen en definitiva, en las palabras que Santa Margarita María recibió del Corazón de Jesús: «Yo reinaré a pesar de mis enemigos y de cuantos se opongan a ello».


Paz y bien.



miércoles, 7 de junio de 2017

¿Qué opino de la sofrología?

Según el Instituto Médico de Sofrología Caycediana, la Sofrología es una escuela científica, que tiene como objetivo el estudio de la consciencia y la conquista de los valores existenciales del ser. Imagino que la idea de que sea “científica” es atribuida al hecho de que la fundó el Dr. Alfonso Caycedo, un médico neuropsiquiatra, en 1960 en Madrid. El significado de “sofrología” viene de SOS (equilibrio), PHREN (psique) y LOGOS (estudio), aunque es de todos sabido que la disciplina encargada de la mente es la psicología y la psiquiatría, y que su finalidad es la salud mental, que vienen a ser de forma tácita el mismo de la sofrología sólo que sin la raíz SOS en la palabra.

Si bien no quiero desmerecer el intento del fundador de sistematizar o garantizar la metodología de la sofrología al ver que había diferentes técnicas y programas parecidos, voy a analizar los supuestos que se presentan con respecto a esta práctica. Vayamos paso a paso analizando su aportación[1].

La sofrología “Ofrece una metodología para que el individuo conozca de forma vivencial su propia consciencia.”

Bueno, la conciencia no se puede conocer porque no es reflexiva, sino que es el estar despierto y delante de la realidad viviéndola como algo distinto a nosotros mismos. Lo que pensamos además no es la conciencia, pues lo pensado es lo que es objeto de nuestra reflexión, pero lo pensado no es el que piensa. Parece un poco lioso, pero es simple. Pensamos algo, pero no somos lo pensado. La conciencia es lo que me permite conocer, no algo sobre el que puedo volcar mi atención.

Dicen que “El método Caycedo “consiste en una serie de técnicas de relajación, ejercicios respiratorios, movimientos corporales y estrategias de activación mental que tienen como fin el conocimiento de sí mismo y el desarrollo de la consciencia”.

Si es relajación, respiración, movimientos e incluso activación mental, estamos hablando de una incidencia a nivel corporal. No está mal y la implementan prácticamente todas las terapias, pero no es nada nuevo. Sin embargo, si el fin es el conocimiento de uno mismo, estamos mezclando otros estatutos de la persona que no se desarrollan por esas vías. Y desde luego estas técnicas no pueden desarrollar la conciencia desde el plano material o corporal. Una conciencia no se peude desarrollar, como mucho se podría iluminar, pero es un proceso que le viene dado desde fuera y que no es dado por una técnica, sino por la voluntad de Dios.

Siguen diciendo que “la persona va aumentando la percepción y conocimiento de su propia corporalidad, sus emociones, sus pensamientos, su conducta y sus propios valores”. 

Lo que pueden hacer es aumentar el tiempo dedicado a la actividad corporal, las sensaciones, las percepciones sensoriales, etc., pero no aportan conocimiento sobre uno mismo, sino sobre el estado físico. Vuelvo a repetir que en psicología, con la relajación progresiva, se consigue lo mismo. Se podrá atender a la respuesta física y, en la medida que uno se distrae, podrá pensar en algo, pero no se trabajarán de forma adecuada los valores personales, como dice. Desde el punto de vista cristiano, además, los valores se transmiten en familia, en la educación, etc. pero sólo crecen con una implicación personal tras llevarlos voluntariamente a la práctica. Dedicarse a la percepción sensitiva, no puede fomentar valores.

“Ella misma [la persona] va desarrollando su voluntad para mejorar aquellas capacidades que quiere potenciar y tratar sus percepciones, sentimientos o pensamientos molestos”.

La voluntad es una potencia pasiva del alma que se dirige hacia lo que la inteligencia le presenta como verdadero y que detecta, por lo tanto como bueno. La voluntad se desarrolla al realizar ejercicios que terminan en acciones concretas y que no quedan en sus fases constitutivas como la intención, la deliberación y la elección, por lo que la voluntad sin plasmarse en acción no se fortalece. De allí que Dios nos pida que la fe tenga que ir acompañada de obras.

Si bien podría no ser especialmente mala si no se aislara del resto o no se tomara en modo principal o absoluto, no creo que sea una buena dirección que un tratamiento se base en la potenciación de la “sensación” o “lo molesto” desde la percepción. El ser humano necesita traer a la conciencia sus errores, hacerlos conscientes, elaborarlos para reducir la implicación emocional, sanarlos por medio de la confesión y la gracia y establecer pautas y estrategias para evitar caminos que le vuelvan a hacer caer.
“La Sofrología Caycediana hace énfasis en el ser humano como sujeto de sí mismo”.

Pues el “hacer énfasis en uno mismo” parece trabajar la autoestima (mal entendida), la asertividad, y la imposición del derecho sobre uno mismo como medida de autocontrol, pero entraña el peligro de centrarse en el “sí mismo”. El cristiano, sin embargo está llamado a entregarse a los demás, a tomar su cruz después de haberlo dejado todo y seguir el camino de Cristo. No se trata de autodominarse, sino de reconocerse tal cual se es, pero amados por Dios, para no dedicarle tanto tiempo a nuestra vida y salir de ella hacia los demás. Porque quien no quiere perder su vida, la perderá…

“Siendo una disciplina basada en la fenomenología, potencia la consciencia, la libertad y la responsabilidad del individuo”.

Bueno, la fenomenología fue fundada principalmente por E. Husserl en un intento de renovar la filosofía. Trata sobre todo de la intencionalidad y de la conciencia, pero creo que “la consciencia, la libertad y la responsabilidad” no se trabajan desde la autoreflexión, sino saliendo hacia los demás desde un encuentro verdadero con Dios.

Me parece a mí que la sofrología no tiene planteamientos muy acordes a una antropología que un católico vive cada día y no enmarca los consejos que esperamos desde un planteamiento trascendental, pero personal con Dios. Termina siendo una forma de relajación con visualización que trata de centrar a uno mismo consigo mismo buscando más el autocontrol y el equilibrio que el camino de la entrega voluntaria, el esfuerzo necesario para ello y la transparencia de conciencia que nos pone delante de la Verdad para poderla reconocer.


Diego Cazzola


sábado, 13 de mayo de 2017

Opinión sobre la película de Fátima 2017

Acabo de ver la película de Fátima 2017 cuya información me ha llegado por decenas de personas...

Pues bien, es recomendable y muy interesante la cantidad de datos y conexiones que propone entre el fenómeno de Fátima (apariciones, mensaje, testimonios, etc.) y los sucesos históricos relacionados, y, más aún, creo que consigue si no hacerte rezar el rosario, por lo menos confiar en la efectividad de su poder.

Sin embargo quiero destacar un inconveniente muy sutil que igual pocos habrán percibido y algunos no considerarán importante, pero yo sí.

Algunas intervenciones de la película, y todas ellas en su conjunto, dejan pasar la idea de que el comunismo ha sido vencido por el progresivo abandono al rosario y al mensaje de Fátima. Pues bien, creo que estamos muy lejos de esto por dos razones:

1) La primera porque aún tiene que triunfar el Corazón de María y esto deberá ocurrir tras una Gran Tribulación que no podemos ignorar o destinar a décadas venideras, pues sería cerrar los ojos y los oídos a muchas otras apariciones marianas también aprobadas por la Iglesia e íntimamente relacionadas con Fátima, como son los últimos dos mensajes de Nuestra Señora de Akita (Japón), que nadie menciona y muchos desconocen.

2) La segunda porque es evidente para quien siga las noticias de la actualidad que el comunismo habrá dejado su actividad mayor en Rusia, pero no en muchos otros países que están sufriendo muchísimo su imposición y poder. ¿A caso Cuba, Venezuela, China, Corea, etc. pueden decirse libres del comunismo?

Finalmente, quiero decir que el mensaje de Fátima tiene mucha trayectoria porque lleva un siglo, pero excepcionando el auge que ha tenido este último año por el centenario, ya no es el pulmón de conversiones que era hace 30 años o menos. Es Medjugorje de donde ahora María está llamando a la penitencia, al ayuno a los sacramentos y al rosario. Si atendemos a las últimas cifras de peregrinos, conversiones, confesiones o comuniones distribuidas, etc., anunciadas por el enviado del Papa a Madjugorje, el arzobispo polaco Henryk Hoser, será algo evidente. No por nada allí la advocación de la Virgen es "Vírgen de la paz".

Así que mi humilde y muy poco importante consejo es:

El Señor nos ha dejado ver el poder que ha otorgado a la intercesión de su Madre y la necesidad que tenemos de ella, así como el mal que generamos cuando nos alejamos de Dios, ahora bien, no nos relajemos ni una pizca que aún hay que rezar muchísimo antes de darnos mínimamente por satisfechos. Queda mucho rosario diario en cada casa, mucha consagración, mucho ayuno y penitencia que se refleje en obras de misericordia, amor auténtico a los demás y pureza en nuestro corazón. 

Paz y bien.


viernes, 5 de mayo de 2017

¿Por qué se está proponiendo que la confirmación se dé antes que la comunión y a una edad tan temprana?

La propuesta de modificar el orden de administración de los sacramentos de la primera comunión y de la confirmación adelantando la confirmación a los 8-9 años, previa confesión, y apenas al años siguiente la primera comunión (justo para permitir la adecuada preparación a ambos sacramentos) es una realidad que en Madrid empezó en 2009 en la diócesis de Alcalá de Henares con la idea de que se extienda a las demás Diócesis de Madrid. Actualmente son varias las parroquias de la Comunidad de Madrid, y del mundo, que han incorporado este grande cambio y paulatinamente está previsto que sea así en todas.

Lo que pretende esta modificación es un cambio de mentalidad, por lo que, como todo cambio, es normal que cueste. En palabras del director del secretariado de Catequesis de la Diócesis de Alcalá, Francisco Martínez se trata de “dar una primacía a la gracia, es decir, un muchacho que tiene el Espíritu Santo primero con el bautismo y luego con la confirmación se acerca a la eucaristía para culminar su iniciación cristiana y es un cristiano completo”. Dicho de otro modo, se trata de entender que la confirmación no supone un culmen para pocos que concluye una etapa de formación, sino la plena recepción del Espíritu Santo que permite el mejor acercamiento al sacramento de la Eucaristía que es la real culminación de la iniciación cristiana y que constituye el inicio de un nuevo caminar en el Espíritu del Señor por el que el cristiano se irá cada día conformando a su corazón eucarístico. Debemos de entender que la Eucaristía es el centro de la vida cristiana y el culmen de los sacramentos, pues todos se dirigen a ella y para ella. Todo debe de girar a su alrededor y nutrirse de la Eucaristía según la lógica teológica de la iniciación cristiana. El bautismo y la confirmación, pues, nos dan el Espíritu Santo que necesitamos para vivir y aprovechar la Eucaristía.

En palabra de Martínez, es preciso que hoy en día cambiemos la mentalidad de que la confirmación sea entienda como “el sacramento de los perfectos o de los que después de un largo periodo de años en la catequesis parroquial han superado un montón de pruebas” porque al final los que lo logran parecen héroes que lograron la meta y se nos olvida que el cristiano no merece los sacramentos, sino que los recibe por una total gracia de Dios. Él sólo debe dejarse asistir por la gracia sacramental y “dejar actuar al Espíritu Santo, que dará sus frutos cuando querrá”. Nuestra tarea es esforzarnos por no meter la pata y seguir cercanos al Señor.

Así pues, no hay que “confundir la edad adulta de la fe con la edad adulta del crecimiento natural, ni olvidar que la gracia bautismal es una gracia de elección gratuita e inmerecida que no necesita una “ratificación” para hacerse efectiva” (CIC, n. 1308)

¿Por qué no ha sido entonces siempre así?

Para los Cristianos Orientales – sean católicos, ortodoxos o de otra denominación – este orden nunca ha sido alterado. Para los Cristianos Occidentales esto ocurrió en 1910, cuando el Papa San Pío X redujo la edad de la Primera Comunión a los siete años. Al hacer esto, mantuvo la edad de la Confirmación sin ningún cambio, y así se invirtió el orden de los Sacramentos de Iniciación Cristiana y nos dejó con la práctica que tenemos hasta ahora, de una confirmación tardía.

Sin embargo el orden adecuado es recibir la Confirmación en la infancia tal como hemos dicho. Tras los documentos nacidos del Concilio Vaticano II y con el apoyo de autoridades como el Papa Benedicto XVI, quien personalmente le dijo al Arzobispo Aquila: “Tú has hecho lo que yo siempre quise hacer”, la restauración de los sacramentos empezó a extenderse y parece ser algo permanente. Lo recoge también el nuevo “Catecismo Jesús es el Señor” de la Conferencia Episcopal Española y además es fácil comprobar que el orden de los sacramentos de iniciación cristiana en el Catecismo de la Iglesia Católica es el de “Bautismo, confirmación y Eucaristía” (Cfr. CIC, Sección II, Cp. I). También podemos citar como el CIC (n.1212) a Pablo VI [1]:

“En efecto, los fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen con el sacramento de la Confirmación y, finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y, así por medio de estos sacramentos de la iniciación cristiana, reciben cada vez con más abundancia los tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad".

Conclusión

Podemos concluir que la Confirmación tiene que entenderse como necesaria para la plenitud del Espíritu del cristiano y que prepara y asiste para la vida de gracia y la vivencia del Sacramento por antonomasia que es la Eucaristía. No hay que ver la Confirmación como el sacramento de la madurez o el de la elección voluntaria de Dios, sino como el sacramento de la plenitud del Espíritu que permite que Dios nos asiste en la vida para vivir en el mundo sin ser nunca del mundo, ayudándonos a superar las pruebas y dificultades cuanto antes. Dicho de otro modo: ¿tendría sentido vacunarnos a los 16 años?

Paz y bien.

Fuentes:







[1] Pablo VI, Const. apost. Divinae consortium naturae; cf. Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos, Prenotandos 1-2 .