viernes, 5 de mayo de 2017

¿Por qué se está proponiendo que la confirmación se dé antes que la comunión y a una edad tan temprana?

La propuesta de modificar el orden de administración de los sacramentos de la primera comunión y de la confirmación adelantando la confirmación a los 8-9 años, previa confesión, y apenas al años siguiente la primera comunión (justo para permitir la adecuada preparación a ambos sacramentos) es una realidad que en Madrid empezó en 2009 en la diócesis de Alcalá de Henares con la idea de que se extienda a las demás Diócesis de Madrid. Actualmente son varias las parroquias de la Comunidad de Madrid, y del mundo, que han incorporado este grande cambio y paulatinamente está previsto que sea así en todas.

Lo que pretende esta modificación es un cambio de mentalidad, por lo que, como todo cambio, es normal que cueste. En palabras del director del secretariado de Catequesis de la Diócesis de Alcalá, Francisco Martínez se trata de “dar una primacía a la gracia, es decir, un muchacho que tiene el Espíritu Santo primero con el bautismo y luego con la confirmación se acerca a la eucaristía para culminar su iniciación cristiana y es un cristiano completo”. Dicho de otro modo, se trata de entender que la confirmación no supone un culmen para pocos que concluye una etapa de formación, sino la plena recepción del Espíritu Santo que permite el mejor acercamiento al sacramento de la Eucaristía que es la real culminación de la iniciación cristiana y que constituye el inicio de un nuevo caminar en el Espíritu del Señor por el que el cristiano se irá cada día conformando a su corazón eucarístico. Debemos de entender que la Eucaristía es el centro de la vida cristiana y el culmen de los sacramentos, pues todos se dirigen a ella y para ella. Todo debe de girar a su alrededor y nutrirse de la Eucaristía según la lógica teológica de la iniciación cristiana. El bautismo y la confirmación, pues, nos dan el Espíritu Santo que necesitamos para vivir y aprovechar la Eucaristía.

En palabra de Martínez, es preciso que hoy en día cambiemos la mentalidad de que la confirmación sea entienda como “el sacramento de los perfectos o de los que después de un largo periodo de años en la catequesis parroquial han superado un montón de pruebas” porque al final los que lo logran parecen héroes que lograron la meta y se nos olvida que el cristiano no merece los sacramentos, sino que los recibe por una total gracia de Dios. Él sólo debe dejarse asistir por la gracia sacramental y “dejar actuar al Espíritu Santo, que dará sus frutos cuando querrá”. Nuestra tarea es esforzarnos por no meter la pata y seguir cercanos al Señor.

Así pues, no hay que “confundir la edad adulta de la fe con la edad adulta del crecimiento natural, ni olvidar que la gracia bautismal es una gracia de elección gratuita e inmerecida que no necesita una “ratificación” para hacerse efectiva” (CIC, n. 1308)

¿Por qué no ha sido entonces siempre así?

Para los Cristianos Orientales – sean católicos, ortodoxos o de otra denominación – este orden nunca ha sido alterado. Para los Cristianos Occidentales esto ocurrió en 1910, cuando el Papa San Pío X redujo la edad de la Primera Comunión a los siete años. Al hacer esto, mantuvo la edad de la Confirmación sin ningún cambio, y así se invirtió el orden de los Sacramentos de Iniciación Cristiana y nos dejó con la práctica que tenemos hasta ahora, de una confirmación tardía.

Sin embargo el orden adecuado es recibir la Confirmación en la infancia tal como hemos dicho. Tras los documentos nacidos del Concilio Vaticano II y con el apoyo de autoridades como el Papa Benedicto XVI, quien personalmente le dijo al Arzobispo Aquila: “Tú has hecho lo que yo siempre quise hacer”, la restauración de los sacramentos empezó a extenderse y parece ser algo permanente. Lo recoge también el nuevo “Catecismo Jesús es el Señor” de la Conferencia Episcopal Española y además es fácil comprobar que el orden de los sacramentos de iniciación cristiana en el Catecismo de la Iglesia Católica es el de “Bautismo, confirmación y Eucaristía” (Cfr. CIC, Sección II, Cp. I). También podemos citar como el CIC (n.1212) a Pablo VI [1]:

“En efecto, los fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen con el sacramento de la Confirmación y, finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y, así por medio de estos sacramentos de la iniciación cristiana, reciben cada vez con más abundancia los tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad".

Conclusión

Podemos concluir que la Confirmación tiene que entenderse como necesaria para la plenitud del Espíritu del cristiano y que prepara y asiste para la vida de gracia y la vivencia del Sacramento por antonomasia que es la Eucaristía. No hay que ver la Confirmación como el sacramento de la madurez o el de la elección voluntaria de Dios, sino como el sacramento de la plenitud del Espíritu que permite que Dios nos asiste en la vida para vivir en el mundo sin ser nunca del mundo, ayudándonos a superar las pruebas y dificultades cuanto antes. Dicho de otro modo: ¿tendría sentido vacunarnos a los 16 años?

Paz y bien.

Fuentes:







[1] Pablo VI, Const. apost. Divinae consortium naturae; cf. Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos, Prenotandos 1-2 .



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si quieres, deja un comentario