La propuesta de modificar el orden
de administración de los sacramentos de la primera comunión y de la
confirmación adelantando la confirmación a los 8-9 años, previa confesión, y
apenas al años siguiente la primera comunión (justo para permitir la adecuada
preparación a ambos sacramentos) es una realidad que en Madrid empezó en 2009
en la diócesis de Alcalá de Henares con la idea de que se extienda a las demás
Diócesis de Madrid. Actualmente son varias las parroquias de la Comunidad de
Madrid, y del mundo, que han incorporado este grande cambio y paulatinamente
está previsto que sea así en todas.
Lo que pretende esta modificación
es un cambio de mentalidad, por lo que, como todo cambio, es normal que cueste.
En palabras del director del secretariado de Catequesis de la Diócesis de
Alcalá, Francisco Martínez se trata de “dar
una primacía a la gracia, es decir, un muchacho que tiene el Espíritu Santo
primero con el bautismo y luego con la confirmación se acerca a la eucaristía
para culminar su iniciación cristiana y es un cristiano completo”. Dicho de
otro modo, se trata de entender que la
confirmación no supone un culmen para pocos que concluye una etapa de
formación, sino la plena recepción del Espíritu Santo que permite el mejor
acercamiento al sacramento de la Eucaristía que es la real culminación de la
iniciación cristiana y que constituye el inicio de un nuevo caminar en el
Espíritu del Señor por el que el cristiano se irá cada día conformando a su
corazón eucarístico. Debemos de entender
que la Eucaristía es el centro de la vida cristiana y el culmen de los
sacramentos, pues todos se dirigen a ella y para ella. Todo debe de girar a
su alrededor y nutrirse de la Eucaristía según la lógica teológica de la
iniciación cristiana. El bautismo y la confirmación, pues, nos dan el Espíritu Santo
que necesitamos para vivir y aprovechar la Eucaristía.
En palabra de Martínez, es preciso que hoy en día cambiemos la
mentalidad de que la confirmación sea entienda como “el sacramento de los
perfectos o de los que después de un largo periodo de años en la catequesis
parroquial han superado un montón de pruebas” porque al final los que lo
logran parecen héroes que lograron la meta y se nos olvida que el cristiano no
merece los sacramentos, sino que los recibe por una total gracia de Dios. Él
sólo debe dejarse asistir por la gracia sacramental y “dejar actuar al Espíritu
Santo, que dará sus frutos cuando querrá”. Nuestra tarea es esforzarnos por no
meter la pata y seguir cercanos al Señor.
Así pues, no hay que “confundir la edad adulta de la fe con la edad adulta del
crecimiento natural, ni olvidar que la gracia bautismal es una gracia de
elección gratuita e inmerecida que no necesita una “ratificación” para
hacerse efectiva” (CIC, n. 1308)
¿Por qué no ha sido entonces siempre así?
Para los Cristianos Orientales –
sean católicos, ortodoxos o de otra denominación – este orden nunca ha sido
alterado. Para los Cristianos Occidentales esto ocurrió en 1910, cuando el Papa
San Pío X redujo la edad de la Primera Comunión a los siete años. Al hacer
esto, mantuvo la edad de la Confirmación sin ningún cambio, y así se invirtió
el orden de los Sacramentos de Iniciación Cristiana y nos dejó con la práctica
que tenemos hasta ahora, de una confirmación tardía.
Sin embargo el orden adecuado es
recibir la Confirmación en la infancia tal como hemos dicho. Tras los
documentos nacidos del Concilio Vaticano II y con el apoyo de autoridades como
el Papa Benedicto XVI, quien personalmente le dijo al Arzobispo Aquila: “Tú has
hecho lo que yo siempre quise hacer”, la restauración de los sacramentos empezó
a extenderse y parece ser algo permanente. Lo recoge también el nuevo “Catecismo
Jesús es el Señor” de la Conferencia Episcopal Española y además es fácil comprobar que el orden de los
sacramentos de iniciación cristiana en el Catecismo de la Iglesia Católica es
el de “Bautismo, confirmación y Eucaristía” (Cfr. CIC, Sección II, Cp. I).
También podemos citar como el CIC (n.1212) a Pablo VI [1]:
“En efecto, los fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen con el sacramento de
la Confirmación y, finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el
manjar de la vida eterna, y, así por medio de estos sacramentos de la
iniciación cristiana, reciben cada vez con más abundancia los tesoros de la
vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad".
Conclusión
Podemos concluir que la Confirmación
tiene que entenderse como necesaria para la plenitud del Espíritu del
cristiano y que prepara y asiste para la vida de gracia y la vivencia del
Sacramento por antonomasia que es la Eucaristía. No hay que ver la Confirmación
como el sacramento de la madurez o el de la elección voluntaria de Dios, sino
como el sacramento de la plenitud del Espíritu que permite que Dios nos asiste
en la vida para vivir en el mundo sin ser nunca del mundo, ayudándonos a
superar las pruebas y dificultades cuanto antes. Dicho de otro modo: ¿tendría
sentido vacunarnos a los 16 años?
Paz y bien.
Fuentes:
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