lunes, 11 de noviembre de 2019

El peligro del Islam en España


En lo que va de año, las autoridades españolas han expulsado del territorio nacional a seis musulmanes salafistas (los que defienden la yihad contra los infieles -cristianos y judíos-), cinco de los cuales eran imanes, por ser un peligro para la seguridad nacional. Expertos antiterroristas, consultados por La Razón, subrayan que se trata de la “punta del iceberg” del integrismo yihadista, sin embargo casi logran constituir el primer partido de musulmanes salafistas (con Mustafá Aberchán, candidato de CpM) en el congreso (por 80 votos el PP se adjudicó el escaño en Melilla) y ya tienen un escaño. Viene bien entender este dato a la luz de otro: en Arabia Saudita no hay ni una sola iglesia cristiana, todos sus ciudadanos son considerados musulmanes, por lo que podemos imaginar la participación política…

Si atentemos que son ya más de 2 millones los musulmanes en España (suben un 2,4% cada año), representando el 4% de la población española. El 42,5% (847.801) del total de musulmanes que viven en España son españoles y el 57,5 por ciento (1.145.874) son extranjeros.[1]

El número de votos para un escaño varía, pero si atendemos al más "caro" que es de Asturias donde son necesarios 138.939,71 votos para un escaño, los musulmanes, de proponérselo, podrían llegar a tener 6 escaños y ellos no tendrían problemas de diferenciación ideológica. Con un partido les bastaría y les sobraría.

Para que no se me tache de racista sólo quiero recordar que el cristiano (y el español en general) tiene el derecho y la obligación de defender su cultura, sus valores y su patria frente a quienes vienen a atacarla o saturarla hasta ahogarla lentamente. Una cultura político-filosófica como la musulmana no puede expandirse sin fagocitar la cultura nativa. No pueden desplazarse adaptándose a la cultura a donde van: es incompatible con su forma de ser. Esto es así por dos razones: primero porque su fe está arraigada en la política, segundo porque sus creencias son inculcadas desde la infancia de una forma muy radical. Antes de empezar a leer en nuestros colegios, por ejemplo, los musulmanes han aprendido a hacerlo en sus mezquitas, donde ya han estado aprendiendo sobre su fe y su cultura. Esto hace que no se puedan integrar tan fácilmente y que traten de modificar el lugar donde van (de forma más o menos acervada).

Todas las personas merecen respeto y un reconocimiento de su dignidad, pero no así con las ideologías o los valores que atentan contra la moral, la ley del Dios cristiano que ha engendrado la Europa cristiana que ahora se está desmoronando, o la ley natural de la que mana la dignidad del ciudadano occidental. Igual que amaré a la mujer que ha abortado, pero no aceptaré el aborto, amaré al musulmán como persona, pero no abrazaré su cultura porque no es buena.  

Del mismo modo que se ama al pecador, pero no a su pecado. No podemos dejarnos engañar en este aspecto. Toda persona merece ser amada o perdonada, pero mientras haga un esfuerzo para buscar la Verdad. Por eso Jesús no habló a Herodes, ni se dirigía a muchos, porque el amor de Dios es gratis, pero no barato y no hay que dar perlas a los puercos, dice el refrán. Amar con misericordia no es amar sin razón ni sentido. Por eso no creo que rechazar la cultura musulmana que es claramente contraria a la cultura cristiana, sea una falta de caridad. El amor a los demás primero se cuaja en amarse a uno mismo, ya que el amor al otro no puede llevar al desprecio de uno mismo. Porque uno ama al otro en la medida que se ha descubierto amado por Dios y esta experiencia genera una auténtica autoestima fundamentada en que Dios nos ama primero.

Muchos santos han luchado con la espada por su fe, su cultura o su patria, otros se han dejado matar. El mismo Santo Tomás admitía la legitimidad estatal de la pena de muerte si es para la defensa de la patria. La decisión, a nivel personal, es de cada uno, pero el deber del estado es garantizar su seguridad y promover su bienestar desde una justicia social basada en el bien común, no en una simple aceptación multicultural que puede poner en peligro el estado y sus ciudadanos, que es lo que se está dando. Por eso una anciana de 99 años es abandonada en la calle sin posibilidad de ayuda, mientras inmigrantes (incluso ilegales), tienen derecho a acogida, varias ayudas y becas, pisos, etc. 

Salvemos a España con la oración, porque a estas alturas sólo María puede alcanzarnos el cambio que necesitamos. Pero no nos dejemos engañar por el demonio, porque él sabe hacer parecer como bueno a lo que distrae de algo mejor.

Diego Cazzola

Fuentes principales:











[1] Otro dato para la comparación es el de los españoles chinos. En España, son 186.031 los chinos legalmente registrados, según la Estadística del Padrón Continuo del Instituto Nacional de Estadística, que señala que la mayoría de ellos viven en Madrid (49.831) y Cataluña (49.773), seguidos por la Comunidad Valenciana (20.475) y Andalucía (19.496 en total).



martes, 15 de enero de 2019

El valor del silencio


Hay muchos modos de rezar, pero uno pasa muy desapercibido hoy en día.

Se puede rezar con el cuerpo. Podemos estar de rodillas, mover las manos en una alabanza o abrirlas en un Padrenuestro, podemos estar sentados con la cara en las manos, darnos golpes en el pecho o santiguarnos. Incluso el estar en ayunas es un modo de rezar con el cuerpo. Es la expresión orante y simbólica de nuestro cuerpo.

También podemos rezar hablándole a Dios, a Jesús, al Espíritu Santo, a la Virgen María, a los ángeles y a los santos. Eso es la oración clásica. Tiene muchos nombres como oración del corazón o meditación, pero también muchos tipos, como puede ser la oración de petición, de gratitud, de intercesión, de ofrecimiento, etc. Es entrar en un diálogo con el Señor.

Pero la más valiosa y olvidada es la oración del silencio. El silencio ante Dios es, en sí mismo, un tipo de contemplación de las más elevadas. Es relativamente sencillo sentirnos en oración cuando hablamos, pero no necesariamente tiene porque ser una buena oración; sin embargo, hacer silencio es muy complicado y, si no lo hacemos bien, se detecta automáticamente. Es más fácil pensar en algo que no pensar en nada. Evitar hacer preguntas, cuestionar lo que nos pasa ante el Señor o justificarnos, para quedarnos en silencio mirándole, es también una oración. Es una oración que pocos consideran válida porque “parece” estar perdiendo el tiempo y quizás es por eso que muchos pasan mucho tiempo leyendo algo ante el Santísimo o rezando alguna oración. Pero el silencio de una mirada puede gritar más fuerte que la emoción de un dialogar. Sólo hay que pensar en los enamorados y su capacidad de permanecer juntos sin hacer prácticamente nada y ser felices a la vez.

No tenemos que tener miedo a quedarnos en silencio delante del Señor. Tampoco es necesario, ni es mejor, el estar cantando o llorando de emoción. A veces puede ser incluso mejor y más sencillo un rezar estando en un silencio contemplativo, y trabajar para regresar a ese silencio ante las distracciones. Así aprenderemos a vaciarnos de nuestro ruido y Dios podrá hablar un poco más en nuestro interior a su silenciosa manera.

No es de extrañar que Elías buscara en el desierto al Señor y lo encontrara en una suave brisa (1Re 19, 12). Pero, cuidado, no es un “mindfulness” donde nos queremos vaciar para sentirnos a nosotros mismos, sino un llenarse de Dios en el silencio de su presencia por amor.

Ahora a probarlo…

Paz y bien.

Diego Cazzola