Según el Instituto Médico de
Sofrología Caycediana, la Sofrología es
una escuela científica, que tiene como objetivo el estudio de la consciencia y
la conquista de los valores existenciales del ser. Imagino que la idea de que
sea “científica” es atribuida al hecho de que la fundó el Dr. Alfonso Caycedo, un
médico neuropsiquiatra, en 1960 en Madrid. El significado de “sofrología” viene
de SOS (equilibrio), PHREN (psique) y LOGOS (estudio), aunque es de todos
sabido que la disciplina encargada de la mente es la psicología y la psiquiatría, y que su
finalidad es la salud mental, que vienen a ser de forma tácita el mismo de la
sofrología sólo que sin la raíz SOS en la palabra.
Si bien no quiero desmerecer el
intento del fundador de sistematizar o garantizar la metodología de la
sofrología al ver que había diferentes técnicas y programas parecidos, voy a
analizar los supuestos que se presentan con respecto a esta práctica. Vayamos
paso a paso analizando su aportación[1].
La sofrología “Ofrece una metodología para que el individuo conozca de forma
vivencial su propia consciencia.”
Bueno, la conciencia no se puede
conocer porque no es reflexiva, sino que es el estar despierto y delante de la
realidad viviéndola como algo distinto a nosotros mismos. Lo que pensamos
además no es la conciencia, pues lo pensado es lo que es objeto de nuestra
reflexión, pero lo pensado no es el que piensa. Parece un poco lioso, pero es
simple. Pensamos algo, pero no somos lo pensado. La conciencia es lo que me
permite conocer, no algo sobre el que puedo volcar mi atención.
Dicen que “El método Caycedo “consiste en una serie de técnicas de relajación,
ejercicios respiratorios, movimientos corporales y estrategias de activación
mental que tienen como fin el conocimiento de sí mismo y el desarrollo de la
consciencia”.
Si es relajación, respiración,
movimientos e incluso activación mental, estamos hablando de una incidencia a
nivel corporal. No está mal y la implementan prácticamente todas las terapias,
pero no es nada nuevo. Sin embargo, si el fin es el conocimiento de uno mismo,
estamos mezclando otros estatutos de la persona que no se desarrollan por esas
vías. Y desde luego estas técnicas no pueden desarrollar la conciencia desde el
plano material o corporal. Una conciencia no se peude desarrollar, como mucho
se podría iluminar, pero es un
proceso que le viene dado desde fuera y que no es dado por una técnica, sino
por la voluntad de Dios.
Siguen diciendo que “la persona va aumentando la percepción y
conocimiento de su propia corporalidad, sus emociones, sus pensamientos, su
conducta y sus propios valores”.
Lo que pueden hacer es aumentar
el tiempo dedicado a la actividad corporal, las sensaciones, las percepciones
sensoriales, etc., pero no aportan conocimiento sobre uno mismo, sino sobre el
estado físico. Vuelvo a repetir que en psicología, con la relajación
progresiva, se consigue lo mismo. Se podrá atender a la respuesta física y, en
la medida que uno se distrae, podrá pensar en algo, pero no se trabajarán de
forma adecuada los valores personales, como dice. Desde el punto de vista
cristiano, además, los valores se transmiten en familia, en la educación, etc.
pero sólo crecen con una implicación personal tras llevarlos voluntariamente a
la práctica. Dedicarse a la percepción sensitiva, no puede fomentar valores.
“Ella misma [la persona] va desarrollando su voluntad para mejorar
aquellas capacidades que quiere potenciar y tratar sus percepciones,
sentimientos o pensamientos molestos”.
La voluntad es una potencia
pasiva del alma que se dirige hacia lo que la inteligencia le presenta como
verdadero y que detecta, por lo tanto como bueno. La voluntad se desarrolla al
realizar ejercicios que terminan en acciones concretas y que no quedan en sus
fases constitutivas como la intención, la deliberación y la elección, por lo
que la voluntad sin plasmarse en acción no se fortalece. De allí que Dios nos
pida que la fe tenga que ir acompañada de obras.
Si bien podría no ser
especialmente mala si no se aislara del resto o no se tomara en modo principal
o absoluto, no creo que sea una buena dirección que un tratamiento se base en
la potenciación de la “sensación” o “lo molesto” desde la percepción. El ser
humano necesita traer a la conciencia sus errores, hacerlos conscientes,
elaborarlos para reducir la implicación emocional, sanarlos por medio de la
confesión y la gracia y establecer pautas y estrategias para evitar caminos que
le vuelvan a hacer caer.
“La Sofrología Caycediana hace énfasis en el ser humano como sujeto de sí mismo”.
Pues el “hacer énfasis en uno
mismo” parece trabajar la autoestima (mal entendida), la asertividad, y la
imposición del derecho sobre uno mismo como medida de autocontrol, pero entraña
el peligro de centrarse en el “sí mismo”. El cristiano, sin embargo está
llamado a entregarse a los demás, a tomar su cruz después de haberlo dejado
todo y seguir el camino de Cristo. No se trata de autodominarse, sino de
reconocerse tal cual se es, pero amados por Dios, para no dedicarle tanto
tiempo a nuestra vida y salir de ella hacia los demás. Porque quien no quiere
perder su vida, la perderá…
“Siendo una disciplina basada en la fenomenología, potencia la consciencia, la libertad y la
responsabilidad del individuo”.
Bueno, la fenomenología fue
fundada principalmente por E. Husserl en un intento de renovar la filosofía.
Trata sobre todo de la intencionalidad y de la conciencia, pero creo que “la
consciencia, la libertad y la responsabilidad” no se trabajan desde la
autoreflexión, sino saliendo hacia los demás desde un encuentro verdadero con
Dios.
Me parece a mí que la sofrología
no tiene planteamientos muy acordes a una antropología que un católico vive
cada día y no enmarca los consejos que esperamos desde un planteamiento
trascendental, pero personal con Dios. Termina siendo una forma de relajación
con visualización que trata de centrar a uno mismo consigo mismo buscando más
el autocontrol y el equilibrio que el camino de la entrega voluntaria, el
esfuerzo necesario para ello y la transparencia de conciencia que nos pone
delante de la Verdad para poderla reconocer.
Diego Cazzola
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