lunes, 27 de febrero de 2017

Curso afectividad y aprendizaje 2 (3-3-2017)

Este VIERNES 3 MARZO prosigue la reflexión sobre el aprendizaje.
Ahora que hemos visto cuáles son las condiciones necesarias para poder estudiar, toca repasar rápidamente cómo planificar las tardes, los procesos del aprendizaje y la técnica a aplicar, pero sobre todo ponerse manos a la obra y realizar ejemplos que nos ayuden a entender en qué consiste realmente esta técnica y cómo proponerla a nuestros hijos.
Viernes 3 de marzo
De 15 a 16:30
Colegio JPII (Alcorcón)
Traed subrayadores (posiblemente verde y amarillo) y material para escribir.
Entrada libre.
Organiza APA Juan Pablo II (Alcorcón)

Cómo ayudar ante el vicio de la masturbación

Pregunta:

Hola, tengo unos alumnos de secundaria que me piden ayuda porque sufren de masturbación compulsiva. Me preguntaban que qué podían hacer. Les dije que rezaran mucho y se distrajeran, pero creo que cuanto más miedo se les meta mejor. ¿Qué puedo hacer? Gracias

Respuesta:

Lo primero: el miedo nunca mueve y, si lo hace, es por un tiempo y sólo mientras persista la amenaza que motiva el miedo. Así como la gente con miedo a una multa decelera cuando la ve la policía, pero acelera nuevamente al pasarla, el miedo, en la masturbación, paraliza al chico en un sinsentido desde el que luego no sale. El riesgo principal es que empiece a justificarse o simplemente rechace la moral que subyace.

Es mejor partir de dos puntos:

1) El sentido que tiene el cuerpo sus funciones sexuales, así como el sentido del disfrutar de las cosas y del gozo que se puede encontrar en ello. Nunca es un fin en sí mismo. De tomarse así la acción se debilita hasta hacer perder el mismo gusto y, además, genera una dependencia que cada vez encuentra menor satisfacción, terminando en un sinsentido que lleva hacia los caminos de las parafilias y todas las alteraciones más perversas.

2) El amor a María y a Jesús desde la contemplación de la pureza a la que nos llama una vida de castidad. Una castidad y una pureza que es muy distinta de la mera continencia o renuncia, sino que es entrega de amor. A nadie le gusta ofender a quien ama, por lo que hay que conseguir que estos chicos descubran el amor de María, pues sólo entonces tendrán la contricción adecuada que mueve a cambiar y el apoyo necesario. Esta contricción no es miedo, sino dolor de la distancia que se percibe con respecto al ser amado. Es como cuando un niño ve a mamá dolida por su comportamiento; ese dolor nos duele más que el castigo, si amamos realmente a nuestra madre.

Así que lo que necesitan estos chicos es una buena charla en la que se sientan aceptados y acompañados, con mucha delicadeza, ya que el tema suscita la mayor vergüenza que exista, pero con unas guías de amor y esperanza. Hay que ser pacientes y realistas, pues caerán y volverán a caer si el vicio está muy instalado. Hay que recordar que la virtud del amor radica en saberse levantar, no en evitar caer. A Dios le agrada mucho que sepamos levantarnos y que confiemos nuevamente en él, más que si no cayéramos (es la moraleja de la oveja perdida), porque "le puede" su Corazón misericordioso. Por eso la confesión es una de las armas más poderosas para seguir adelante y ganar la batalla.

Cuando veas que tienen ese amor por María, ese deseo de pureza, esa conciencia de que es mejor vivir bien la sexualidad, entonces aprovecharán las oraciones. Antes toca sentirse acompañados, motivados y buscar evitar los desencadenantes: duchas rápidas en lugar de baños, chorro de la ducha fijo desde arriba, habitaciones con la puerta abierta, limpieza de fotos y vídeos de móviles y ordenadores, evitar pararse en las tiendas de ropa interior y los carteles sensuales, no hablar de cuestiones excitantes o sexuales con los demás (sobre todo de forma explícita, porque el hombre es muy visual y acelera rápido), etc. En definitiva, se trata de buscar una vida encaminada a Dios, con un gran deseo del corazón de vivir en gracia y liberar la mente de todas las posibles inmundicias que nos llegan hoy en día que son muchas y malintencionadas. Desde luego que ocupar el tiempo, la mirada y la mente en otras cuestiones buenas ayuda, pero siempre si se hace el camino correcto.

La mejor arma es el rosario y la confesión. Agarrarse al rosario, tenerlo siempre encima y rezarlo todos los días. Lo que no es recomendable desde el principio es proponer rezar avemarías cuando se está teniendo la tentación. Esto puede desencadenar asociaciones que más que ayudar, pueden empeoran. A María hay que rezarle mucho con el rosario, pero no en el momento de la excitación. Ése es el momento de cambiar de postura, dirigirse a un lugar con más gente, cambiar la temperatura del agua o salir de la ducha, etc., es decir salir de la situación. Desde luego estar ocupados con tareas sanas es bueno, pero lo más importante es llegar a desear cambiar de conducta y convertir el corazón. María Santísima y nuestro Padre del cielo concederán la gracia y la ayuda, pero siempre que sea pedida y se ponga la propia voluntad. Esto tiene que ser aclarado también.

Quien acompaña tiene que estar cercano, claro, pero sin reprochar, paciente y dispuesto a escuchar una y otra vez lo mismo. Es un trabajo duro y progresivo que puede llevar tiempo, pero que tiene un gran premio: la pureza de un alma y su salvación.

Paz y bien.

lunes, 6 de febrero de 2017

La importancia de la virginidad de María y José

Tras tanto revuelo sobre la virginidad de María[1] y José, me gustaría dejar una breve reflexión sobre su importancia y sobre la necesidad de que el desposamiento de María con San José fuera en virginidad.

Empecemos por una muy breve premisa. A pesar de los retratos y pinturas de la tradición, San José no era un anciano feo e impotente. Dios no habría dado nunca a María un San José viejo y sin deseos cuya virtud de la castidad se debiera más a la ancianidad que al amor.

Hay varias razones siendo una la más importante. Empezando por las varias razones importantes podemos decir:

1. Para que el Mesías fuera de la estirpe de David tal como decían las escrituras, además que un signo que esperaban los judíos para reconocer al Mesías era precisamente que nacería de una virgen[2];

2. Para custodiar el misterio de la encarnación hasta el momento oportuno. José tuvo el honor y la responsabilidad de garantizar que el Mesías pudiera cumplir con su misión salvadora, pero para eso había que proteger a María y el secreto de sus entrañas;

3. Para que la Sagrada Familia fuera a la vez ejemplo para las vocaciones matrimoniales y consagradas, mostrando a ambas la excelencia de la entrega en el amor puro a Dios, libre de deseos personales, gustos, apetitos e incluso necesidades legítimas;

4. Porque la consumación del matrimonio encarna la unión de Cristo con su Iglesia, pero entre María y José esa unión era consumada en el mismo Jesús de forma plena y definitiva[3];

5. José y María descubrieron su paternidad y maternidad desde la virginidad para proyectarla desde el principio y de forma perfecta hacia la humanidad entera, sin reservarse nada.

6. Siendo virgen y Madre, María es también figura de la Iglesia y su más perfecta realización.

Finalmente, la más importante de todas y la que realmente se pretende atacar poniendo en duda la virginidad de María en su maternidad y su matrimonio es que la maternidad virginal de María está íntimamente vinculada a la divinidad de Cristo. Cargarse la virginidad de María y su perfecta pureza es arrebatarle la divinidad a Cristo, el poder omnipotente del Padre en la salvación, y el poder creador y santificante del Espíritu Santo. En definitiva, es un modo de debilitar la eterna Misericordia de Dios que sale al encuentro de la miseria humana respetando su naturaleza (que fue creada buena), pero redimiéndola desde lo más profundo de sí misma y desde el principio.
Es intentar podrir el efecto sanador de la acción perfecta de Dios que nunca empieza por odres viejos y nunca instrumentalizaría a una persona pisoteando su persona. Dios siempre cuenta con la libertad humana para actuar por medio de ella y la ama con dignidad y gracia proporcionada en esa vocación. Por eso preparó a María desde la eternidad, para que fuera la nueva Eva[4], la nueva arca de la alianza[5] y la mediadora entre lo humano y lo divino, pues “sin” el sí de María (Lc 1,37-38) la súplica del hombre habría quedado abortada, pero “con” el sí de María se ha establecido un perfecto puente entre Dios y el hombre que Cristo ha podido recorrer para redimirnos y obrar el milagro de los milagros conocidos: la entrega redentora en la libre muerte de la cruz y la permanencia incruenta de ésta en la Eucaristía.


Que María Virgen y Madre que nos ha traído al mundo al Salvador en tan perfecta entrega sea la capitana firme y poderosa que nos lleve en este fin de los tiempos a los brazos de su hijo con su amor de Madre.

Paz y bien.

Fuente:

Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), n.484-507.



[1] Cfr. Letrán, año 649: DS 503.
[2] Recordemos el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado 8-XII-1854 por Pío IX confiesa: “la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano”.
[3] Como dijo León XIII de modo admirable: “Su matrimonio fue consumado con Jesús”.
[4] LG n.56.
[5] Observemos que si el arca de la alianza fue mandada a construir por orden divina con un material concreto y unas medidas concretas, no podía ser tocada excepto por el sumo sacerdote en determinados casos y en perfecta santidad, so pena de muerte súbita, etc. porque era la santa morada de Dios en la tierra, cuanto más la Virgen María que no contenía las tablas de la ley, sino el mismo Salvador del mundo, habría sido preparada, cuidada y respetada con un amor especial por Dios Padre.

viernes, 3 de febrero de 2017

Curso afectividad y aprendizaje (10-02-17)

En estos tiempos difíciles donde no hay una antropología unitaria que presente la verdad del hombre, su belleza y a la vez sepa describir su sentido más profundo y espiritual, pero sin olvidar lo práctico y necesario para los padres y educadores, muchas realidades educativas están pasando a ser tópicos o momentos negativos que hay que pasar.

La adolescencia es vista como un momento dramático de lucha con las reglas en la que el niño deja de ser bueno y ordenado, para transformarse en un rebelde que los padres tienen que mantener bajo estricto control o que es abandonado a los amigos desconocidos a los que tiene en mayor estima que a los padres. ¿Es lo que hay? ¿Es así? ¿Es que Dios tuvo unos cuantos “errores de programación” al diseñar esa etapa del crecimiento del hombre?

Desde luego que no. La adolescencia tiene un sentido biológico, psíquico y espiritual muy importante, claro y necesario, sólo hay que conocerlo para entrar correctamente a educar esta preciosa etapa del ser humano.

¿Y la autoestima? ¿Es realmente el quererse mucho a uno mismo? ¿Se debe de potenciar al máximo? Si no tenemos claro qué tenemos que estimar de nosotros y para qué tenemos que hacerlo, ¿podremos fomentar un buen autoconcepto y su correcta medida? No lo creo. Es preciso ir al origen del sentido de las cosas para orientarlas correctamente. Es lo que la psicología ha dejado de hacer hace muchos años, y por lo que se ha perdido en un mar de cientificismos teóricos y de estudios escasamente aplicables al hombre, pero que cuando lo hace lo desintegran y desvirtúan abandonándolo a su soledad e introduciéndolo en un camino de desesperanza.

Pero hay muchos interrogantes más: la inteligencia, la voluntad, las emociones y los afectos, ¿son malas? ¿Qué relación hay entre ellas? ¿Realmente existe una inteligencia emocional? ¿Qué dinamismo existe entre estas realidades y de quién depende: del cerebro, del alma, de la mente, del espíritu?  ¿De verdad pretendemos exigir madurez, equilibrio y estudio a los jóvenes si no sabemos acercarnos a sus necesidades y sin tener estos criterios tan esenciales para la educación? Necesitamos conocer el lenguaje del amor del educador y su marco antropológico para poder hacerlo.

Si quieres saber sobre estos temas y cómo integrarlos en una visión antropológica sobrenatural, católica y práctica, sólo tienes que acudir al Colegio Juan Pablo II de Alcorcón (Madrid) el próximo viernes 10 de febrero de 2017 a las 14:30. Serán dos horas descubriendo los secretos de la educación que aún no te han contado ...bien.

La charla, a cargo del psicólogo orientador Diego Cazzola, es gratuita y promovida por el APA del colegio JPII (Alcorcón).

Si te animas a venir, puedes manifestar los temas y las edades que más te interesan aquí: https://goo.gl/forms/PaZaWXnIXMk3yXti2

La sociedad va mal, pero las personas siguen estando bien hechas y perseguidas por Dios, así que ¡siempre hay esperanza!


Más info sobre Diego Cazzola:





jueves, 2 de febrero de 2017

¿Qué significa esos 1000 años del Apocalipsis y esa primera resurrección?

Me formulan la siguiente pregunta y trataré de responderla desde mi perspectiva y según lo que he aprendido y estudiado (las notas son bastante importantes, pero las he colocado al final para facilitar la lectura):

¿Qué significa esos 1000 años del Apocalipsis Ap 20,4 y esa primera resurrección? ¿Que el fin de los tiempos serán 1.000 años, con gente resucitada, volverá a salir Satanás pasado ese tiempo y entraremos ya en el Reino de los Cielos?

¿O es que los 1.000 años son los tiempos actuales con gente en el Cielo tras la llegada de Jesús, y una vez cumplido entramos en el fin de los tiempos, en la tierra prometida? ¿Para siempre? No encaja porque no hay Cielo, sólo tierra (o no hay reinado de Jesús en la tierra física...). En Ez 37, 14 habla claramente de "en vuestra tierra"...

Entender lo que se me pregunta es muy complejo. Nadie sabe con certeza lo que significa. El libro del Apocalipsis no pretende ser un anticipar con claridad los hechos futuros, sino una guía para entender los acontecimientos que estén pasando. Tratar de entenderla del todo antes de tiempo es un imposible, pues se mezcla la simbología y una cronología imprecisa.

Dicho esto, puedo decir la idea que me he hecho yo tras estudiarlo estos años, pero sin ser experto en este ámbito. Creo que la primera resurrección es la que Cristo ha realizado en nuestro espíritu renovándolo por el bautismo y permitiéndonos estar purificados por la confesión. Muriendo en la cruz y resucitando, Jesús  “capturó al Dragón” lo arrojó al Abismo, lo cerró con llave y lo selló, para que el Dragón no pudiera seducir a los pueblos paganos” (Ap 20,2-3). El hecho que esto sea para mil años y que luego sea soltado implica, en mi opinión, que esos mil años son el tiempo entre su ascensión al cielo y su regreso en gloria. Éste, propiamente hablando, es el fin de los tiempos ya que Israel estaba esperando una promesa que cumpliría su mayor deseo de tener el mesías que llevara la fe a la plenitud. Esa plenitud es Cristo. Sin embargo, la muerte de Cristo en la cruz es la copa de la Pascua que no bebió en la última cena[1] para beberla en la cruz misma[2] y que se renueva en cada misa para el perdón de los pecados de todas las generaciones futuras.[3] Así que la plenitud que ha llegado con Cristo podría suponer perfectamente una resurrección primera espiritual, como muerte al pecado. Sin embargo, en el final de este tiempo de plenitud, el Dragón será soltado para poner a prueba y purificar a la Iglesia. Aunque durante todo este tiempo se dará una separación de “cabras y ovejas” o “del trigo y la cizaña”, será en el final de este tiempo el momento más preciso y contundente de ese aquilatamiento, también llamado Gran Tribulación[4] o prueba final[5]. Será un momento específico en el que los acontecimientos favorecerán una toma de posición cada vez más clara: o con Dios o contra Dios, favoreciendo la unión de los cristianos y la conversión de los judíos, es decir todo Israel, tal como está profetizado (Rm 11, 26; Mt 23, 39). Esto se puede deducir también del “aviso”, o “luz de conciencia”, que se profetiza en Garabandal.  Garabandal (así como casi todas las apariciones de la Virgen María) es una pieza clave para entender estos acontecimientos que Dios nos entrega de la mano de su Madre para que estemos preparados y sepamos cómo hacerlo, nada más nada menos. Hay que decir que cada vez son más los estudiosos de escatología que entienden que el glorioso retorno de Cristo no es el “fin del mundo” o “juicio final”, cuya hora no nos "toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad" (Hch 1, 7; cf. Mc 13, 32), sino que se desgrana en unos acontecimientos previos preparatorios.

Así que entiendo que el tiempo entre la primera y la segunda venida de Cristo es un tiempo para la extensión del Evangelio, el crecimiento de la Iglesia y el testimonio de la Verdad. Cuando este tiempo haya llegado a su plenitud, el mal empezará a dominar. Por eso se dice el Apocalipsis que “cuando se cumplan esos mil años, Satanás será liberado de su prisión […] Saldrá para seducir a los pueblos que están en los cuatro extremos de la tierra […]” y que “su número será tan grande como las arenas del mar y marcharán sobre toda la extensión de la tierra, para rodear el campamento de los santos, la Ciudad muy amada. Pero caerá fuego del cielo y los consumirá” (Ap 20,7-9).

Esta extensión del mal es, en mi opinión, exactamente el momento que estamos viviendo ahora mismo. Empezó claramente con los antecedentes de la Primera Guerra Mundial, se visibilizó aún más con la revolución del ’68, pero a partir de estos últimos 5-10 años podemos ver en un crecimiento exponencial y especialmente perverso en su ataque a la vida naciente y a la familia. El apoyo de este dato es enorme y no puede recogerse en este escrito, pero sólo quiero citar al Papa León XIII quien en una visión escuchó un diálogo entre Satanás y Dios en el que Dios concedía 100 años al demonio para poder influenciar al mundo como nunca antes había podido hacerlo y tras el cual mandó rezar la famosa oración de San Miguel[6]. Ese caer fuego del cielo que aparece en el Apocalipsis y que consumirá a los propagadores del mal podría ser algún acontecimiento cósmico o natural, pero no descartaría que fuera también, o a la vez, un acontecimiento espiritual en el que los malvados sean heridos en el alma. El fuego es símbolo de purificación y aquilatamiento. Hay que recordar que los castigos de Dios suelen estar siempre en el orden de la conversión, más que de la venganza. En este sentido, tendría sentido entender que esta intervención de Dios para parar la extensión del mal, podría realizarse perfectamente cumpliendo el Aviso, el Gran Milagro y el Castigo profetizados en Garabandal. Atendiendo a Medjugorje y Akita el castigo parece ser ya inevitable, pero atenuable. De allí el sentido de la gran llamada al ayuno, la oración, la penitencia, el rezo del rosario, la lectura de la Palabra y la vida de gracia y sacramentos. No sólo pedimos por los pecadores y su conversión, sino para reparar los males causados por tantos hermanos que ofenden a Dios arriesgando su propia condena y generando maldad en la tierra.

Si bien los tiempos de estos acontecimientos tienen algunas referencias que pueden indicarnos su cercanía, no se pueden predecir con certeza y toda deducción nos mantiene, en mi opinión de forma intencionada, en alerta y vigilantes (Mt 26,41) como debe de ser.

Esta Gran Tribulación se caracterizará por varios hechos importantes y concretos, más allá de la persecución religiosa, la inmoralidad, el ataque a la vida y a la familia y la degeneración perversa de las sociedades, leyes y economías que “sacudirá la fe de numerosos creyentes” (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12). Se espera la “abominación de la desolación”[7] profetizada por el profeta Daniel relacionada con la desaparición de la Eucaristía, guerras y terremotos especialmente importantes (que ya se pueden observar), la salida del Papa de Roma, su asesinato y un tiempo de sede vacante, pero sobre todo la visualización del falso profeta y del anticristo que tratarán de hacerse con la Iglesia. No podemos olvidar, sin embargo, que todos los acontecimientos de Garabandal, así como el Triunfo del Corazón Inmaculado de María profetizado en Fátima para el primer tercio del Siglo XXI (quedan 13 años como mucho), serán las grandes ayudas del Cielo para el pueblo de Dios. Justamente cuando estos acontecimientos estén en su punto máximo y en un tiempo muy breve, pero un momento determinado de la historia (cfr. Rm 11, 31 o CIC n.674), que muchas profecías indican de 3 días, volverá Cristo Glorioso a instaurar su Reino en la tierra, es decir, lo mismo que venimos pidiendo en el Padrenuestro y sobre todo en cada Eucaristía[8] (cf. 1 Co 11, 26): que se apresure el retorno de Cristo (cf. 2 P 3, 11-12) cuando suplicamos: "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 20; cf. 1 Co 16, 22; Ap 22, 17-20).

Esperar a que Cristo venga a la tierra en Gloria tal como nos prometió y en un momento muy concreto, tras esperarle más de 2000 años y tras pasar esos “dolores de parto” (cfr. Rm 8, 19-22) y no poder gozar de su presencia en la tierra durante un tiempo es cuanto menos incongruente, sino absurdo. En este sentido, a partir de ese momento tan esperado habrá un tiempo para que ese Reinado de Cristo pueda darse, pero no sabemos cuánto tiempo durará. Sabemos que no reinará el pecado (aunque tampoco desaparecerá del todo), sino Cristo mismo como Rey del Universo "con gran poder y gloria" (Lc 21, 27; cf. Mt 25, 31). La acción de la Iglesia, y sobre todo de la adoración eucarística, será principal y universal. Pero como el corazón del hombre que no esté ya en la presencia del Padre se acostumbra y se relaja con el tiempo, el pecado personal volverá a hacerse cada vez más presente, pero antes de que esto trascienda sobrevendrá el fin del mundo y la restauración de todas las cosas. Será el momento de los “cielos nuevos y tierra nueva”[9].

Cabe la posibilidad de que estos “cielos nuevos y tierra nueva”, la Jerusalén Celeste que descenderá del cielo sea justo después del castigo. De ser así sería una alegría mayor. Sea como sea, Dios llama a su pueblo a la conversión para que podamos gozar de su presencia, sea  aquí en la tierra, sea en la nueva Jerusalén, o en cielo. Desde luego creer en la resurrección de los cuerpos y no tener un lugar para existir con ello, es igual de absurdo que esperar la segunda venida de Cristo y la instauración de su Reino y que no venga para quedarse, sino para castigar.

Este 2017 es un año muy especial en el que se concentrar muchas posibilidades de grandes cambios. Sigamos atentos a los signos de los tiempos[10] y sepamos verlos con deseo de cumplimiento y de que Cristo manifieste su gloria, no con miedo o desesperanza. Somos hijos de la luz, sólo cabe el amor, la santidad y la esperanza en un mundo en el que Dios sea el centro. Ese es el reino de los Cielo que ya está en nosotros, pero que aún debe de brillar con más claridad y más fuerza.

Paz y bien.


[1] Un detalle poco conocido y muy importante. En la cena pascual judía había (y sigue siendo así) cinco copas que recuerdan la Redención de Israel y se asocian como enseñanza y mensaje a los cuatro términos de la redención mencionados en el Éxodo: “Os sacaré… os libertaré… os redimiré… y os tomaré para mí como pueblo” Éxodo 6, 6-7 y la quinta copa que recuerda que el Mesías vendrá a redimirnos. Son las copas de la Bendición o santidad, de las Plagas de Egipto, de la Redención, de las Alabanzas y de Elías. En el momento de la copa de la redención Jesús no la bebió, sino que salió al huerto de los olivos, donde de hecho ruega al Padre poder no beber esa “copa”, pero donde decide beberla para cumplir su voluntad.
[2]Después de beber el vinagre, dijo Jesús: «Todo se ha cumplido». E inclinando la cabeza, entregó su espíritu” (Jn 19,30). Cfr. Mc 15,36; Mt 27,48; Lc 23,36. Nótese que ya le ofrecieron de beber antes al llegar al Gólgota, pero Jesús no quiso beber: "le ofrecieron vino mezclado con hiel; pero Él, después de probarlo, no lo quiso tomar" (Mt 27,34).
[3] Hay que decir que en la Pascua judía se conseguía el perdón de los pecados de ese año y por eso el sacrificio de ese cordero había que hacerlo nuevamente cada año. Cristo, que ha llevado a plenitud toda la tradición antigua insertándose en ella como cordero vivo y perfecto, renueva ese sacrificio para los presentes de cada Eucaristía.
[4] Cfr. 1 Co 7,26. También: “Setenta semanas han sido fijadas sobre tu pueblo y tu Ciudad santa, para poner fin a la transgresión, para sellar el pecado, para expiar la iniquidad, para instaurar la justicia eterna, para sellar la visión y al profeta, y para ungir el Santo de los santos” (Daniel 9,24-27).
[5] “La Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12)”, CIC 675.
[6] Oración a San Miguel Arcángel del papa León XII: “San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate contra las maldades e insidias del demonio. Se nuestra ayuda, te rogamos suplicantes. ¡Que el Señor nos lo conceda! Y tú, príncipe de las milicias celestiales, con el poder que te viene de Dios arroja en el infierno a Satanás y a los otros espíritus malignos que ambulan por el mundo para la perdición de las almas.” (León XIII, 18 de mayo de 1890; Acta Apostolicae Sedis, p. 743) Fuente: www.aciprensa.com/recursos/las-oraciones-de-leon-xiii-a-san-miguel-arcangel-por-la-iglesia-1268

[7] "Y a la mitad de la semana hará cesar el Sacrificio y la Oblación; y sobre el Santuario vendrá una abominación desoladora, hasta que la consumación decretada se derrame sobre el devastador" (Daniel, 9,27).
[8] Como respondemos después de la consagración, en sus dos fórmulas, tras decir el sacerdote “éste es el Misterio de la fe”: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!” o “Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.”
[9]La sagrada Escritura llama "cielos nuevos y tierra nueva" a esta renovación misteriosa que trasformará la humanidad y el mundo (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1). Esta será la realización definitiva del designio de Dios de "hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra" (Ef 1, 10).” (CIC n. 1043)
[10] La expresión “signos de los tiempos” aparece por primera vez en los evangelios (Mt. 16, 1-4; Mc. 8, 12; Mc 13, 1-23; Lc. 12, 54 – 56), como una llamada de atención a la llegada del reino de Dios. Es el Papa Juan XIII que vuelve a usar la expresión "signos de los tiempos", y el Vaticano II la asume en Gaudiumet Spes.