jueves, 26 de mayo de 2016

Dios nos tiene pensados desde toda la eternidad y desde esa eternidad nos ama y espera nuestra respuesta a su amor. ¿Pero entonces soy libre?

Es tan cierto como misterioso que Dios conoce el pasado, el presente y el futuro como si de un mismo instante se tratara a pesar de estar presente en el tiempo que nosotros vivimos, pero esto es un misterio. Para no caer en las grandes dudas que levanta esta cuestión con respecto al valor de nuestra libertad cuando Dios conoce ya nuestra respuesta hay que decir que es importante no confundir la libertad de la criatura de la libertad de Dios, así como los diferentes tipos de libertades en la criatura humana (sin entrar en la angelical).

Dios es libre porque es originario, es decir no tiene inicio ni fin y todo sale de Él, quien siempre crece en amor intratrinitario y hacia sus criaturas de forma dinámica y siempre creciente. Todo lo que él hace es bueno y sólo es malo aquello que, por ser libre, se aleja de Dios y deja de crecer unido a él y mirándole, como el sarmiento que se corta de la vid (Jn 15, 1-8; también aqui).

Sin embargo, el hombre es libre no tanto por poder elegir una acción u otra, algo que de alguna forma también realizan los animales, sino por poder destinar su vida a quien quiera y lo que quiera. Es una decisión trascendental y de vital importancia, pues fallar en esto puede llevar al hombre a alejarse de Dios e incluso condenarse rechazando la misericordia voluntariamente, perdiendo propiamente la libertad profunda que sólo crece dirigiéndose a Dios y siendo sostenidos por él. El hombre tiene que elegir personalmente entre el bien y el mal, por lo que, de hacerlo conscientemente, se hace responsable de la elección por doble vía: mereciendo la elección que toma (no tanto por los frutos que dará esa elección), si es buena, y culpabilizándose si es mala.

Pero estamos en el orden natural, no en el sobrenatural. La libertad del hombre es imprescindible para que su aceptación  de Dios (amor) sea significativa, tanto que Dios prefiere correr el riesgo de que alguien se condene a que le elija sin ser libre, por eso ninguna persona puede realmente sentirse amado por un animal, pues no es persona y no puede corresponder al amor.

Lo que ocurre es que esta libertad humana es limitada ya que nuestro conocimiento, capacidad y naturaleza están limitados por el pecado y por ser criaturas. Dios sin embargo penetra el espacio, el tiempo y la naturaleza de un modo que conoce con tal profundidad la esencia de todo lo que ha creado que alcanza a estar presente incluso en aquello que nosotros aún no hemos elegido.

La discusión entre el pecado y la gracia ha sido una de las más debatidas durante estos 2000 años y ya San Agustín le ha dedicado muchas reflexiones y discusiones. Es un misterio incomprensible, pero lo que sí sabemos es que Dios da a cada uno la posibilidad necesaria para salvarse, dejándonos la posibilidad de pedir los unos por los otros e interceder a favor de alguien. De allí que es muy importante la comunión de los Santos, la oración por los demás (especialmente por las almas del Purgatorio que no pueden rezar para sí mismas y esperan nuestras oraciones), la petición de ayuda de Dios (sobre todo del Espíritu Santo que es quien revela y obra para Dios Padre) y de María (que es corredentora y mediadora de todas las gracias).

Hay muchas gracias que son concedidas porque uno las pide por otro y que de otra manera no habrían sido derramadas. Otras Dios las quiere derramar, pero nadie las pide (como en la medalla de la Virgen Milagrosa, donde los rayos representan precisamente esas gracias). Casi nunca somos conscientes de quién las ha pedido por nosotros, pero siempre son efectivas, por eso es importantísimo rezar por los más necesitados y alejados, sobre todo por los que nadie reza por ellos, los pobres de los más pobres (no sólo físicamente, sino sobre todo espiritualmente).

Aún así, hay que entender que Dios ama a todos, pero no a todos por igual, ni a todos da las misas gracias. Esto obedece al plan salvífico de Dios y no corresponde a nosotros juzgar dicha distribución de la gracia, pues siempre es justa. En parte porque al amor de Dios depende de nuestra respuesta, cuanto más perfecta una respuesta más Dios puede obrar su gracia. De allí que en la Virgen María se da el amor humano más grande de todos, pues concebida sin pecado, su respuesta de amor ha sido y es la más perfecta de todas, hasta asignarle la terea de administrar todas las gracias del Padre.

¿Por qué Jesús eligió entonces a Judas para ser su apóstol si sabía que le iba a traicionar y, sobre todo, por qué le dejó estar a su lado hasta el final?

Dios te ama desde la eternidadSencillamente porque en el momento más importante de la vida de una persona, que es su juicio particular justo después de su muerte, nadie podrá reprocharle a Jesús no haber hecho todo lo posible para que se pudiera salvar, dejando así patente que la elección de rechazarle no era de Dios y, a la vez, mostrando exactamente lo contrario, es decir, su profundo y total deseo de salvación de esa persona, hasta el punto de ser perjudicado en la cruz. Porque si supiéramos el valor que tiene un alma para Dios nos derretiríamos de tanto amor inmerecido y se nos desharía el corazón en lágrimas de gratitud para toda la eternidad. Porque es así: Dios nos tiene pensados desde toda la eternidad y desde esa eternidad nos ama y espera nuestra respuesta a su amor. Sólo uno es el deseo de Dios hacia la persona creada: hacerle partícipe de su amor eterno por la infinita misericordia desbordante de su corazón de amor.



En conclusión la libertad no se puede entender mezclando los planes sobrenaturales (Divinos) de los naturales (humanos) sino dentro de cada plan y atendiendo a que el plan divino penetra lo humano sin alterar su elección libre y real y, por lo tanto su responsabilidad. Tampoco se puede reducir la libertad a meras elecciones, sino que hay que verla como una adhesión cada vez más perfecta a la voluntad del padre. La paradoja más grande de la libertad es que cuanto más se la entrega a Dios, más crece en perfección, significado y alcance. Por lo contrario, cuanto más se aleja de Dios, más encierra a la criatura en su naturaleza, despersonalizándola y reduciéndola a un sí mismo egocéntrico, caprichoso y más cercana al sinsentido decreciente y a la auténtica muerte.

Paz y bien.

Diego Cazzola.



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