Según Epicuro, si Dios no está dispuesto a
impedir el mal es que no es capaz, y si no es capaz no es omnipotente, sino
malévolo. Si puede, pero sigue habiendo maldad, habría que retirarle el título de
Dios.
No sólo Dios es capaz y está dispuesto a
impedir el mal, sino que lo tiene bien pensado desde antes del pecado original.
Claro que Epicuro no conoció a Jesús, pero que hoy en día se utilicen sus frases para seguir ese planteamiento es cuanto menos absurdo. ¡Cuánta ignorancia de lo que Dios hizo por amor a los hombres!
Una de las teorías más validadas en teología que explica la caída de los
ángeles es precisamente la visión de un Dios que se encarnaba en una mujer por
la salvación del mundo. No lo toleraron y se rebelaron. Pero María estaba
pensada ya antes de la creación del mundo en el seno de Dios y para el camino
de la redención de Cristo. La razón del porqué no interviene cómo nos gustaría a nosotros (al estilo Hollywood, con poder ruidos y estruendos fulminantes que se cargan a los malos) es porque Dios es mejor que nosotros en capacidad y en pureza. Domina el tiempo y lo penetra con su propio ser viviendo la realidad eterna en un sólo presente perfecto. Vamos, que no tiene prisa porque sabe el final y, como decimos nosotros, lo tiene todo controlado, pero de verdad.
La cuestión para entender el mal permitido es muy sencilla y es una
cuestión tan vieja como el hombre tiene uso de razón. Lo esencial en Dios es el amor, lo esencial del amor es la libertad, lo
esencial de la libertad es el libre albedrío. Si no nos hubiese hecho libres
y/o no respetara Dios nuestras elecciones aceptando las consecuencias, dejaría
de tener valor cualquier acto realizado. Somos responsables de nuestros
actos y éstos pueden adquirir significado personal porque somos libres. Si
descubriera que mi mujer se casó conmigo por dinero, me sentiría traicionado
precisamente porque su amor por mí lo entiendo como libre y, haber sido pagada,
anularía el significado de todo lo que ocurrió. Así que Dios sabía
perfectamente que podíamos meter la pata con nuestra libertad e incluso nos
probó en la obediencia, pero también sabía que era necesario. Lo esencial de la libertad no es la
elección, sino el sentido de amor al que ella nos entrega. La libertad nos
permite entregar la vida a alguien con sentido personal. Pero para esto hay
que correr el riesgo de la equivocación e incluso de lo más dramático: la
posibilidad del rechazo. Un perro no me rechazará nunca si le entreno bien y le
doy lo básico, pero un hijo puede rechazarme cuando se dé cuenta de esa
posibilidad, porque es una persona.
El último dato que hay que aportar ante la dilucidación de so magna ignorancia
teológica es que el mal provocado por la
libertad personal (esto es humana, pero también angelical) cae también dentro del designio creador del
Padre, quien ha sabido adelantarse al desastre del pecado pensando en la redención
del universo entero por medio de su Hijo. La dificultad, la terrible dificultad, es no entender que si por la desobediencia y la
soberbia entró el pecado en el mundo, por la obediencia y la humildad entró la
redención. Estas dos características han marcado no sólo la salvación y el
mensaje evangélico, que por eso la mayoría de los judíos no supieron ver, sino
el modo de ser acogida la Verdad: sólo los humildes, los sencillos, los
obedientes, los caritativos, los puros, etc., verán el sendero de la salvación
y entenderán el obrar de Dios. Por eso dice Jesús que el Padre "lo ha
escondido a los soberbios” y da las gracias por ello. Porque así sólo lo puro entrará en la verdad y podrá
vivir el Reino de Dios.
En resumen: Dios nos deja libres de
querer el amor que nos da, hasta correr el riesgo de perdernos. Deja que le
descubramos y le aceptemos sin violentar nuestra naturaleza y se muestra a cada
uno para que pueda optar por la salvación. Las consecuencias de la libertad mal
empleada no se pueden eliminar sin más porque afectaría a la radicalidad del
sentido de la libertad, pero todo mal está pensado por Dios para sacar mayor
bien y conseguir la salvación de todos los que pueda.
Así que en lugar de decir una y otra vez la ignorante memez de que si
Dios existiera no existiría el mal, es mejor estudiar quién es Dios, descubrir
su gran amor por nosotros y dejar de proyectar en él los poderes de los
superhéroes de Hollywood que querríamos tener nosotros en nuestra pobre
imaginación del poder divino.
Paz y bien