lunes, 27 de febrero de 2017

Cómo ayudar ante el vicio de la masturbación

Pregunta:

Hola, tengo unos alumnos de secundaria que me piden ayuda porque sufren de masturbación compulsiva. Me preguntaban que qué podían hacer. Les dije que rezaran mucho y se distrajeran, pero creo que cuanto más miedo se les meta mejor. ¿Qué puedo hacer? Gracias

Respuesta:

Lo primero: el miedo nunca mueve y, si lo hace, es por un tiempo y sólo mientras persista la amenaza que motiva el miedo. Así como la gente con miedo a una multa decelera cuando la ve la policía, pero acelera nuevamente al pasarla, el miedo, en la masturbación, paraliza al chico en un sinsentido desde el que luego no sale. El riesgo principal es que empiece a justificarse o simplemente rechace la moral que subyace.

Es mejor partir de dos puntos:

1) El sentido que tiene el cuerpo sus funciones sexuales, así como el sentido del disfrutar de las cosas y del gozo que se puede encontrar en ello. Nunca es un fin en sí mismo. De tomarse así la acción se debilita hasta hacer perder el mismo gusto y, además, genera una dependencia que cada vez encuentra menor satisfacción, terminando en un sinsentido que lleva hacia los caminos de las parafilias y todas las alteraciones más perversas.

2) El amor a María y a Jesús desde la contemplación de la pureza a la que nos llama una vida de castidad. Una castidad y una pureza que es muy distinta de la mera continencia o renuncia, sino que es entrega de amor. A nadie le gusta ofender a quien ama, por lo que hay que conseguir que estos chicos descubran el amor de María, pues sólo entonces tendrán la contricción adecuada que mueve a cambiar y el apoyo necesario. Esta contricción no es miedo, sino dolor de la distancia que se percibe con respecto al ser amado. Es como cuando un niño ve a mamá dolida por su comportamiento; ese dolor nos duele más que el castigo, si amamos realmente a nuestra madre.

Así que lo que necesitan estos chicos es una buena charla en la que se sientan aceptados y acompañados, con mucha delicadeza, ya que el tema suscita la mayor vergüenza que exista, pero con unas guías de amor y esperanza. Hay que ser pacientes y realistas, pues caerán y volverán a caer si el vicio está muy instalado. Hay que recordar que la virtud del amor radica en saberse levantar, no en evitar caer. A Dios le agrada mucho que sepamos levantarnos y que confiemos nuevamente en él, más que si no cayéramos (es la moraleja de la oveja perdida), porque "le puede" su Corazón misericordioso. Por eso la confesión es una de las armas más poderosas para seguir adelante y ganar la batalla.

Cuando veas que tienen ese amor por María, ese deseo de pureza, esa conciencia de que es mejor vivir bien la sexualidad, entonces aprovecharán las oraciones. Antes toca sentirse acompañados, motivados y buscar evitar los desencadenantes: duchas rápidas en lugar de baños, chorro de la ducha fijo desde arriba, habitaciones con la puerta abierta, limpieza de fotos y vídeos de móviles y ordenadores, evitar pararse en las tiendas de ropa interior y los carteles sensuales, no hablar de cuestiones excitantes o sexuales con los demás (sobre todo de forma explícita, porque el hombre es muy visual y acelera rápido), etc. En definitiva, se trata de buscar una vida encaminada a Dios, con un gran deseo del corazón de vivir en gracia y liberar la mente de todas las posibles inmundicias que nos llegan hoy en día que son muchas y malintencionadas. Desde luego que ocupar el tiempo, la mirada y la mente en otras cuestiones buenas ayuda, pero siempre si se hace el camino correcto.

La mejor arma es el rosario y la confesión. Agarrarse al rosario, tenerlo siempre encima y rezarlo todos los días. Lo que no es recomendable desde el principio es proponer rezar avemarías cuando se está teniendo la tentación. Esto puede desencadenar asociaciones que más que ayudar, pueden empeoran. A María hay que rezarle mucho con el rosario, pero no en el momento de la excitación. Ése es el momento de cambiar de postura, dirigirse a un lugar con más gente, cambiar la temperatura del agua o salir de la ducha, etc., es decir salir de la situación. Desde luego estar ocupados con tareas sanas es bueno, pero lo más importante es llegar a desear cambiar de conducta y convertir el corazón. María Santísima y nuestro Padre del cielo concederán la gracia y la ayuda, pero siempre que sea pedida y se ponga la propia voluntad. Esto tiene que ser aclarado también.

Quien acompaña tiene que estar cercano, claro, pero sin reprochar, paciente y dispuesto a escuchar una y otra vez lo mismo. Es un trabajo duro y progresivo que puede llevar tiempo, pero que tiene un gran premio: la pureza de un alma y su salvación.

Paz y bien.

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