lunes, 6 de febrero de 2017

La importancia de la virginidad de María y José

Tras tanto revuelo sobre la virginidad de María[1] y José, me gustaría dejar una breve reflexión sobre su importancia y sobre la necesidad de que el desposamiento de María con San José fuera en virginidad.

Empecemos por una muy breve premisa. A pesar de los retratos y pinturas de la tradición, San José no era un anciano feo e impotente. Dios no habría dado nunca a María un San José viejo y sin deseos cuya virtud de la castidad se debiera más a la ancianidad que al amor.

Hay varias razones siendo una la más importante. Empezando por las varias razones importantes podemos decir:

1. Para que el Mesías fuera de la estirpe de David tal como decían las escrituras, además que un signo que esperaban los judíos para reconocer al Mesías era precisamente que nacería de una virgen[2];

2. Para custodiar el misterio de la encarnación hasta el momento oportuno. José tuvo el honor y la responsabilidad de garantizar que el Mesías pudiera cumplir con su misión salvadora, pero para eso había que proteger a María y el secreto de sus entrañas;

3. Para que la Sagrada Familia fuera a la vez ejemplo para las vocaciones matrimoniales y consagradas, mostrando a ambas la excelencia de la entrega en el amor puro a Dios, libre de deseos personales, gustos, apetitos e incluso necesidades legítimas;

4. Porque la consumación del matrimonio encarna la unión de Cristo con su Iglesia, pero entre María y José esa unión era consumada en el mismo Jesús de forma plena y definitiva[3];

5. José y María descubrieron su paternidad y maternidad desde la virginidad para proyectarla desde el principio y de forma perfecta hacia la humanidad entera, sin reservarse nada.

6. Siendo virgen y Madre, María es también figura de la Iglesia y su más perfecta realización.

Finalmente, la más importante de todas y la que realmente se pretende atacar poniendo en duda la virginidad de María en su maternidad y su matrimonio es que la maternidad virginal de María está íntimamente vinculada a la divinidad de Cristo. Cargarse la virginidad de María y su perfecta pureza es arrebatarle la divinidad a Cristo, el poder omnipotente del Padre en la salvación, y el poder creador y santificante del Espíritu Santo. En definitiva, es un modo de debilitar la eterna Misericordia de Dios que sale al encuentro de la miseria humana respetando su naturaleza (que fue creada buena), pero redimiéndola desde lo más profundo de sí misma y desde el principio.
Es intentar podrir el efecto sanador de la acción perfecta de Dios que nunca empieza por odres viejos y nunca instrumentalizaría a una persona pisoteando su persona. Dios siempre cuenta con la libertad humana para actuar por medio de ella y la ama con dignidad y gracia proporcionada en esa vocación. Por eso preparó a María desde la eternidad, para que fuera la nueva Eva[4], la nueva arca de la alianza[5] y la mediadora entre lo humano y lo divino, pues “sin” el sí de María (Lc 1,37-38) la súplica del hombre habría quedado abortada, pero “con” el sí de María se ha establecido un perfecto puente entre Dios y el hombre que Cristo ha podido recorrer para redimirnos y obrar el milagro de los milagros conocidos: la entrega redentora en la libre muerte de la cruz y la permanencia incruenta de ésta en la Eucaristía.


Que María Virgen y Madre que nos ha traído al mundo al Salvador en tan perfecta entrega sea la capitana firme y poderosa que nos lleve en este fin de los tiempos a los brazos de su hijo con su amor de Madre.

Paz y bien.

Fuente:

Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), n.484-507.



[1] Cfr. Letrán, año 649: DS 503.
[2] Recordemos el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado 8-XII-1854 por Pío IX confiesa: “la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano”.
[3] Como dijo León XIII de modo admirable: “Su matrimonio fue consumado con Jesús”.
[4] LG n.56.
[5] Observemos que si el arca de la alianza fue mandada a construir por orden divina con un material concreto y unas medidas concretas, no podía ser tocada excepto por el sumo sacerdote en determinados casos y en perfecta santidad, so pena de muerte súbita, etc. porque era la santa morada de Dios en la tierra, cuanto más la Virgen María que no contenía las tablas de la ley, sino el mismo Salvador del mundo, habría sido preparada, cuidada y respetada con un amor especial por Dios Padre.

1 comentario:

  1. ...Hay algunos puntos que deberían, según yo claro, explicarse mejor, como el 5 y el 6. Con el punto 3 no estoy de acuerdo, pero es un buen post.

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