Tras tanto revuelo sobre la virginidad
de María[1] y José, me gustaría dejar
una breve reflexión sobre su importancia y sobre la necesidad de que el
desposamiento de María con San José fuera en virginidad.
Empecemos por una muy breve premisa. A
pesar de los retratos y pinturas de la tradición, San José no era un anciano feo e impotente. Dios no habría dado
nunca a María un San José viejo y sin deseos cuya virtud de la castidad se
debiera más a la ancianidad que al amor.
Hay varias razones siendo una la más
importante. Empezando por las varias razones importantes podemos decir:
1. Para
que el Mesías fuera de la estirpe de David tal como decían las escrituras,
además que un signo que esperaban los judíos para reconocer al Mesías era
precisamente que nacería de una virgen[2];
2. Para
custodiar el misterio de la encarnación hasta el momento oportuno. José
tuvo el honor y la responsabilidad de garantizar que el Mesías pudiera cumplir
con su misión salvadora, pero para eso había que proteger a María y el secreto
de sus entrañas;
3. Para que la Sagrada Familia fuera a la vez ejemplo para las vocaciones matrimoniales y consagradas, mostrando a ambas la excelencia de la entrega en el amor puro a Dios, libre de deseos personales, gustos, apetitos e incluso necesidades legítimas;
4. Porque la consumación del matrimonio
encarna la unión de Cristo con su Iglesia, pero entre María y José esa unión era consumada en el mismo Jesús de
forma plena y definitiva[3];
5. José y María descubrieron su
paternidad y maternidad desde la virginidad para proyectarla desde el principio y de forma perfecta hacia la
humanidad entera, sin reservarse nada.
6. Siendo virgen y Madre, María es también figura de la Iglesia y
su más perfecta realización.
Finalmente, la más importante de
todas y la que realmente se pretende atacar poniendo en duda la virginidad
de María en su maternidad y su matrimonio es que la maternidad virginal de María está íntimamente vinculada a la
divinidad de Cristo. Cargarse la virginidad de María y su perfecta pureza
es arrebatarle la divinidad a Cristo, el poder omnipotente del Padre en la
salvación, y el poder creador y santificante del Espíritu Santo. En definitiva,
es un modo de debilitar la eterna Misericordia de Dios que sale al encuentro de
la miseria humana respetando su naturaleza (que fue creada buena), pero
redimiéndola desde lo más profundo de sí misma y desde el principio.
Es
intentar podrir el efecto sanador de la acción perfecta de Dios que nunca
empieza por odres viejos y nunca instrumentalizaría a una persona pisoteando su
persona. Dios siempre cuenta con la libertad humana para actuar por medio de ella
y la ama con dignidad y gracia proporcionada en esa vocación. Por eso preparó a
María desde la eternidad, para que fuera la nueva Eva[4], la nueva arca de la
alianza[5] y la mediadora entre lo
humano y lo divino, pues “sin” el sí de
María (Lc 1,37-38) la súplica del
hombre habría quedado abortada, pero “con” el sí de María se ha establecido un
perfecto puente entre Dios y el hombre que Cristo ha podido recorrer para
redimirnos y obrar el milagro de los milagros conocidos: la entrega redentora
en la libre muerte de la cruz y la permanencia incruenta de ésta en la Eucaristía.
Que María Virgen y Madre que nos ha traído
al mundo al Salvador en tan perfecta entrega sea la capitana firme y poderosa
que nos lleve en este fin de los tiempos a los brazos de su hijo con su amor de
Madre.
Paz y bien.
Fuente:
Catecismo de la Iglesia Católica (CIC),
n.484-507.
[1] Cfr.
Letrán, año 649: DS 503.
[2]
Recordemos el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado 8-XII-1854 por Pío
IX confiesa: “la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda
mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular
gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de
Jesucristo Salvador del género humano”.
[3] Como
dijo León XIII de modo admirable: “Su matrimonio fue consumado con Jesús”.
[4] LG n.56.
[5]
Observemos que si el arca de la alianza fue mandada a construir por orden
divina con un material concreto y unas medidas concretas, no podía ser tocada
excepto por el sumo sacerdote en determinados casos y en perfecta santidad, so
pena de muerte súbita, etc. porque era la santa morada de Dios en la tierra, cuanto
más la Virgen María que no contenía las tablas de la ley, sino el mismo
Salvador del mundo, habría sido preparada, cuidada y respetada con un amor
especial por Dios Padre.
...Hay algunos puntos que deberían, según yo claro, explicarse mejor, como el 5 y el 6. Con el punto 3 no estoy de acuerdo, pero es un buen post.
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