viernes, 16 de septiembre de 2016

Cardenal Sarah: estamos humanizando la liturgia

El Cardenal Sarah, prefecto para la Congregación del culto divino y la disciplina de los sacramentos, destaca que estamos humanizando la liturgia tratando de hacerla amena o divertida, que tenemos miedo a los silencios, así como una preocupación por el protagonismo en las celebraciones, olvidando que el centro debe de ser Cristo, no los fieles o el sacerdote.  Destaca que el Concilio se ha entendido mal y deformado. Entre otras cosas vuelve a proponer la celebración hacia oriente (donde el sacerdote da la espalda a los fieles) para juntos participar de la obra de culto y redentora llevada a cabo por Cristo. Pero sobre todo propone devolverle la dignidad y la sacralidad a la liturgia de la Santa Misa, algo innegablemente importante. Me parecen palabras duras, difíciles, pero tremendamente necesarias para vivir lo que realmente Cristo nos propone vivir en su mayor sacramento.

Adjunto enlace a la publicación original del Osservatore Romano” del 12 de junio de 2015.

Frases traducidas a destacar:

La liturgia es en su esencia actio Christi: “la obra de la redención humana y la perfecta glorificación de Dios”. Es Él el gran sacerdote, el verdadero sujeto, el verdadero actor de la Liturgia. Si este principio vital no encuentra acogida en la Fe, se corre el riesgo de hacer de la Liturgia una obra humana, una celebración que la comunidad hace de sí misma.
[...]
La Iglesia, cuerpo de Cristo, debe convertirse a su vez en instrumento de las manos del Verbo. Éste es el significado último del concepto clave de la Constitución conciliar: la participatio actuosa. Dicha participación consiste para la Iglesia en convertirse en instrumento de Cristo-sacerdote, para participar de su misión trinitaria. La Iglesia participa activamente en la obra litúrgica de Cristo en la medida en que es instrumento. En este sentido, hablar de “comunidad celebrante” no carece de ambigüedad y su uso requiere de verdadera cautela (cfr. Instrucción Redemptoris sacramentum, n. 42). La participatio actuosa no debería ser comprendida nunca como la necesidad de hacer algo. En este punto la enseñanza del Concilio  ha sido deformada con frecuencia. Se trata, por el contrario, de permitir que Cristo nos tome y nos haga partícipes de su sacrificio. 
[...]
El sacerdote debe por tanto convertirse en este instrumento que deja traslucir a Cristo. Como ha recordado recientemente nuestro Papa Francisco, el celebrante no es el presentador de un espectáculo, no debe buscar la simpatía de la asamblea poniéndose frente a ella como su interlocutor principal. Entrar en el espíritu del Concilio significa por el contrario cancelarse a sí mismo, renunciar a ser el punto focal. De modo contrario a lo que se ha sostenido a veces, es plenamente conforme con la constitución conciliar y, además, oportuno, que durante el rito penitencial, el canto del Gloria, las oraciones y la plegaria eucarística todos, sacerdote y fieles, se vuelvan juntos hacia el Oriente, para expresar su voluntad de participar de la obra de culto y redentora llevada a cabo por Cristo. Este modo de proceder podría oportunamente ser introducido en las catedrales, donde la vida litúrgica debe ser ejemplar.
[...]
Una lectura demasiado apresurada y, sobre todo, demasiado humana, ha conducido a concluir que era necesario hacer que los fieles estuvieran constantemente ocupados. La mentalidad occidental contemporánea, modelada por la técnica y fascinada por los medios de comunicación, ha querido hacer de la Liturgia una obra de pedagogía eficaz y rentable. En este espíritu, se ha buscado hacer que  las celebraciones sean algo distendido. Los actores litúrgicos, animados por motivaciones pastorales, intentan en ocasiones hacer una obra didáctica introduciendo en las celebraciones elementos profanos y propios del espectáculo. ¿No florecen acaso testimonios, puestas en escena y aplausos? Se cree así favorecer la participación de los fieles cuando de hecho se reduce la Liturgia a un juego humano. 
[...]
Se olvida a menudo que el silencio sacro es uno de los medios indicados por el Concilio para favorecer la participación. Si la Liturgia es obra de Cristo, ¿es necesario que el celebrante introduzca agregados propios? Se debe recordar que, cuando el Misal autoriza una intervención, ésta no debe tornarse en un discurso profano y humano, un comentario más o menos sutil sobre la actualidad, o un saludo mundano a las personas presentes, sino una sutil invitación a entrar en el Misterio (cfr. Instrucción General del Misal Romano, n. 50). 

Publicado en la edición del 12 de junio de 2015 de L’Osservatore Romano, p. 6.

Ver documento aquí: AQUI

Paz y bien.


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