Dicho en breve: un cristiano
que ha entendido el mensaje de Cristo y el mensaje de la Iglesia, especialmente
del Papa Francisco, no dará importancia al Carnaval, no lo querrá y ambicionará
algo mejor, algo que sea de Dios.
Vivimos en este mundo, pero no
somos de este mundo. Es conocido que
el
carnaval es de origen pagano, ya que tiene orígenes en la época romana. Se
celebraba en las fiestas de Saturno (fiestas Saturnales), en honor al dios
Baco, dios del vino (de ahí viene la palabra “bacanal”, es decir fiestas con
vino muy abundante). La Iglesia no sólo no ha aprobado nunca el Carnaval como
tal, sino que en varias ocasiones ha tenido que promover límites al desenfreno
al que incitaba.
Eran fiestas en las que
los nobles se mezclaban con la plebe en danzas y comidas. Es fácil entender las
intenciones ligadas al desenfreno de la gula, el placer sexual y la
irresponsabilidad de la sensualidad. Por eso era típico, especialmente en
el de Venecia, el enmascararse y disfrazarse, para ocultar la identidad y no
ver las responsabilidades de los actos de esos días. Así que vemos que
lo central no era disfrutar de una sana
fiesta, sino aprovecharse de ella para dar riendas sueltas a la carne, de
allí “carne-vale”, cuando vale la carne.
Los españoles y portugueses
llevaron el carnaval a América, mezclando la esencia del carnaval europeo con
tradiciones indígenas y convirtiéndolo en un folclore diferente. En la Europa
católica la fiesta había sido acoplada al inicio de la Cuaresma ya que empezaba
con ella un tiempo de ayuno y penitencia, pero esto tenía un sentido concreto y
es que la gente trabajaba duramente el campo y hacía muchos ayunos. La misma cuaresma, hace tiempo, eran 40
días de ayuno, no como hoy que se ha vergonzosamente reducido a dos parcos y
simbólicos días como llamamiento a la unidad eclesial penitente.
Hoy en día la Europa occidental supuestamente
católica no trabaja duramente el campo ni ayuna tan duramente como para
justificar estos días de carnaval. Y estoy convencido que, quien haga dicha
penitencia, tampoco tendrá una espiritualidad que le lleve a abusar de la
comida y el desenfreno unos días antes.
Con todo esto la Iglesia no ha
prohibido el Carnaval, pero sí ha recordado que también en la fiesta hay que observar la ley de Dios,
evidentemente. Sin embargo, yo me atrevería a decir que si no tenemos que
confundirnos con el mundo y sólo vivir en él (Jn 15,19) para atraer a los que
no conocen el amor de Dios y la salvación de Jesús, si tenemos que ser luz para
los demás y queremos vivir como templos del Espíritu Santo, permanecer a lado
de María y de lo santo, no creo que el
Carnaval sea un buena opción en ninguna de sus formas. No lo es Halloween,
no lo son cruceros en Semana Santa, ni lo son las discotecas de fin de semana.
Creo que el cristiano que quiera ser auténtico tiene que abandonar la
idea de disfrutar “con” y “en” el mundo de hoy, que no tiene muchas cosas
buenas para el Espíritu, y aprender a vivir menos
materialista, menos sensualizado, menos apegado a la necesidad de disfrute, apetitos
y consumo, para volcarse en una ardiente y verdadera búsqueda de la vida
espiritual.
Necesitamos
cristianos profundamente enamorados de la Eucaristía, del Rosario y de la confesión.
Porque sólo quien
viva esa vida podrá salir afuera y hacer el lío bueno que quiere el Papa Francisco
y no montar un lio sin más que hace daño a la Iglesia generando confusión y
división. Quien vive así querrá aprender a dominar su voluntad, sus
deseos y sus distorsionadas inclinaciones. El ayuno cuaresmal, y no sólo en
cuaresma, es una mortificación estupenda para uno mismo y para el hermano. Os
invito a conocer la iniciativa católica de
www.ayunoporti.es
donde mediante el ayuno proponen crecer en oración, fraternidad y amor a Dios.
Si eres de Cristo, ...¡que se note!
Paz y bien.
Diego Cazzola
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