25 mayo 2025

¿Cómo recibimos a Dios? La comunión en la boca y de rodillas

En los últimos días se ha reavivado, una vez más, la discusión sobre la forma de recibir la comunión. Todo empezó con unas declaraciones del arzobispo Bruno Forte, quien en una homilía reprendió públicamente a fieles que deseaban comulgar en la boca, exigiendo que lo hicieran en la mano. En su argumentación citó el verbo griego lambano —“tomar en la mano”—, y defendió que esa era la forma más adecuada, acusando de orgullo y desobediencia a quienes preferían recibir al Señor de rodillas y en la boca.

Esto no es nuevo. Lo que sorprende no es la confusión, sino que todavía haya quienes nieguen la realidad: la comunión en la mano es un indulto concedido desde 1969, como medida pastoral ante presiones concretas en algunos países, y no es la norma universal. Fue permitida —nunca promovida— por san Pablo VI, quien más tarde lamentó profundamente haberlo hecho, como dejó claro en sus comunicaciones a la Congregación para el Culto Divino en 1977 y 1978. Pero su edad avanzada y la falta de respuesta por parte de ciertos obispos impidieron que se revocara.

Lo más preocupante no es la existencia del indulto, sino la pérdida del sentido de lo sagrado que este gesto ha traído consigo. En lugar de mirar a los santos, a la liturgia tradicional, al magisterio firme de los papas, muchos se acogen al argumento de “yo también tengo derecho” o "lo importante es la actitud interior" para legitimar una práctica que, en la mayoría de los casos, va acompañada de distracción, ligereza y falta de adoración.

No es una cuestión de gustos

Algunos alegan que la comunión en la mano puede hacerse con devoción y respeto, igual que en la boca. Pero esta comparación olvida que no estamos hablando de algo simbólico ni funcional. Estamos hablando del Cuerpo real de Jesucristo. No es alimento común, ni es asunto de gustos personales.

Comparar la forma de comulgar con los modales en la mesa —como decir que uno puede “alimentarse igual en chándal o con traje”— es no entender la diferencia esencial entre lo cotidiano y lo sagrado. Si uno se pone de rodillas en la adoración o en la consagración, ¿por qué se levanta y alarga la mano como si fuera a tomar un objeto cualquiera? ¿Qué sentido tiene mostrar reverencia al mirar, pero no al recibir?

Como decía Benedicto XVI: “Nadie tiene derecho a tratar lo sagrado como si fuera suyo”. Y es que la reverencia no nace solo de la disposición interior: se forma, se educa y se expresa también en los gestos. Por eso el gesto forma el alma. No es un mero envoltorio; es una escuela del corazón.

"Tomad y comed"… ¿significa cogerlo con las manos?

Otro argumento repetido es que Jesús dijo “tomad y comed”, y que eso justificaría recibir la comunión en la mano. Pero aquí hay dos cosas importantes que matizar.

Primero, Jesús habla a los Apóstoles. No a la muchedumbre. No a cualquiera. Aquellos hombres, elegidos para el sacerdocio, participan de un modo especial en la entrega del sacrificio. Segundo, ese “tomad” no puede entenderse en clave de autoservicio. El Cuerpo de Cristo no se “coge” como si fuera un objeto: se recibe. La Iglesia ha mantenido siempre este principio: el pan de los ángeles nos es dado, no lo tomamos como si tuviéramos algún derecho a él. No es un gesto menor. Es una confesión de fe.

Hoy muchos comulgan de pie, en la mano, frente a frente con el sacerdote, como si estuvieran en igualdad de condiciones con Cristo. Como si fueran “compañeros” de mesa. Pero esto es un drama. No solo litúrgico, sino espiritual. Esa postura psicológica de "colegueo" —la del “yo tengo derecho”, la del “estamos a la misma altura”— es una trampa de soberbia. Nos aleja de la conciencia profunda de nuestra indignidad, de la majestad del misterio y de la necesidad de adoración.

Recordemos que el hombre está mucho más cerca de la nada que de Dios. Y si Dios se nos entrega, no es porque lo merezcamos, sino porque nos ama. Por eso mismo, cuanto más consciente se es del misterio, más reverente es la actitud. Por eso los santos, sin excepción, han recibido al Señor con temor y temblor, de rodillas y en la boca.

¿Qué dice la Iglesia hoy?

Aunque no se diga en muchos púlpitos, la doctrina es clara. La instrucción Redemptionis Sacramentum, n. 92, establece sin ambigüedad:

“Cada fiel tiene siempre derecho a recibir la sagrada comunión en la boca. Donde esté permitido, el fiel también puede recibirla en la mano, siempre con reverencia y según las normas establecidas.”

No son formas equivalentes. No son opciones al gusto. El derecho a comulgar en la boca es universal y prioritario. La comunión en la mano es una concesión pastoral excepcional. Y no por eso inválida, pero sí claramente inferior en simbolismo, seguridad, historia, tradición, y fruto espiritual.

La comunión en la boca no es un capricho

Defender la comunión en la boca no es nostalgia, ni fariseísmo, ni tradicionalismo cerrado. Es fidelidad y devoción. Es amar la liturgia como la Iglesia nos la ha transmitido. Es reconocer que la forma exterior influye en la fe interior, y que no hay crecimiento espiritual donde se banaliza el gesto. Es responder con humildad: no soy digno, Señor, de que entres en mi casa… y por eso me arrodillo, y abro mi boca, como un pobre que recibe lo que no puede merecer.

No juzgo a quienes comulgan en la mano. Pero no puedo dejar de decir que necesitamos volver a la humildad, a la adoración, al silencio, a la belleza de una liturgia que exprese lo que creemos: que Jesús está presente, vivo, glorioso, real, en ese pedacito de pan consagrado.

Y si eso es verdad —y lo es—, entonces el modo de recibirlo no es un detalle… sino un acto de fe.

Paz y bien


08 mayo 2025

La revolución de la IA ya está aquí: ¿vemos el reto para la educación?

Duolingo ha despedido al 10 % de sus traductores y creadores de contenido, reemplazándolos por inteligencia artificial capaz de generar traducciones en más de 100 idiomas y el CEO de Shopify, Tobi Lütke, ha declarado que el uso de la IA es ahora un requisito esencial para todos los empleados.

Hay que entender que estas decisiones empresariales no son aisladas y van en aumento, reflejando ya una tendencia global y creciente. El propio Fondo Monetario Internacional estima que la IA afectará al 40 % de los empleos en todo el mundo, reemplazando algunos y complementando otros y, en los países desarrollados, esta cifra asciende al 60 % según el Business Insider o el IMF.


En educación, sin embargo, seguimos rezagados y con la típica mirada en el pasado. La integración de la IA en los procesos educativos no puede limitarse al uso de herramientas como Office 2016, el manejo de Scratch e incluso un superficial uso de los chatbots como ChatGPT en las clases de tecnología.


Estamos ante una transformación profunda que muchísimos no ven y tachan de un momento pasajero de una nueva tecnología, pero no es así.


Aunque no todos.... Este pasado abril de 2025, el presidente Donald Trump firmó la orden ejecutiva "Advancing Artificial Intelligence Education for American Youth", estableciendo la integración obligatoria y transversal de la IA en el currículo de educación básica y secundaria (K-12) en Estados Unidos. Corea del Sur ha implementado plataformas como QANDA, que utilizan IA para personalizar el aprendizaje y mejorar el rendimiento académico, mientras que Finlandia ha desarrollado el "Finnish AI Education Ecosystem", un sistema que adapta el contenido educativo a las necesidades individuales de cada alumno a través de algoritmos avanzados. Estos países no están esperando a que la IA se asiente; están formando a sus estudiantes para dominarla.


La IA es comparable a lo que fue con la llegada de internet o las redes sociales, una revolución en la que la educación se quedó al margen y que ha traído sus claras consecuencias negativas. No podemos permitirnos perder este tren de la IA porque hay que entender que no es una tecnología o una herramienta, ni mucho menos es algo opcional en educación. La IA es una nueva infraestructura que está modificando procesos, sistemas, metodologías y, por supuesto economía y empleo. La IA empleada por los centros de investigación médica no es un simple GPT de ChatGPT (si no sabes la diferencias, necesitas mi curso), está en otro nivel y tenemos que formar en ello o poner las bases para que nuestros alumnos puedan recorrer ese camino sin sentirse como mi madre usando un ratón o apagando su ordenador (perdón mamá😉)


No me gustan los organismos supra nacionales que ni voto ni me preguntan nunca, pero incluso el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo advierte que la IA puede ampliar las desigualdades si no se invierte en capacidades educativas y digitales: "La mayor división en el futuro no será entre las personas y la IA, sino entre quienes pueden aprovecharla y quienes no", un mantra que escucho casi a diario.


Es imperativo que los docentes se formen en IA, no solo para utilizarla personalmente, sino para enseñar a los alumnos a convivir con ella de manera ética y responsable.


Del mismo modo que un obrero puede no usar Instagram, pero debe conocerlo si quiere comprender el mundo de su hijo, los educadores no pueden quedarse al margen de esta revolución tecnológica. Los equipos directivos de colegios deben liderar esta transformación, impulsando programas de capacitación y fomentando una cultura de innovación con implementación, es decir, no será suficiente un cursillo de IA, sino una integración que modifique la docencia en los contenidos, la evaluación, las metodologías, etc.


La IA no es una amenaza, sino una oportunidad para enriquecer el proceso educativo y actualizarlo (que falta le hace en ciertos aspectos) y preparar a nuestros alumnos para el mundo que les espera.


¿Estaremos a la altura para esta transformación?


Si quieres empezar:




08 marzo 2025

¿En la frente o en la cabeza? Cómo, cuándo y por qué...

De todas las veces que he recibido las cenizas en el "Miércoles de cenizas" este año ha sido la primera vez que las recibí en la frente. Siempre me ha parecido una forma más visible de dar testimonio de este día y también una forma de recordarme a mí mismo, a lo largo del día, mi llamada personal a la conversión, para renovar en mí el deseo de caminar hacia la Pascua, dejando atrás el Diego viejo y buscando el que Dios puede y desea renovar.

Hoy, sin embargo, me alcanza un post en el que se critica la imposición de las cenizas en la frente, "acusando" en parte una falta litúrgica y cierta ostentación de una penitencia desagradable a Dios. Enseguida surgieron en mí dudas: "¿lo estaré haciendo mal?" Así que, tras una buena investigación, voy a compartir ciertas aclaraciones al respecto.

La Iglesia, en su tradición milenaria, no obliga ni prohíbe una forma u otra de imponer las cenizas. Lo fundamental es que se realice con un espíritu de humildad y conversión. Tanto recibirlas en la frente como en la cabeza son prácticas legítimas, siempre y cuando las cenizas provengan de la quema de los ramos bendecidos y hayan sido debidamente bendecidas. No se trata de un ritual en el que se deba buscar la ostentación, sino de un signo que nos invita a recordar nuestra fragilidad y la necesidad de cambio interior.

Pero para ir por partes, os cuento la historia de las cenizas, porque así se comprenderá mejor cómo la Iglesia ha evolucionado al respecto. En los primeros siglos del cristianismo, la práctica de cubrirse con cenizas estaba reservada para los pecadores públicos, quienes, en señal de arrepentimiento, se cubrían la cabeza y vestían cilicio. Esta costumbre, inspirada en las tradiciones del Antiguo Testamento, fue poco a poco imitada por la comunidad entera, pasando de ser un signo exclusivo de penitencia severa a un rito de iniciación para toda la Cuaresma.

Durante la Edad Media, el rito se fue formalizando: ya en el siglo XI se adoptó el primer formulario litúrgico para la imposición de cenizas, consolidándose en el Concilio de Benevento de 1091, convocado por el Papa Urbano II. Con el tiempo, tanto clérigos como laicos comenzaron a recibir la ceniza, marcando con ella el inicio de un camino de conversión. Tras la Reforma litúrgica del Concilio de Trento en el siglo XVI, la práctica se mantuvo en toda la cristiandad occidental y, más tarde, en el Concilio Vaticano II se reafirmó el valor espiritual del rito, sin imponer una única forma de ejecución. Es en este contexto que se incorporó la posibilidad de utilizar agua bendita –e incluso aceite crismal– para suavizar y facilitar la imposición, generando variantes regionales. En algunos países europeos es habitual que la ceniza se esparza sobre la cabeza, mientras que en América Latina se ha popularizado la formación de una cruz en la frente. Estas diferencias, documentadas en diversas fuentes oficiales, evidencian la riqueza y adaptabilidad del rito a distintas culturas, sin que ello modifique su sentido esencial.

Entonces, ¿podemos recibir las cenizas en la frente? ¿Podemos dejarnos la marca?
Sí, es posible. Nada impide recibirlas en la frente ni conservar la señal como testimonio visible. Lo importante es que las cenizas se hayan formado correctamente, es decir, que sean producto de la quema de ramos bendecidos y que hayan sido debidamente bendecidas litúrgicamente. Asimismo, la actitud que acompaña el gesto debe ser siempre de humildad y sincera conversión. La marca en la frente, cuando se adopta como un recordatorio personal y comunitario del llamado a la penitencia, no entra en conflicto con el espíritu del rito. Más bien, es una forma de exteriorizar el compromiso de transformar el corazón, sin que ello signifique una ostentación vana.

Una vez más, la Iglesia tiene un recorrido y un sentido que van más allá de lo que nuestra intuición inmediata nos puede ofrecer sobre estas prácticas milenarias. Creo que debemos proponernos ser más obedientes y sencillos en cuanto a los gestos exteriores, y juzgar menos los aspectos internos vinculados a ellos. El mundo está tan mal que cualquier testimonio de amor a Dios, arrepentimiento u oración debería ser visto como un testimonio casi martirial, en lugar de considerarse un posible acto de vanagloria y ostentación. Necesitamos testimonios fuertes y profundos, porque ya no estamos dando muestras a quienes no conocen a Dios, sino a quienes le rechazan. No confundamos, pues, el valor del testimonio antiguo y actual, ya que el contexto les confiere un significado completamente distinto. Como el corazón solo lo conoce Dios, dejémosle a Él ese juicio y trabajemos más en nuestro interior.

Paz y bien

Fuentes:

01 noviembre 2024

El micelio: un paralelo con la vida espiritual que hemos olvidado

En el vasto y vibrante mundo que existe bajo nuestros pies, el micelio opera como una red oculta y compleja, manteniendo la vida en el bosque de una forma sorprendentemente similar a las redes de comunicación. Se le ha llamado el “Internet del bosque” porque, igual que una red digital, permite la interconexión de todos los elementos del ecosistema. Esta red subterránea está formada por filamentos llamados hifas, que se extienden en todas direcciones, conectando árboles, hongos y otras plantas, transportando nutrientes, agua y mensajes químicos de un organismo a otro.

El micelio no solo ayuda a que cada árbol se mantenga fuerte y saludable, sino que permite que el bosque entero prospere al compartir recursos y advertencias de peligros entre los diferentes organismos. Así, cuando un árbol enfrenta una plaga o una carencia de nutrientes, puede “pedir ayuda” y recibir apoyo de otros árboles y del suelo, a través de esta red de micelio. Es un sistema de interdependencia que mantiene el equilibrio en el bosque y garantiza que, cuando uno de sus miembros enfrenta dificultades, toda la red colabora para restaurar el orden.

Este equilibrio, sin embargo, es frágil. La forma en que interactuamos con el bosque, incluso a la hora de recolectar hongos, afecta directamente a la salud de este sistema. Si un hongo es arrancado de raíz, el micelio queda expuesto y dañado, poniendo en riesgo el flujo de nutrientes y la supervivencia de otras especies. Por ello, en la recolección de hongos, es esencial cortar cuidadosamente el tallo y dejar el micelio intacto para que continúe su función vital. Este respeto hacia la red subterránea es crucial para garantizar la sostenibilidad del ecosistema.

El micelio y la comunión de los santos: una red espiritual que nos conecta y fortalece

La profunda interconexión del micelio en el bosque tiene un paralelismo asombroso con una red espiritual que los cristianos llamamos la Comunión de los Santos. Este concepto hace referencia a la unión de todos los creyentes, vivos y fallecidos, en el Cuerpo Místico de Cristo. En este “micelio espiritual,” todos los miembros del Cuerpo de Cristo estamos vinculados de una manera que nos permite crecer y sostenernos mutuamente, mediante la oración, la intercesión y el amor.

Al igual que el micelio sustenta la vida en el bosque, los santos y los fieles unidos en Cristo sustentan nuestra vida espiritual, ayudándonos en nuestro caminar hacia la santidad. Dios nos ha creado para vivir en comunión con Él y con los demás, en una relación de amor y apoyo mutuo. De hecho, podríamos decir que, así como el micelio conecta y nutre a los árboles para que el bosque prospere, la comunión de los santos conecta a cada creyente en una red que fortalece nuestra fe y nos permite crecer en gracia. Nuestra existencia, entonces, no es solo individual, sino que participa de una comunidad espiritual en la que cada uno tiene un papel de intercesión, amor y responsabilidad.

Una red de amor responsable y sostenible

Así como el micelio nos muestra que la naturaleza está diseñada para vivir en interdependencia, también nosotros estamos llamados a vivir una vida de apoyo y amor responsable con los demás. Este amor no es solo un sentimiento, sino un llamado a actuar en favor de nuestros hermanos y hermanas. Del mismo modo que el bosque se degrada si el micelio es dañado, también el Cuerpo de Cristo sufre cuando los creyentes no se esfuerzan en la oración, el apoyo mutuo y la intercesión por los demás.

Dios ha inscrito en nosotros una capacidad para la intimidad espiritual, una intimidad que compartimos con Él y que también se refleja en nuestra relación con los demás. En la comunión de los santos, nuestra relación espiritual se nutre de la oración y el sacrificio, y en esta red espiritual todos contribuimos para sostener y elevarnos mutuamente en la fe. Santa María Virgen, por ejemplo, es un pilar fundamental de esta red espiritual, ayudándonos e intercediendo continuamente para que cada miembro de esta “red” alcance la plenitud en el amor de Dios.

El valor de la interconexión espiritual

A medida que el micelio enriquece el suelo del bosque y lo mantiene fértil, la gracia divina fluye a través de nosotros y nos da fuerza para crecer espiritualmente. Vivir en comunión no es opcional para el cristiano, sino que es parte esencial de su vocación. Dios nos invita a ser parte de esta red espiritual, ayudándonos mutuamente a través de la oración, la solidaridad y el amor desinteresado. La conexión espiritual con Cristo y con los santos nos permite ser mejores, más plenos y felices, de una forma que va más allá de nuestras limitaciones individuales.

Así como los árboles y hongos se sostienen mutuamente en el bosque, estamos llamados a sostenernos en esta red espiritual. No vivimos solo para nosotros mismos, sino que nuestro propósito en Dios incluye participar en una red de amor y ayuda mutua. Cada oración, cada acto de amor, y cada sacrificio son como los nutrientes que el micelio transporta en el bosque, sosteniendo a los demás y nutriendo nuestro propio crecimiento espiritual.

Aprender del micelio para enriquecer nuestra vida de fe

El micelio nos enseña que la verdadera plenitud surge de la conexión y del compromiso con los demás. Si la naturaleza misma está diseñada para vivir en red y apoyo mutuo, ¿cuánto más debería el ser humano, creado a imagen de Dios, vivir en una relación de amor y entrega? Si comprendemos la importancia de esta red espiritual que nos une, aprenderemos a vivir en gracia, apreciar la vida sacramental, buscando siempre el bien del otro y confiando en que también recibiremos el apoyo necesario en nuestro camino. Es la base de la confianza en la Providencia.

Si no caemos en la nueva Era y espiritualizamos la naturaleza indebidamente, al observar el micelio y su contribución silenciosa al bosque, encontramos un espejo de la comunión de los santos y la vida de la gracia y de nuestra propia vocación como cristianos. Estamos invitados a vivir en una relación profunda y significativa, permitiendo que el amor y la gracia fluyan a través de esta red espiritual que Dios tiene establecida para sostener la vida. Que el micelio, escondido bajo la superficie, nos inspire a valorar y nutrir nuestra conexión con Cristo y todos los santos, para que así, al igual que el bosque, podamos vivir y prosperar en comunión plena y duradera.

 Paz y bien

28 septiembre 2024

Psicología cristiana para el paciente sin fe

La pregunta sobre cómo alcanzar la verdadera felicidad y plenitud es tan antigua como la humanidad misma. He reflexionado largo y tendido sobre la continuidad que existe entre nuestra vida terrenal y la vida eterna, entre el ser humano y Dios. Dios nos creó para Él, y es en esa relación donde encontramos las claves de nuestra semejanza con Él: la voluntad, la libertad, el amor y el conocimiento íntimo y personal. Estas cualidades nos impulsan a dirigir nuestra vida en la dirección establecida por Dios para alcanzar la felicidad auténtica.

La llamada del Evangelio

El Evangelio nos ofrece enseñanzas fundamentales para comprender este camino hacia la felicidad. Jesús nos recuerda que estamos en el mundo, pero no somos del mundo (Jn 15,19). Hemos renacido del Espíritu Santo para vivir una vida en Dios y no sólo como seres humanos (Jn 3,5). La Santísima Trinidad habita en nosotros (Jn 14,23), y debemos tener siempre presente esta realidad, ya sea en vigilia o en descanso.

Reconocemos que existe un pecado original que nos privó de la gracia para la cual fuimos creados (Rm 3,23). Sin embargo, el sacrificio de Cristo y los sacramentos establecidos en su Iglesia nos permiten recuperar esa gracia (Rm 5,20). Además, creemos que un día Cristo volverá para restaurar plenamente su Reino (Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 668-679), ese que pedimos en el Padrenuestro. Es muy probable, además, que ya estemos viviendo una especie de tribulación purificadora, preparándonos para ese momento.

La vida evangélica tiene el poder de devolver el equilibrio psicofísico que perdimos a causa del pecado. Una vida sacramental bien vivida puede sanar corazones y renovar la esperanza frente al dolor y la muerte que aún existen en el mundo. Como señala el Concilio Vaticano II en Gaudium et Spes:

"A través de toda la historia humana se desarrolla una dura batalla contra los poderes de las tinieblas. Iniciada ya desde el origen del mundo, durará hasta el último día, según dice el Señor. Inserto en esta lucha, el hombre debe combatir continuamente para adherirse al bien, y no sin grandes trabajos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de lograr la unidad en sí mismo" (GS 37,2).

Los desafíos de alejarse de Dios

Aquellos que eligen no vivir en sintonía con Dios enfrentan serios problemas. Primero, una incongruencia interna al sentir una llamada profunda a la felicidad y plenitud, pero percibirla como inalcanzable por sus propias fuerzas. Esto lleva a muchos a buscar alternativas: negar la posibilidad real de la felicidad, sumergirse en caminos espirituales de la Nueva Era, o enfocarse únicamente en la vida material, buscando acumular riquezas y placeres. Sin embargo, el deseo de plenitud sigue latiendo, y al no poder ser satisfecho ni silenciado, genera un dolor interior y una incongruencia entre lo que se vive y lo que realmente se desea.

Esta incongruencia conduce a dificultades prácticas en la vida diaria. Sin un propósito verdadero, se vuelve arduo levantarse cada mañana, trabajar con gusto y vocación, valorar nuestro planeta y cultura, y comprometerse en relaciones familiares significativas. La perseverancia en el amor y la entrega requiere más que esfuerzo humano; necesita la gracia divina.

La acumulación de dificultades genera un cansancio psicofísico y un desorden interior. Este vacío y pérdida de sentido pueden manifestarse en diversas patologías o comportamientos anómalos que la psicología moderna intenta clasificar. Estas señales nos indican que el camino seguido no es el correcto. En este punto, la persona enfrenta una disyuntiva crucial: buscar la verdad y mejorar, o abandonarse a los dictados del cuerpo y el mundo, pervirtiendo el corazón y abrazando consecuencias cada vez más irreversibles.

La pérdida profunda de sentido puede llevar al cierre del corazón a la luz, de modo que ni la razón ni el sentido común logran corregir o regenerar. Cuando se rechaza a Dios, lo religioso y la bondad natural del corazón, se vuelve complicado restaurar una naturaleza humana ya herida y ahora casi hundida.

El papel del psicólogo en el camino de sanación

Dios siempre puede obrar milagros en virtud del gran sacrificio de su Hijo y de las oraciones y ofrendas de quienes se han unido a Él. Sin embargo, sin una intervención divina explícita, un corazón en este estado no es recuperable por medios naturales. Aquí radica la gran responsabilidad de la educación y el acompañamiento, que pueden dirigir la naturaleza humana herida hacia la perfección divina a través de la fe.

Entonces, ¿qué podemos hacer cuando alguien acude a consulta buscando orientación o mejora, pero no es consciente de su situación espiritual? El primer paso es comenzar desde cero, con mucha paciencia y amor. Es esencial acoger a la persona, ayudarla a reflexionar sobre su situación, y enseñarle a reconocer la importancia de vivir experiencias positivas. Debemos reeducar su sensibilidad hacia el bien y el mal, guiándola en un camino de luz y reflexión.

Este proceso requiere que la voluntad personal esté involucrada; sin un compromiso voluntario y libre, el trabajo será en vano. Nuestra tarea es indicar el camino y acompañar, siempre conscientes de que la persona puede decidir abandonarlo en cualquier momento.

Si logramos que la persona vislumbre una luz de sentido común, será necesario proponer una formación en cuestiones básicas que permitan su madurez. Habrá que enfrentar vicios y pereza naturales, así como impedimentos que puedan surgir en su camino espiritual. Con esfuerzo y acompañamiento, es posible sanar ciertas heridas y restablecer un equilibrio.

Sin embargo, el objetivo final debe ser siempre la incorporación de la fe y la restauración de la gracia. Sin esto, la persona no será capaz de enfrentar las consecuencias de decisiones pasadas. Cargar con el peso de experiencias como las adicciones, la impureza, la infidelidad, la violencia o el aborto, no es algo que se pueda superar sin la ayuda de Dios. Esta ayuda debe ser aceptada con un profundo arrepentimiento y un firme propósito de enmienda que, en ocasiones, dura toda la vida.

Conclusión

No es necesario que el psicólogo inicie su sesión hablando directamente de Dios o rezando con el paciente. Sin embargo, si nuestro acompañamiento no integra el continuum natural-sobrenatural que conduce a Dios - un continuum que la humanidad y cierta psicología han fragmentado - no podremos restaurar una psicología realmente sana y auténtica.

Dios no se manifestó a través de Cristo para ser una opción más en nuestras vidas, ni para salvar sólo a algunos. Quiere que todos nos salvemos por medio de Él. Aunque Él es la puerta de la salvación para todos, es también una puerta estrecha que requiere aceptar reglas concretas e inviolables. La gracia es gratuita, pero no fue barata; costó el sacrificio de Cristo. Es fundamental reconocer nuestra necesidad de Dios para que nuestro ser se encamine en la dirección correcta.

No existen técnicas psicológicas, energías o métodos que puedan otorgar al ser humano el sentido que Dios ha reservado para sí mismo. Nuestro papel es acompañar, guiar y ser testigos de la transformación que ocurre cuando las personas se abren a esta realidad trascendental.

Paz y bien.



20 septiembre 2024

¿Milagro o prudencia? Lo que la Iglesia dice sobre Medjugorje

¿Qué ha declaro la Santa sede sobre Medjugorje y los mensajes de la Virgen? 

Ayer 19 de septiembre de  2024, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe ha emitido una Nota oficial que arroja luz sobre la compleja historia de los fenómenos espirituales en Medjugorje, proporcionando un marco para comprender la experiencia que millones de fieles han abrazado con devoción a lo largo de los años. En este d
ocumento, se reconoce el impacto positivo que este lugar ha tenido en la vida espiritual de los peregrinos y, al mismo tiempo, se invita a mantener una actitud prudente en torno a algunos de los mensajes asociados a los supuestos videntes.

Un culto reconocido y los frutos positivos

Uno de los puntos más significativos de la Nota es el reconocimiento del culto público en Medjugorje, lo que implica que los fieles pueden participar en peregrinaciones y actos de devoción, guiados por la figura de la Virgen María bajo el título de "Reina de la Paz". Este reconocimiento no implica necesariamente que la Iglesia afirme de manera definitiva la naturaleza sobrenatural de las apariciones, pero sí se considera que hay frutos evidentes y abundantes que invitan a valorarla.

Entre los frutos más destacables se mencionan numerosas conversiones, el retorno a la fe de personas que habían estado alejadas, el incremento de vocaciones sacerdotales y religiosas, y una renovación profunda de la vida espiritual de los peregrinos. Además, Medjugorje se ha convertido en un punto de encuentro de paz, no solo para católicos, sino también para personas de otras religiones, como cristianos ortodoxos y musulmanes. Este ambiente ecuménico y de reconciliación refuerza el valor espiritual que este lugar representa para muchas personas.

La vida pastoral en Medjugorje también es digna de mención: la celebración diaria de la Eucaristía, el rezo del Rosario, la adoración al Santísimo Sacramento y la celebración frecuente del sacramento de la reconciliación son prácticas centrales que han sido fortalecidas por el fenómeno. Asimismo, eventos como el Festival de la Juventud y retiros espirituales para diversas vocaciones han generado un ambiente de fervor religioso que sigue atrayendo a miles de fieles de todo el mundo. Quienes han estado en Medjugorje pueden dar testimonio de la fuerza de la oración y de ese ambiente de recogimiento y adoración que tanto impacta a quien va con abierto a recibir una gracia.

Prudencia ante los Mensajes: algunos ejemplos

Si bien el documento celebra muchos de los frutos espirituales y pastorales de Medjugorje, también advierte sobre la necesidad de prudencia ante algunos de los presuntos mensajes de la Virgen, que, aunque en su mayoría son edificantes, algunos contienen errores teológicos o expresiones imprecisas que requieren discernimiento.

Por ejemplo, un mensaje del 2 de noviembre de 2017 incluye la expresión "mi Hijo, uno y trino, os ama", una afirmación teológicamente incorrecta, ya que confunde los conceptos de la Trinidad. Aunque este tipo de errores puede deberse a interpretaciones subjetivas de los videntes, el Dicasterio advierte sobre la importancia de no tomar estas expresiones literalmente.

Otro punto que se menciona con cuidado es la predicción de castigos o catástrofes, como ocurre en el mensaje del 2 de septiembre de 1982, que afirma: "Cuando se manifieste en la colina el signo prometido, será demasiado tarde". Aunque este tipo de advertencias pueden entenderse como un llamado a la conversión, dice la nota de prensa que es importante no interpretarlas de manera alarmista o en línea con teorías catastrofistas, algo que la Iglesia ultimamente desaconseja, pero que los que observamos los signos de los tiempos tal como se nos pide en el Evangelio (Mt 16 2-3; Mt 24, 32-33; Mc 13, 28-29; Lc 12 54-56; Lc 21, 29-31) y somos capaces de ver el llamado a la conversión de Dios en lo que ocurre a nivel mundial (tanto a nivel político, como social y natural) nos cuesta más tomar a la ligera. Por alguna razón, que se escapa a mi comprensión, a pesar de ser tan necesario un escarmiento a esta sociedad y que sea muy razonable que Dios reprenda a sus hijos llamándolos a la conversión y avisándoles de lo que pueda pasar si siguen este camino de maldad y apostasía () a la Iglesia no le gustan los mensajes como de Garabandal, Akita, La Salette e incluso Fátima, donde se avisa a la humanidad que si no hay conversión y penitencia llegará un castigo (sea el comunismo o un desastre). Nos cuesta entender que detrás de una mala conducta hay unas consecuencia negativa (guerras, pobreza, enfermedades, catastrofes) y que Dios es un Dios de la historia, con un plan y un seguimiento de sus hijos. La mayoría cree que todo es azar, casualidad y se olvida de la divina Providencia de Dios y su capacidad y deseo de permitir o no permitir, actuar o no actuar, para que todo salga como él desea. Sin romper con la libertad humana, pero doblándola todo lo posible para que se cumpla su proyecto. Prueba de ello es la decepcioante referencia al ayuno propuesto en Medjugorje hecha por el cardenal Víctor Manuel Fernández en la rueda de prensa (que escuché personalmente en italiano). Afirmó que, "aunque es una llamada fuerte, no hay que tomarla muy en serio". Comentó que la insistencia en ciertos detalles prácticos, como los días exactos de ayuno (miércoles y viernes), podría interpretarse como una interferencia en el discernimiento pastoral ordinario de la Iglesia. Vuelvo a observar una falta de conciencia sobre la relación existente entre la maldad y el pecado actual, y los frutos de la obediencia a los mensajes de la Virgen (enviada como mensajera de Dios, evidentemente) a hacer ayuno, penitencia y oración.

Pero volvamos al documento sobre Medjugorje...

Finalmente, otra crítica va al uso del término "mediadora" atribuido a la Virgen en el mensaje del 17 de julio de 1986 (Yo soy la mediadora entre vosotros y Dios). La Iglesia enseña que, si bien María intercede por nosotros, la única mediación entre Dios y los hombres es la de Jesucristo. Estos ejemplos intentan invitar a los fieles a un análisis prudente de los mensajes, sin perder de vista el núcleo central del Evangelio. A mi humilde parecer, es evidente que María sólo está entre Cristo (que, recordemos, también es Dios) y nosotros, pero no entre Dios y nosotros de forma excluyente. Es lógico entender la intención de prudencia de la Iglesia que tiene que matizar estas cuestiones teológicas y proteger los detalles.

Una experiencia a la luz del Evangelio

Un aspecto que destaca en el documento es la insistencia de la Virgen misma, según los presuntos mensajes, en que los fieles se concentren en lo esencial: la Palabra de Dios. En varios de los mensajes, la Virgen exhorta a leer la Sagrada Escritura, sugiriendo que la verdadera luz y guía para la vida cristiana no están tanto en los fenómenos extraordinarios, sino en la enseñanza del Evangelio.

A lo largo del texto se subraya que la espiritualidad de Medjugorje es cristocéntrica: María siempre apunta a su Hijo, Cristo, como el centro de la fe. Este énfasis evita que los fieles se desvíen hacia una devoción desmedida por los mensajes y los milagros, recordando que el auténtico encuentro con Dios ocurre a través de los sacramentos, la oración y el servicio a los demás.

Como siempre, en toda experiencia, puede darse cierto fanatismo y una tendencia a centrarse en el particular novedoso o especial, y no en el sentido global e importante. Me parece sensato que se recuerde que, lo central, no son los mensajes en sí, ni los videntes, ni los milagros, sino siempre Cristo, la conversión y amor a él, así como la vida de santidad en la Iglesia y los sacramentos. 

El futuro de Medjugorje: discernimiento y esperanza

Con respecto a los mensajes futuros, el documento deja claro que estos deberán ser sometidos a un proceso de discernimiento por parte del Visitador Apostólico y las autoridades eclesiásticas locales antes de ser publicados. Este cuidadoso proceso busca asegurar que cualquier mensaje nuevo esté en línea con la fe y la enseñanza de la Iglesia, evitando confusiones entre los fieles. Ya veremos cómo se concreta ahora para que se puedan difundir sin demoras, pero dejará la tranquilidad de que el mensaje estará validado y respaldado por la Iglesia, algo que será especilamente bueno para los fieles mas escrupulosos o indecisos al respecto.

En conclusión, Medjugorje está aprobada como un fenómeno bueno, aconsejable y quedan validados los mensajes y las apariciones, aunque sin pronunciamiento definitivo sobre la sobrenaturalidad (monseñor Fernandez dijo en la rueda de prensa claramente que el papa Francisco le comunicó que no quiere declarla ni ahora ni nunca porque "no lo ve necesario"). Medjugorje es una experiencia espiritual que ha tocado la vida de millones de personas, y aunque no todos los mensajes son plenamente aceptados (por sus formas y expresiones sobre todo), se aprueba el culto público y los frutos espirituales positivos que han surgido de este lugar, que son innegables. La Iglesia, con prudencia, anima a los fieles a continuar su camino de fe, siempre guiados por el Evangelio y buscando en todo la voluntad de Dios.

En mi opinión...

Es una noticia buena y positiva que confirma la postura de la Iglesia de hace unos meses y se oficializa, pero a la vez delata la incapacidad de la Iglesia de atender a los signos de los tiempos, de la gravedad del pecado y apostasía, de ver en los acontecimientos actuales el cumplimiento de muchas profecías de santos y beatos (dejo unos ejemplos al final). Intuyo cierta resistencia a dejarse reprender por Dios, lo que viene a llamarse docilidad y humildad despierta. 

No veo la Iglesia vigilante que pidió Jesús (Mt 24, 42; Mt 25, 13; Mc 13, 33-37; Lc 12, 35-40; Lc 21, 36), ni que se escuche la llamada al ayuno (Mt 6, 16-18; Mt 9, 14-15; Mc 2, 18-20; Lc 5, 33-35), ni se acuerde de los reproches de Jesús avisando de castigos a veces tremendos si no hay conversión (Lc 13, 1-5; Mt 11, 20-24; Lc 19, 41-44; Mt 24, 37-39), que le cuesta aceptar a María como una ayuda de Dios para nuestra conversión y educación (Jn 19, 26-27; Ap 12, 17) que no pretende competir con Dios, sino que trabajar incansablemente para su plan. Sigamos rezando por la Iglesia, el Papa, los sacerdotes, la paz y la unidad en este mundo. Recordad, queda poco tiempo (Ap 12, 12; 1 Cor 7, 29; Rm 13, 11-12; Mc 13, 33) y esta vida es muy corta. No hay que disfrutarla, sino aprovecharla para lo que está pensada: "concoer y aceptar a Cristo para vivir con él la eternidad", que es muy diferente.

Saludos

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1. San Vicente Ferrer (1350-1419)

Conocido como el "Ángel del Apocalipsis", San Vicente Ferrer predicó con gran fervor sobre el fin de los tiempos. Creía que su misión era preparar a la humanidad para la venida de Cristo y el Juicio Final. Aunque no profetizó una fecha específica, su mensaje era un llamado a la conversión y la penitencia para estar preparados ante el regreso de Cristo.

2. Santa Hildegarda de Bingen (1098-1179)

Mística y profetisa, Santa Hildegarda tuvo visiones apocalípticas que describían la lucha entre el bien y el mal en los últimos tiempos. En sus visiones, habló de un gran castigo para la humanidad si no se arrepentía de sus pecados, y predijo la venida de un líder piadoso que restauraría la justicia antes del fin del mundo. También hizo referencia a desastres naturales y guerras como signos de los últimos tiempos.

3. San Malaquías (1094-1148)

San Malaquías es conocido por su famosa profecía de los Papados, que supuestamente enumera a los papas desde su tiempo hasta el final de los tiempos. Aunque no está confirmada oficialmente por la Iglesia, se le atribuye haber profetizado sobre los papas futuros y el último papa, quien gobernaría durante el tiempo de la gran tribulación, antes del fin del mundo.

4. San Juan Bosco (1815-1888)

San Juan Bosco tuvo varias visiones sobre los últimos tiempos, muchas de las cuales están llenas de simbolismo. En una de sus visiones más conocidas, vio a la Iglesia como un barco navegando en medio de grandes tormentas y ataques, pero finalmente anclándose en dos pilares: la Eucaristía y la Virgen María. Esto se interpreta como una profecía de tiempos difíciles para la Iglesia, pero también de su triunfo final.

5. Beata Ana Catalina Emmerick (1774-1824)

Mística alemana, la beata Ana Catalina Emmerick tuvo visiones detalladas sobre los últimos tiempos y la Iglesia. En sus visiones, habló de la corrupción dentro de la Iglesia, de tiempos de persecución y purificación, y del surgimiento de una gran batalla espiritual. Describió una iglesia que parecía estar en ruinas pero que sería restaurada por un pequeño número de fieles devotos.

6. San Luis María Grignion de Montfort (1673-1716)

San Luis María, autor del clásico "Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen", profetizó acerca de los últimos tiempos. Habló de un "ejército de santos" que surgiría en los últimos días, guiado por María, para enfrentar al anticristo y preparar la segunda venida de Cristo. Este ejército estaría compuesto por los devotos de María, que lucharían con gran fe y valor.

7. Santa Faustina Kowalska (1905-1938)

La mística polaca conocida por la devoción a la Divina Misericordia tuvo varias revelaciones sobre los últimos tiempos. En su "Diario", Jesús le habló de un tiempo de gran misericordia antes del día de la justicia. Sus visiones incluyen advertencias de tribulación para la humanidad si no responde al llamado de la conversión, pero también la promesa de la misericordia de Dios para aquellos que confíen en Él.

8. San Pío de Pietrelcina (1887-1968)

El Padre Pío, un sacerdote y místico con los estigmas, tuvo visiones y revelaciones sobre el futuro, incluidos los últimos tiempos. En sus cartas y conversaciones privadas, habló de tres días de oscuridad, una profecía popular en la tradición católica que anuncia un tiempo de purificación en el que los justos serán protegidos por Dios mientras el mal será erradicado de la tierra.

9. Santa Teresa de Jesús (1515-1582)

Aunque no profetizó sobre los últimos tiempos de forma directa, Santa Teresa de Ávila, en sus escritos sobre la vida interior y la oración, ofrece enseñanzas que se han interpretado como preparatorias para los tiempos finales, especialmente su énfasis en el abandono total a la voluntad de Dios y en la importancia de la oración contemplativa para resistir las tribulaciones espirituales.

10. Sor Lucía dos Santos (1907-2005)

Una de las videntes de Fátima, Sor Lucía tuvo varias revelaciones sobre el futuro de la humanidad. En el mensaje de Fátima, la Virgen María advirtió sobre la necesidad de conversión, oración y penitencia para evitar desastres mundiales, incluida una gran guerra. También habló del triunfo del Inmaculado Corazón de María como clave para la victoria final sobre el mal.


 

29 junio 2024

El estrés para el cristiano: una lucha espiritual

En la vorágine de la vida moderna, el estrés se ha convertido en un compañero indeseable pero constante. Para el cristiano, esta experiencia no es solo una batalla física y emocional, sino también una lucha espiritual. El estrés nos aparta de Dios y centra nuestra atención en nuestras propias limitaciones y capacidades. Pero ¿cómo podemos enfrentar este desafío desde una perspectiva de fe? He aquí unas claves que pueden marcar el camino.

1. La providencia divina: un refugio seguro

Primero, es crucial confiar en la providencia divina. Recordar que Dios tiene el control absoluto puede ser una fuente inmensa de paz. Al Señor no se le escapa nada; Él está al tanto de cada detalle de nuestra vida y nos guía incluso en los momentos más oscuros. Al entregar nuestras preocupaciones a Dios, reconocemos que no todo depende de nosotros y que su voluntad prevalecerá.

2. Meditación y prioridades: un espacio para Dios

Tomarse el tiempo para meditar y estar en la presencia de Dios es otra herramienta poderosa contra el estrés. En un mundo que nos impulsa a la acción constante, detenernos a reflexionar y ordenar nuestras prioridades según el corazón y la cabeza nos ayuda a centrarnos en lo que realmente importa. La oración y la meditación nos permiten recalibrar nuestro enfoque y recordar que somos instrumentos de Dios.

3. Orgullo y humildad: una batalla interna

El orgullo es un enemigo silencioso que impide pedir ayuda y fomenta la soberbia. Al reconocer nuestras limitaciones y buscar ayuda cuando la necesitamos, ejercitamos la humildad. Ser humildes nos permite renunciar a lo que no podemos o debemos hacer, ser asertivos y no sobrecargarnos de trabajo. Aceptar nuestros errores y aprender a relajarnos en medio de ellos es una lección crucial.

4. Autoconocimiento: entender nuestras reacciones

Conocernos a nosotros mismos es vital para prever cómo respondemos al estrés. Cada personalidad tiene su propia forma de enfrentar la presión. El inseguro tiende a preocuparse en exceso, lo que puede llevar a un estado constante de ansiedad. Por otro lado, el impulsivo puede reaccionar con agresividad, resultando en conflictos interpersonales que aumentan su estrés. El tímido, ante situaciones estresantes, prefiere aislarse, lo que puede llevar a un sentimiento de soledad y abandono. El perfeccionista, con su alta autoexigencia, nunca se siente satisfecho y se somete a una presión constante.

Además, es importante reconocer que el estrés puede manifestarse físicamente de diversas maneras. Algunas personas pueden experimentar dolores de espalda, mientras que otras pueden tener problemas estomacales o afecciones en la piel. Estas manifestaciones físicas son señales de que nuestro cuerpo está respondiendo al estrés, y entender estas respuestas nos ayuda a abordarlas de manera más efectiva.

5. Humildad, confianza y abandono: las claves del alivio

La humildad nos permite dejar de lado lo que no podemos controlar y ser realistas con nuestras capacidades. La confianza en Dios nos recuerda que somos sus instrumentos y que, si algo es su voluntad, saldrá bien. Finalmente, el abandono en Dios es la confianza llevada al extremo, más allá de la humillación o la muerte. Es aceptar nuestra dignidad como hijos de Dios y trabajar donde Él nos mande, no donde nuestro ego nos lleve.

El estrés de las grandes responsabilidades

Algunos enfrentan un tipo de estrés diferente, conocido como "carga moral" o "estrés moral". Este estrés surge cuando se deben tomar decisiones con graves consecuencias para otros, y es común en profesionales como médicos, educadores y líderes. Este tipo de estrés puede incluir sentimientos intensos de ansiedad, culpa y preocupación, especialmente cuando las decisiones implican dilemas éticos complejos.

Para manejar este tipo de estrés, es esencial mantener la integridad y la honestidad, hacer lo que está en nuestras manos y vivir una vida de oración. Además, prácticas como un buen descanso, una alimentación adecuada, el ejercicio físico, el contacto con la naturaleza y el apoyo social son fundamentales. Compartir nuestras cargas con otros y buscar la confesión puede ofrecer un alivio significativo tanto a nivel espiritual como psicológico.

En resumen, el estrés para el cristiano no es solo una batalla personal, sino una oportunidad para profundizar en su fe y confiar plenamente en Dios. Al adoptar una postura de humildad, confianza y abandono, podemos encontrar la paz en medio de la tormenta y recordar que, en última instancia, todo está en las manos de nuestro Padre celestial.

Estres