01 noviembre 2024

El micelio: un paralelo con la vida espiritual que hemos olvidado

En el vasto y vibrante mundo que existe bajo nuestros pies, el micelio opera como una red oculta y compleja, manteniendo la vida en el bosque de una forma sorprendentemente similar a las redes de comunicación. Se le ha llamado el “Internet del bosque” porque, igual que una red digital, permite la interconexión de todos los elementos del ecosistema. Esta red subterránea está formada por filamentos llamados hifas, que se extienden en todas direcciones, conectando árboles, hongos y otras plantas, transportando nutrientes, agua y mensajes químicos de un organismo a otro.

El micelio no solo ayuda a que cada árbol se mantenga fuerte y saludable, sino que permite que el bosque entero prospere al compartir recursos y advertencias de peligros entre los diferentes organismos. Así, cuando un árbol enfrenta una plaga o una carencia de nutrientes, puede “pedir ayuda” y recibir apoyo de otros árboles y del suelo, a través de esta red de micelio. Es un sistema de interdependencia que mantiene el equilibrio en el bosque y garantiza que, cuando uno de sus miembros enfrenta dificultades, toda la red colabora para restaurar el orden.

Este equilibrio, sin embargo, es frágil. La forma en que interactuamos con el bosque, incluso a la hora de recolectar hongos, afecta directamente a la salud de este sistema. Si un hongo es arrancado de raíz, el micelio queda expuesto y dañado, poniendo en riesgo el flujo de nutrientes y la supervivencia de otras especies. Por ello, en la recolección de hongos, es esencial cortar cuidadosamente el tallo y dejar el micelio intacto para que continúe su función vital. Este respeto hacia la red subterránea es crucial para garantizar la sostenibilidad del ecosistema.

El micelio y la comunión de los santos: una red espiritual que nos conecta y fortalece

La profunda interconexión del micelio en el bosque tiene un paralelismo asombroso con una red espiritual que los cristianos llamamos la Comunión de los Santos. Este concepto hace referencia a la unión de todos los creyentes, vivos y fallecidos, en el Cuerpo Místico de Cristo. En este “micelio espiritual,” todos los miembros del Cuerpo de Cristo estamos vinculados de una manera que nos permite crecer y sostenernos mutuamente, mediante la oración, la intercesión y el amor.

Al igual que el micelio sustenta la vida en el bosque, los santos y los fieles unidos en Cristo sustentan nuestra vida espiritual, ayudándonos en nuestro caminar hacia la santidad. Dios nos ha creado para vivir en comunión con Él y con los demás, en una relación de amor y apoyo mutuo. De hecho, podríamos decir que, así como el micelio conecta y nutre a los árboles para que el bosque prospere, la comunión de los santos conecta a cada creyente en una red que fortalece nuestra fe y nos permite crecer en gracia. Nuestra existencia, entonces, no es solo individual, sino que participa de una comunidad espiritual en la que cada uno tiene un papel de intercesión, amor y responsabilidad.

Una red de amor responsable y sostenible

Así como el micelio nos muestra que la naturaleza está diseñada para vivir en interdependencia, también nosotros estamos llamados a vivir una vida de apoyo y amor responsable con los demás. Este amor no es solo un sentimiento, sino un llamado a actuar en favor de nuestros hermanos y hermanas. Del mismo modo que el bosque se degrada si el micelio es dañado, también el Cuerpo de Cristo sufre cuando los creyentes no se esfuerzan en la oración, el apoyo mutuo y la intercesión por los demás.

Dios ha inscrito en nosotros una capacidad para la intimidad espiritual, una intimidad que compartimos con Él y que también se refleja en nuestra relación con los demás. En la comunión de los santos, nuestra relación espiritual se nutre de la oración y el sacrificio, y en esta red espiritual todos contribuimos para sostener y elevarnos mutuamente en la fe. Santa María Virgen, por ejemplo, es un pilar fundamental de esta red espiritual, ayudándonos e intercediendo continuamente para que cada miembro de esta “red” alcance la plenitud en el amor de Dios.

El valor de la interconexión espiritual

A medida que el micelio enriquece el suelo del bosque y lo mantiene fértil, la gracia divina fluye a través de nosotros y nos da fuerza para crecer espiritualmente. Vivir en comunión no es opcional para el cristiano, sino que es parte esencial de su vocación. Dios nos invita a ser parte de esta red espiritual, ayudándonos mutuamente a través de la oración, la solidaridad y el amor desinteresado. La conexión espiritual con Cristo y con los santos nos permite ser mejores, más plenos y felices, de una forma que va más allá de nuestras limitaciones individuales.

Así como los árboles y hongos se sostienen mutuamente en el bosque, estamos llamados a sostenernos en esta red espiritual. No vivimos solo para nosotros mismos, sino que nuestro propósito en Dios incluye participar en una red de amor y ayuda mutua. Cada oración, cada acto de amor, y cada sacrificio son como los nutrientes que el micelio transporta en el bosque, sosteniendo a los demás y nutriendo nuestro propio crecimiento espiritual.

Aprender del micelio para enriquecer nuestra vida de fe

El micelio nos enseña que la verdadera plenitud surge de la conexión y del compromiso con los demás. Si la naturaleza misma está diseñada para vivir en red y apoyo mutuo, ¿cuánto más debería el ser humano, creado a imagen de Dios, vivir en una relación de amor y entrega? Si comprendemos la importancia de esta red espiritual que nos une, aprenderemos a vivir en gracia, apreciar la vida sacramental, buscando siempre el bien del otro y confiando en que también recibiremos el apoyo necesario en nuestro camino. Es la base de la confianza en la Providencia.

Si no caemos en la nueva Era y espiritualizamos la naturaleza indebidamente, al observar el micelio y su contribución silenciosa al bosque, encontramos un espejo de la comunión de los santos y la vida de la gracia y de nuestra propia vocación como cristianos. Estamos invitados a vivir en una relación profunda y significativa, permitiendo que el amor y la gracia fluyan a través de esta red espiritual que Dios tiene establecida para sostener la vida. Que el micelio, escondido bajo la superficie, nos inspire a valorar y nutrir nuestra conexión con Cristo y todos los santos, para que así, al igual que el bosque, podamos vivir y prosperar en comunión plena y duradera.

 Paz y bien

28 septiembre 2024

Psicología cristiana para el paciente sin fe

La pregunta sobre cómo alcanzar la verdadera felicidad y plenitud es tan antigua como la humanidad misma. He reflexionado largo y tendido sobre la continuidad que existe entre nuestra vida terrenal y la vida eterna, entre el ser humano y Dios. Dios nos creó para Él, y es en esa relación donde encontramos las claves de nuestra semejanza con Él: la voluntad, la libertad, el amor y el conocimiento íntimo y personal. Estas cualidades nos impulsan a dirigir nuestra vida en la dirección establecida por Dios para alcanzar la felicidad auténtica.

La llamada del Evangelio

El Evangelio nos ofrece enseñanzas fundamentales para comprender este camino hacia la felicidad. Jesús nos recuerda que estamos en el mundo, pero no somos del mundo (Jn 15,19). Hemos renacido del Espíritu Santo para vivir una vida en Dios y no sólo como seres humanos (Jn 3,5). La Santísima Trinidad habita en nosotros (Jn 14,23), y debemos tener siempre presente esta realidad, ya sea en vigilia o en descanso.

Reconocemos que existe un pecado original que nos privó de la gracia para la cual fuimos creados (Rm 3,23). Sin embargo, el sacrificio de Cristo y los sacramentos establecidos en su Iglesia nos permiten recuperar esa gracia (Rm 5,20). Además, creemos que un día Cristo volverá para restaurar plenamente su Reino (Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 668-679), ese que pedimos en el Padrenuestro. Es muy probable, además, que ya estemos viviendo una especie de tribulación purificadora, preparándonos para ese momento.

La vida evangélica tiene el poder de devolver el equilibrio psicofísico que perdimos a causa del pecado. Una vida sacramental bien vivida puede sanar corazones y renovar la esperanza frente al dolor y la muerte que aún existen en el mundo. Como señala el Concilio Vaticano II en Gaudium et Spes:

"A través de toda la historia humana se desarrolla una dura batalla contra los poderes de las tinieblas. Iniciada ya desde el origen del mundo, durará hasta el último día, según dice el Señor. Inserto en esta lucha, el hombre debe combatir continuamente para adherirse al bien, y no sin grandes trabajos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de lograr la unidad en sí mismo" (GS 37,2).

Los desafíos de alejarse de Dios

Aquellos que eligen no vivir en sintonía con Dios enfrentan serios problemas. Primero, una incongruencia interna al sentir una llamada profunda a la felicidad y plenitud, pero percibirla como inalcanzable por sus propias fuerzas. Esto lleva a muchos a buscar alternativas: negar la posibilidad real de la felicidad, sumergirse en caminos espirituales de la Nueva Era, o enfocarse únicamente en la vida material, buscando acumular riquezas y placeres. Sin embargo, el deseo de plenitud sigue latiendo, y al no poder ser satisfecho ni silenciado, genera un dolor interior y una incongruencia entre lo que se vive y lo que realmente se desea.

Esta incongruencia conduce a dificultades prácticas en la vida diaria. Sin un propósito verdadero, se vuelve arduo levantarse cada mañana, trabajar con gusto y vocación, valorar nuestro planeta y cultura, y comprometerse en relaciones familiares significativas. La perseverancia en el amor y la entrega requiere más que esfuerzo humano; necesita la gracia divina.

La acumulación de dificultades genera un cansancio psicofísico y un desorden interior. Este vacío y pérdida de sentido pueden manifestarse en diversas patologías o comportamientos anómalos que la psicología moderna intenta clasificar. Estas señales nos indican que el camino seguido no es el correcto. En este punto, la persona enfrenta una disyuntiva crucial: buscar la verdad y mejorar, o abandonarse a los dictados del cuerpo y el mundo, pervirtiendo el corazón y abrazando consecuencias cada vez más irreversibles.

La pérdida profunda de sentido puede llevar al cierre del corazón a la luz, de modo que ni la razón ni el sentido común logran corregir o regenerar. Cuando se rechaza a Dios, lo religioso y la bondad natural del corazón, se vuelve complicado restaurar una naturaleza humana ya herida y ahora casi hundida.

El papel del psicólogo en el camino de sanación

Dios siempre puede obrar milagros en virtud del gran sacrificio de su Hijo y de las oraciones y ofrendas de quienes se han unido a Él. Sin embargo, sin una intervención divina explícita, un corazón en este estado no es recuperable por medios naturales. Aquí radica la gran responsabilidad de la educación y el acompañamiento, que pueden dirigir la naturaleza humana herida hacia la perfección divina a través de la fe.

Entonces, ¿qué podemos hacer cuando alguien acude a consulta buscando orientación o mejora, pero no es consciente de su situación espiritual? El primer paso es comenzar desde cero, con mucha paciencia y amor. Es esencial acoger a la persona, ayudarla a reflexionar sobre su situación, y enseñarle a reconocer la importancia de vivir experiencias positivas. Debemos reeducar su sensibilidad hacia el bien y el mal, guiándola en un camino de luz y reflexión.

Este proceso requiere que la voluntad personal esté involucrada; sin un compromiso voluntario y libre, el trabajo será en vano. Nuestra tarea es indicar el camino y acompañar, siempre conscientes de que la persona puede decidir abandonarlo en cualquier momento.

Si logramos que la persona vislumbre una luz de sentido común, será necesario proponer una formación en cuestiones básicas que permitan su madurez. Habrá que enfrentar vicios y pereza naturales, así como impedimentos que puedan surgir en su camino espiritual. Con esfuerzo y acompañamiento, es posible sanar ciertas heridas y restablecer un equilibrio.

Sin embargo, el objetivo final debe ser siempre la incorporación de la fe y la restauración de la gracia. Sin esto, la persona no será capaz de enfrentar las consecuencias de decisiones pasadas. Cargar con el peso de experiencias como las adicciones, la impureza, la infidelidad, la violencia o el aborto, no es algo que se pueda superar sin la ayuda de Dios. Esta ayuda debe ser aceptada con un profundo arrepentimiento y un firme propósito de enmienda que, en ocasiones, dura toda la vida.

Conclusión

No es necesario que el psicólogo inicie su sesión hablando directamente de Dios o rezando con el paciente. Sin embargo, si nuestro acompañamiento no integra el continuum natural-sobrenatural que conduce a Dios - un continuum que la humanidad y cierta psicología han fragmentado - no podremos restaurar una psicología realmente sana y auténtica.

Dios no se manifestó a través de Cristo para ser una opción más en nuestras vidas, ni para salvar sólo a algunos. Quiere que todos nos salvemos por medio de Él. Aunque Él es la puerta de la salvación para todos, es también una puerta estrecha que requiere aceptar reglas concretas e inviolables. La gracia es gratuita, pero no fue barata; costó el sacrificio de Cristo. Es fundamental reconocer nuestra necesidad de Dios para que nuestro ser se encamine en la dirección correcta.

No existen técnicas psicológicas, energías o métodos que puedan otorgar al ser humano el sentido que Dios ha reservado para sí mismo. Nuestro papel es acompañar, guiar y ser testigos de la transformación que ocurre cuando las personas se abren a esta realidad trascendental.

Paz y bien.



20 septiembre 2024

¿Milagro o prudencia? Lo que la Iglesia dice sobre Medjugorje

¿Qué ha declaro la Santa sede sobre Medjugorje y los mensajes de la Virgen? 

Ayer 19 de septiembre de  2024, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe ha emitido una Nota oficial que arroja luz sobre la compleja historia de los fenómenos espirituales en Medjugorje, proporcionando un marco para comprender la experiencia que millones de fieles han abrazado con devoción a lo largo de los años. En este d
ocumento, se reconoce el impacto positivo que este lugar ha tenido en la vida espiritual de los peregrinos y, al mismo tiempo, se invita a mantener una actitud prudente en torno a algunos de los mensajes asociados a los supuestos videntes.

Un culto reconocido y los frutos positivos

Uno de los puntos más significativos de la Nota es el reconocimiento del culto público en Medjugorje, lo que implica que los fieles pueden participar en peregrinaciones y actos de devoción, guiados por la figura de la Virgen María bajo el título de "Reina de la Paz". Este reconocimiento no implica necesariamente que la Iglesia afirme de manera definitiva la naturaleza sobrenatural de las apariciones, pero sí se considera que hay frutos evidentes y abundantes que invitan a valorarla.

Entre los frutos más destacables se mencionan numerosas conversiones, el retorno a la fe de personas que habían estado alejadas, el incremento de vocaciones sacerdotales y religiosas, y una renovación profunda de la vida espiritual de los peregrinos. Además, Medjugorje se ha convertido en un punto de encuentro de paz, no solo para católicos, sino también para personas de otras religiones, como cristianos ortodoxos y musulmanes. Este ambiente ecuménico y de reconciliación refuerza el valor espiritual que este lugar representa para muchas personas.

La vida pastoral en Medjugorje también es digna de mención: la celebración diaria de la Eucaristía, el rezo del Rosario, la adoración al Santísimo Sacramento y la celebración frecuente del sacramento de la reconciliación son prácticas centrales que han sido fortalecidas por el fenómeno. Asimismo, eventos como el Festival de la Juventud y retiros espirituales para diversas vocaciones han generado un ambiente de fervor religioso que sigue atrayendo a miles de fieles de todo el mundo. Quienes han estado en Medjugorje pueden dar testimonio de la fuerza de la oración y de ese ambiente de recogimiento y adoración que tanto impacta a quien va con abierto a recibir una gracia.

Prudencia ante los Mensajes: algunos ejemplos

Si bien el documento celebra muchos de los frutos espirituales y pastorales de Medjugorje, también advierte sobre la necesidad de prudencia ante algunos de los presuntos mensajes de la Virgen, que, aunque en su mayoría son edificantes, algunos contienen errores teológicos o expresiones imprecisas que requieren discernimiento.

Por ejemplo, un mensaje del 2 de noviembre de 2017 incluye la expresión "mi Hijo, uno y trino, os ama", una afirmación teológicamente incorrecta, ya que confunde los conceptos de la Trinidad. Aunque este tipo de errores puede deberse a interpretaciones subjetivas de los videntes, el Dicasterio advierte sobre la importancia de no tomar estas expresiones literalmente.

Otro punto que se menciona con cuidado es la predicción de castigos o catástrofes, como ocurre en el mensaje del 2 de septiembre de 1982, que afirma: "Cuando se manifieste en la colina el signo prometido, será demasiado tarde". Aunque este tipo de advertencias pueden entenderse como un llamado a la conversión, dice la nota de prensa que es importante no interpretarlas de manera alarmista o en línea con teorías catastrofistas, algo que la Iglesia ultimamente desaconseja, pero que los que observamos los signos de los tiempos tal como se nos pide en el Evangelio (Mt 16 2-3; Mt 24, 32-33; Mc 13, 28-29; Lc 12 54-56; Lc 21, 29-31) y somos capaces de ver el llamado a la conversión de Dios en lo que ocurre a nivel mundial (tanto a nivel político, como social y natural) nos cuesta más tomar a la ligera. Por alguna razón, que se escapa a mi comprensión, a pesar de ser tan necesario un escarmiento a esta sociedad y que sea muy razonable que Dios reprenda a sus hijos llamándolos a la conversión y avisándoles de lo que pueda pasar si siguen este camino de maldad y apostasía () a la Iglesia no le gustan los mensajes como de Garabandal, Akita, La Salette e incluso Fátima, donde se avisa a la humanidad que si no hay conversión y penitencia llegará un castigo (sea el comunismo o un desastre). Nos cuesta entender que detrás de una mala conducta hay unas consecuencia negativa (guerras, pobreza, enfermedades, catastrofes) y que Dios es un Dios de la historia, con un plan y un seguimiento de sus hijos. La mayoría cree que todo es azar, casualidad y se olvida de la divina Providencia de Dios y su capacidad y deseo de permitir o no permitir, actuar o no actuar, para que todo salga como él desea. Sin romper con la libertad humana, pero doblándola todo lo posible para que se cumpla su proyecto. Prueba de ello es la decepcioante referencia al ayuno propuesto en Medjugorje hecha por el cardenal Víctor Manuel Fernández en la rueda de prensa (que escuché personalmente en italiano). Afirmó que, "aunque es una llamada fuerte, no hay que tomarla muy en serio". Comentó que la insistencia en ciertos detalles prácticos, como los días exactos de ayuno (miércoles y viernes), podría interpretarse como una interferencia en el discernimiento pastoral ordinario de la Iglesia. Vuelvo a observar una falta de conciencia sobre la relación existente entre la maldad y el pecado actual, y los frutos de la obediencia a los mensajes de la Virgen (enviada como mensajera de Dios, evidentemente) a hacer ayuno, penitencia y oración.

Pero volvamos al documento sobre Medjugorje...

Finalmente, otra crítica va al uso del término "mediadora" atribuido a la Virgen en el mensaje del 17 de julio de 1986 (Yo soy la mediadora entre vosotros y Dios). La Iglesia enseña que, si bien María intercede por nosotros, la única mediación entre Dios y los hombres es la de Jesucristo. Estos ejemplos intentan invitar a los fieles a un análisis prudente de los mensajes, sin perder de vista el núcleo central del Evangelio. A mi humilde parecer, es evidente que María sólo está entre Cristo (que, recordemos, también es Dios) y nosotros, pero no entre Dios y nosotros de forma excluyente. Es lógico entender la intención de prudencia de la Iglesia que tiene que matizar estas cuestiones teológicas y proteger los detalles.

Una experiencia a la luz del Evangelio

Un aspecto que destaca en el documento es la insistencia de la Virgen misma, según los presuntos mensajes, en que los fieles se concentren en lo esencial: la Palabra de Dios. En varios de los mensajes, la Virgen exhorta a leer la Sagrada Escritura, sugiriendo que la verdadera luz y guía para la vida cristiana no están tanto en los fenómenos extraordinarios, sino en la enseñanza del Evangelio.

A lo largo del texto se subraya que la espiritualidad de Medjugorje es cristocéntrica: María siempre apunta a su Hijo, Cristo, como el centro de la fe. Este énfasis evita que los fieles se desvíen hacia una devoción desmedida por los mensajes y los milagros, recordando que el auténtico encuentro con Dios ocurre a través de los sacramentos, la oración y el servicio a los demás.

Como siempre, en toda experiencia, puede darse cierto fanatismo y una tendencia a centrarse en el particular novedoso o especial, y no en el sentido global e importante. Me parece sensato que se recuerde que, lo central, no son los mensajes en sí, ni los videntes, ni los milagros, sino siempre Cristo, la conversión y amor a él, así como la vida de santidad en la Iglesia y los sacramentos. 

El futuro de Medjugorje: discernimiento y esperanza

Con respecto a los mensajes futuros, el documento deja claro que estos deberán ser sometidos a un proceso de discernimiento por parte del Visitador Apostólico y las autoridades eclesiásticas locales antes de ser publicados. Este cuidadoso proceso busca asegurar que cualquier mensaje nuevo esté en línea con la fe y la enseñanza de la Iglesia, evitando confusiones entre los fieles. Ya veremos cómo se concreta ahora para que se puedan difundir sin demoras, pero dejará la tranquilidad de que el mensaje estará validado y respaldado por la Iglesia, algo que será especilamente bueno para los fieles mas escrupulosos o indecisos al respecto.

En conclusión, Medjugorje está aprobada como un fenómeno bueno, aconsejable y quedan validados los mensajes y las apariciones, aunque sin pronunciamiento definitivo sobre la sobrenaturalidad (monseñor Fernandez dijo en la rueda de prensa claramente que el papa Francisco le comunicó que no quiere declarla ni ahora ni nunca porque "no lo ve necesario"). Medjugorje es una experiencia espiritual que ha tocado la vida de millones de personas, y aunque no todos los mensajes son plenamente aceptados (por sus formas y expresiones sobre todo), se aprueba el culto público y los frutos espirituales positivos que han surgido de este lugar, que son innegables. La Iglesia, con prudencia, anima a los fieles a continuar su camino de fe, siempre guiados por el Evangelio y buscando en todo la voluntad de Dios.

En mi opinión...

Es una noticia buena y positiva que confirma la postura de la Iglesia de hace unos meses y se oficializa, pero a la vez delata la incapacidad de la Iglesia de atender a los signos de los tiempos, de la gravedad del pecado y apostasía, de ver en los acontecimientos actuales el cumplimiento de muchas profecías de santos y beatos (dejo unos ejemplos al final). Intuyo cierta resistencia a dejarse reprender por Dios, lo que viene a llamarse docilidad y humildad despierta. 

No veo la Iglesia vigilante que pidió Jesús (Mt 24, 42; Mt 25, 13; Mc 13, 33-37; Lc 12, 35-40; Lc 21, 36), ni que se escuche la llamada al ayuno (Mt 6, 16-18; Mt 9, 14-15; Mc 2, 18-20; Lc 5, 33-35), ni se acuerde de los reproches de Jesús avisando de castigos a veces tremendos si no hay conversión (Lc 13, 1-5; Mt 11, 20-24; Lc 19, 41-44; Mt 24, 37-39), que le cuesta aceptar a María como una ayuda de Dios para nuestra conversión y educación (Jn 19, 26-27; Ap 12, 17) que no pretende competir con Dios, sino que trabajar incansablemente para su plan. Sigamos rezando por la Iglesia, el Papa, los sacerdotes, la paz y la unidad en este mundo. Recordad, queda poco tiempo (Ap 12, 12; 1 Cor 7, 29; Rm 13, 11-12; Mc 13, 33) y esta vida es muy corta. No hay que disfrutarla, sino aprovecharla para lo que está pensada: "concoer y aceptar a Cristo para vivir con él la eternidad", que es muy diferente.

Saludos

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1. San Vicente Ferrer (1350-1419)

Conocido como el "Ángel del Apocalipsis", San Vicente Ferrer predicó con gran fervor sobre el fin de los tiempos. Creía que su misión era preparar a la humanidad para la venida de Cristo y el Juicio Final. Aunque no profetizó una fecha específica, su mensaje era un llamado a la conversión y la penitencia para estar preparados ante el regreso de Cristo.

2. Santa Hildegarda de Bingen (1098-1179)

Mística y profetisa, Santa Hildegarda tuvo visiones apocalípticas que describían la lucha entre el bien y el mal en los últimos tiempos. En sus visiones, habló de un gran castigo para la humanidad si no se arrepentía de sus pecados, y predijo la venida de un líder piadoso que restauraría la justicia antes del fin del mundo. También hizo referencia a desastres naturales y guerras como signos de los últimos tiempos.

3. San Malaquías (1094-1148)

San Malaquías es conocido por su famosa profecía de los Papados, que supuestamente enumera a los papas desde su tiempo hasta el final de los tiempos. Aunque no está confirmada oficialmente por la Iglesia, se le atribuye haber profetizado sobre los papas futuros y el último papa, quien gobernaría durante el tiempo de la gran tribulación, antes del fin del mundo.

4. San Juan Bosco (1815-1888)

San Juan Bosco tuvo varias visiones sobre los últimos tiempos, muchas de las cuales están llenas de simbolismo. En una de sus visiones más conocidas, vio a la Iglesia como un barco navegando en medio de grandes tormentas y ataques, pero finalmente anclándose en dos pilares: la Eucaristía y la Virgen María. Esto se interpreta como una profecía de tiempos difíciles para la Iglesia, pero también de su triunfo final.

5. Beata Ana Catalina Emmerick (1774-1824)

Mística alemana, la beata Ana Catalina Emmerick tuvo visiones detalladas sobre los últimos tiempos y la Iglesia. En sus visiones, habló de la corrupción dentro de la Iglesia, de tiempos de persecución y purificación, y del surgimiento de una gran batalla espiritual. Describió una iglesia que parecía estar en ruinas pero que sería restaurada por un pequeño número de fieles devotos.

6. San Luis María Grignion de Montfort (1673-1716)

San Luis María, autor del clásico "Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen", profetizó acerca de los últimos tiempos. Habló de un "ejército de santos" que surgiría en los últimos días, guiado por María, para enfrentar al anticristo y preparar la segunda venida de Cristo. Este ejército estaría compuesto por los devotos de María, que lucharían con gran fe y valor.

7. Santa Faustina Kowalska (1905-1938)

La mística polaca conocida por la devoción a la Divina Misericordia tuvo varias revelaciones sobre los últimos tiempos. En su "Diario", Jesús le habló de un tiempo de gran misericordia antes del día de la justicia. Sus visiones incluyen advertencias de tribulación para la humanidad si no responde al llamado de la conversión, pero también la promesa de la misericordia de Dios para aquellos que confíen en Él.

8. San Pío de Pietrelcina (1887-1968)

El Padre Pío, un sacerdote y místico con los estigmas, tuvo visiones y revelaciones sobre el futuro, incluidos los últimos tiempos. En sus cartas y conversaciones privadas, habló de tres días de oscuridad, una profecía popular en la tradición católica que anuncia un tiempo de purificación en el que los justos serán protegidos por Dios mientras el mal será erradicado de la tierra.

9. Santa Teresa de Jesús (1515-1582)

Aunque no profetizó sobre los últimos tiempos de forma directa, Santa Teresa de Ávila, en sus escritos sobre la vida interior y la oración, ofrece enseñanzas que se han interpretado como preparatorias para los tiempos finales, especialmente su énfasis en el abandono total a la voluntad de Dios y en la importancia de la oración contemplativa para resistir las tribulaciones espirituales.

10. Sor Lucía dos Santos (1907-2005)

Una de las videntes de Fátima, Sor Lucía tuvo varias revelaciones sobre el futuro de la humanidad. En el mensaje de Fátima, la Virgen María advirtió sobre la necesidad de conversión, oración y penitencia para evitar desastres mundiales, incluida una gran guerra. También habló del triunfo del Inmaculado Corazón de María como clave para la victoria final sobre el mal.


 

29 junio 2024

El estrés para el cristiano: una lucha espiritual

En la vorágine de la vida moderna, el estrés se ha convertido en un compañero indeseable pero constante. Para el cristiano, esta experiencia no es solo una batalla física y emocional, sino también una lucha espiritual. El estrés nos aparta de Dios y centra nuestra atención en nuestras propias limitaciones y capacidades. Pero ¿cómo podemos enfrentar este desafío desde una perspectiva de fe? He aquí unas claves que pueden marcar el camino.

1. La providencia divina: un refugio seguro

Primero, es crucial confiar en la providencia divina. Recordar que Dios tiene el control absoluto puede ser una fuente inmensa de paz. Al Señor no se le escapa nada; Él está al tanto de cada detalle de nuestra vida y nos guía incluso en los momentos más oscuros. Al entregar nuestras preocupaciones a Dios, reconocemos que no todo depende de nosotros y que su voluntad prevalecerá.

2. Meditación y prioridades: un espacio para Dios

Tomarse el tiempo para meditar y estar en la presencia de Dios es otra herramienta poderosa contra el estrés. En un mundo que nos impulsa a la acción constante, detenernos a reflexionar y ordenar nuestras prioridades según el corazón y la cabeza nos ayuda a centrarnos en lo que realmente importa. La oración y la meditación nos permiten recalibrar nuestro enfoque y recordar que somos instrumentos de Dios.

3. Orgullo y humildad: una batalla interna

El orgullo es un enemigo silencioso que impide pedir ayuda y fomenta la soberbia. Al reconocer nuestras limitaciones y buscar ayuda cuando la necesitamos, ejercitamos la humildad. Ser humildes nos permite renunciar a lo que no podemos o debemos hacer, ser asertivos y no sobrecargarnos de trabajo. Aceptar nuestros errores y aprender a relajarnos en medio de ellos es una lección crucial.

4. Autoconocimiento: entender nuestras reacciones

Conocernos a nosotros mismos es vital para prever cómo respondemos al estrés. Cada personalidad tiene su propia forma de enfrentar la presión. El inseguro tiende a preocuparse en exceso, lo que puede llevar a un estado constante de ansiedad. Por otro lado, el impulsivo puede reaccionar con agresividad, resultando en conflictos interpersonales que aumentan su estrés. El tímido, ante situaciones estresantes, prefiere aislarse, lo que puede llevar a un sentimiento de soledad y abandono. El perfeccionista, con su alta autoexigencia, nunca se siente satisfecho y se somete a una presión constante.

Además, es importante reconocer que el estrés puede manifestarse físicamente de diversas maneras. Algunas personas pueden experimentar dolores de espalda, mientras que otras pueden tener problemas estomacales o afecciones en la piel. Estas manifestaciones físicas son señales de que nuestro cuerpo está respondiendo al estrés, y entender estas respuestas nos ayuda a abordarlas de manera más efectiva.

5. Humildad, confianza y abandono: las claves del alivio

La humildad nos permite dejar de lado lo que no podemos controlar y ser realistas con nuestras capacidades. La confianza en Dios nos recuerda que somos sus instrumentos y que, si algo es su voluntad, saldrá bien. Finalmente, el abandono en Dios es la confianza llevada al extremo, más allá de la humillación o la muerte. Es aceptar nuestra dignidad como hijos de Dios y trabajar donde Él nos mande, no donde nuestro ego nos lleve.

El estrés de las grandes responsabilidades

Algunos enfrentan un tipo de estrés diferente, conocido como "carga moral" o "estrés moral". Este estrés surge cuando se deben tomar decisiones con graves consecuencias para otros, y es común en profesionales como médicos, educadores y líderes. Este tipo de estrés puede incluir sentimientos intensos de ansiedad, culpa y preocupación, especialmente cuando las decisiones implican dilemas éticos complejos.

Para manejar este tipo de estrés, es esencial mantener la integridad y la honestidad, hacer lo que está en nuestras manos y vivir una vida de oración. Además, prácticas como un buen descanso, una alimentación adecuada, el ejercicio físico, el contacto con la naturaleza y el apoyo social son fundamentales. Compartir nuestras cargas con otros y buscar la confesión puede ofrecer un alivio significativo tanto a nivel espiritual como psicológico.

En resumen, el estrés para el cristiano no es solo una batalla personal, sino una oportunidad para profundizar en su fe y confiar plenamente en Dios. Al adoptar una postura de humildad, confianza y abandono, podemos encontrar la paz en medio de la tormenta y recordar que, en última instancia, todo está en las manos de nuestro Padre celestial.

Estres


18 febrero 2024

El porqué de la abstinencia

Es frecuente la cuestión sobre la obligación de la obligación a la abstinencia los viernes del año, siendo especialmente obligatorios los de Cuaresma. Parecería tener sentido cambiarlo por otro sacrificio que nos viniera mejor porque nos encanta el pescado o porque nos parezca una sacrificio demasiado simple, por lo que es interesante profundizar un poco en este tema y marcar los motivos de dicha tradición.

Uno de los motivos más importantes está vinculado a una pedagógica clave en la Iglesia Católica y es la obediencia. No se trata de hacer el sacrificio que nos parezca más adecuado, sino el que nos pida el Señor. Dios, por la Iglesia, nos pide no comer carne ni derivados de carne, y el fiel, en obediencia amorosa y confiada, lo asume, independientemente de que la parece fácil o difícil, mejor o peor. Esta obediencia es clave y la Virgen María es un ejemplo central en nuestra fe. Así que, si te parece fácil o te gusta el pescado, date por contento y adelante.

Un segundo aspecto interesante a tener en cuenta es que en el caso que parece un sacrificio sencillo, nada prohíbe añadir otros, como rezar más, esforzarse por ir a misa, prescindir de otras cosas, etc.

Otro aspecto muy importante está vinculado al testimonio. No comer carne los viernes implica una cierta reorganización de las comidas, sobre todo si son sociales. Es una buena ocasión para testimoniar que los cristianos no comemos carne los viernes, mostrar nuestra comunión eclesial y vivir ese sentido de pertenencia en la sociedad.

Otra función de la abstinencia de los viernes es su propósito espiritual: nos recuerda que estamos en un tiempo penitencial, nos ayuda a evitar la rutina de la semana y recordar que Dios tiene que intervenir en nuestro día a día y ser el centro real de nuestra vida. En la Cuaresma esta dimensión se acentúa, por lo que no se permite prescindir de la abstinencia y sustituirla con otro sacrificios voluntarios, pues es momento de más profundidad eclesial y penitencial.

Una de las justificaciones que leí al respecto, mencionaba que la elección de que no se comiera precisamente carne y no otra cosa, era arbitraria. Igual que la Iglesia eligió el morado para la celebración, pues eligió la abstinencia. Sin embargo no es del todo cierto.

La carne es para la fiesta y en muchas culturas parece ser central en lo festivo. En el Evangelio, en la parábola del hijo pródigo, la fiesta se hace matando a un ternero, pero si nos vamos a la tradición budista, tampoco comen carne los días 1 y 15 de cada mes, por lo que algo hay en la carne que la hace especialmente de fiesta. Lo mismo ocurre en la cultura coreana, donde comer carne es signo de opulencia, fiesta y celebración. Así que prescindir de la carne subraya la importancia de la actitud penitencial y preparatoria de la cuaresma, actitud que también está presente en el tiempo ordinario, no olvidemos.

Finalmente, hay un último aspecto clave en la abstinencia de la carne, pues ayunar de carne nos ayuda a contemplar con respeto la carne de Cristo que se entregó en la cruz por nosotros y profundizar esa mirada espiritual que todo cristiano tiene que tener del cuerpo de Cristo escarnecido por amor en una humillante muerte de cruz.

Así que, la abstinencia, no es una tradición absurda, inútil o superficial. Es, como todo lo que propone la Iglesia, una oportunidad de crecimiento santificante y de profundizar en nuestra relación con Dios para que sea más cercana y santa.

Que la Virgen nos acompañe y ayude a tener la confianza en la Iglesia, para que seamos obedientes como ella y podamos disfrutar de vivir con sencillez amorosa los mandatos, independientemente de nuestra opiniones.



28 agosto 2023

Más allá de las palabras

En medio de esta agitada vida moderna, quiero reflexionar sobre la importancia de nuestras palabras, su autenticidad y la manera en que nos comunicamos, especialmente cuando se trata de nuestra relación con lo divino, pues siento que estas reflexiones son cruciales para nutrir nuestra conexión con Dios de forma genuina.

¿Alguna vez te has detenido a pensar por qué decimos lo que decimos? ¿Tiene relevancia el lenguaje que empleamos al comunicar pensamientos profundos? ¿Y qué pasa con la velocidad y el tono que utilizamos? ¡Pues sí, todo esto tiene un gran impacto!

Es evidente que existe una manera superior de comunicar la importancia de nuestros mensajes y hacer claro que la persona a la que nos dirigimos es significativa para nosotros. El modo en que nos expresamos refleja nuestro compromiso y amor hacia esa persona. Así ocurre en nuestra comunicación con lo divino, en la oración.

Para reflexionar juntos: ¿Recuerdas el propósito detrás de bendecir la mesa? ¿A quién te diriges y por qué lo haces? Esas frases cotidianas que a menudo recitamos de manera automática, como pasa también con la oración del Ángelus o la señal de la Cruz al entrar en misa, … ¿Qué valor real tienen para nosotros? A veces, estas palabras se vuelven rutina y las decimos sin siquiera pensar, yendo demasiado rápido como para considerar su significado.

Aquí surge mi pregunta: ¿Tiene sentido esta forma de oración? Si la oración es un puente comunicativo con una entidad divina, con Dios, la Virgen o los santos, una manera de expresar nuestro amor, preocupación y solicitudes, ¿tiene sentido que nos comuniquemos de manera vacía, mecánica y superficial?

Creo que tenemos que redescubrir las jaculatorias, esos diálogos naturales con lo divino a lo largo del día. Es esencial otorgar significado a esas frases comunes o a las oraciones habituales en contextos repetidos, como las oraciones de la misa. Debemos sumergirnos en ellas y comprender su intención. Nuestra actitud, incluso la posición de nuestro cuerpo, debe reflejar la seriedad de nuestro corazón cuando nos dirigimos a Dios.

No se trata solo de decir palabras, sino de establecer una conexión genuina. Dios no busca perfección, pero anhela amor y autenticidad. 

Él hace su parte; nosotros debemos poner amor y compromiso. Así que, a partir de ahora, te invito a tomarte tu tiempo en la oración. Reza el Ángelus con calma, saborea cada palabra del Ave María, y mantén una atención plena en la misa. Si la distracción llega (niños, ruido o pensamientos vagantes), vuelve a enfocarte. Dios entiende y suple.

¿Quieres una sugerencia para un examen espiritual? Pídele a alguien que te pregunte sobre los detalles de la misa. Así, estarás atento y comprometido. Graba y escucha tu rosario, y si es breve, examina la profundidad de tus palabras y reflexiones. O cronométralo, que si dura menos de 15 minutos hay que hacer cambios...

Por último, observa tus pensamientos mientras te acercas a la Eucaristía. ¿Es tu cuerpo en movimiento o tu alma en ansia? Prepárate con conciencia y desde tu poquedad ante el Cuerpo de Cristo. Es el amor el que debe guiar este encuentro.

Encomiendo tus pasos hacia una comunicación más auténtica y profunda con un Dios que es Padre. Que Dios te bendiga. 🙏🌟❤️





13 junio 2023

Amor por la Eucaristía

Al grano...

El sacerdote en la misa empieza besando el altar porque representa a Cristo y en ese lugar vendrá en la consagración. Se da golpes en el pecho, donde el corazón, para despertarse del pecado (y nosotros también), grita tres veces “Señor ten piedad” como el ciego de Bartimeo, y nosotros con él. Luego, se lava las manos pidiendo a Dios que lave sus culpas y purifique su pecado.

En el Santo acuden todos los santos del cielo y las cortes celestiales a ponerse al pie del altar donde Dios se hace un simple pan sin sal, ni levadura, insípido y vulnerable. Gritamos “Hosanna en el Cielo” junto a toda la creación.

En la consagración el sacerdote se arrodilla ante el misterio eucarístico, se toca la campanilla para que todos presten atención a ese gran momento y, todo el pueblo que pueda, debe de ponerse de rodillas mirando fijamente el cielo en la tierra elevado en las manos del sacerdote.

En la comunión se nos recuerda que es “el cuerpo de Cristo” y decimos “Amen”, es decir, “así sea”, pues somos conscientes de que este pan no es un símbolo, sino el mismo cuerpo de Dios creador y redentor que nos abre las puertas al cielo con una alianza siempre nueva y renovada, que nunca ha sido anulada a pesar de nuestro rechazo y nuestra indignidad.

Ese pan lo recibimos de las manos del sacerdote, no lo cogemos. Es importante este detalle porque refleja nuestra gratitud y respeto ante un bien tan grande e inmerecido como misterioso. Pretender "cogerlo" es querer, en realidad, o bien simplificar y rebajar su valor o bien pretender estar a su altura. Vamos, psicológicamente no queda muy lejos de la actitud que estaba detrás de sospecha de Adán y Eva.  Así que "recibir" el cuerpo de Cristo es un acto de aceptación de amor que reconoce nuestro lugar indigno, "cogerlo", por otro lado, expresa un pretendido derecho a recibir el amor de Dios porque así lo queremos.

Al igual que al sordomudo Jesús le sanó tocándole la lengua, Cristo nos sana tocando la nuestra. Jamás el sordomudo le habría forzado la mano a Jesús para que le tocara la lengua. Esa gracia es para ser recibida, no exigida.

La eucaristía es “carne de perdón” y, como el perdón, no se puede forzar, sino que se nos tiene que entregar voluntariamente. Si alguien no te perdona, no se le puede obligar a ello sin desvirtuar ese amor necesitado.

Invito a leer despacio la secuencia del Cuerpo y Sangre de Cristo leída este domingo 11 de junio de 2023*. Su segunda parte es impactante, una auténtica catequesis, pero sólo recuerdo que dice que la eucaristía "es muerte para los malos, y vida para los buenos;  mira cómo un mismo alimento produce efectos tan diversos." Jesús eucaristía se queda bien callado, pero no por eso es algo beneficioso, todo dependerá de la pureza de nuestras intenciones, nuestro estado de pecado, nuestra actitud al comulgar, etc. No es para tomárselo a la la ligera.

Volviendo a la adoración que le damos y la preparación de la misa que muchos olvidan en la comunión...

En cuatro ocasiones se eleva la patena y el cáliz: en el ofertorio, en la consagración, al final de la plegaría eucarística en el “Por Cristo, con Él y en Él” (doxología) donde confirmamos nuestra promesa al Señor de ser suyos con un Amen de los más importantes de la toda la santa misa (por eso es el Amen que, por su solemnidad, más se canta). Finalmente, en la proclamación “Éste es el cordero de Diosse vuelve a levantar, preparándonos ya para recibirle mirándole elevado y en adoración.

En la misa estamos continuamente preparando nuestro interior para recibir al Dios que sana nuestro corazón pecador viniendo Él a nosotros. Pero es triste y contradictorio que en la comunión luego todo desaparezca para muchas personas y lo muchos lo cojan como si de una cosa más se tratara.

Y si unos pocos pueden llegar a mirar concienzudamente que no queden partículas en las manos, llevan las manos limpias, en posición de trono bien elevado y comulgan con la máxima piadosidad exigida por el magisterio en esa segunda posibilidad que ahora comentaré, la grandísima mayoría no cuida en absoluto ese momento. 

Con todo lo recogido aquí y que trata de reconocerle a Dios su lugar divino, deberíamos entender por qué ningún santo ha recibido la comunión en la mano ni de pie, por eso deberíamos entender por qué ha sido así unos 2000 años, porqué, siempre que un vidente ha recibido la Eucaristía por un ángel (como en Fátima), lo han hecho de rodillas y en la boca. Por eso es el primero y auténtico modo para recibir la comunión y el segundo, sería bueno saber que no solo fue desaconsejado permanentemente por los Papas, sino que fue tolerado por medio de un indulto que se otorgó a quienes desobedecieron de modo frontal a la autoridad papal, para que muchos no se vieran en pecado de desobediencia. Tanto Juan Pablo II, como Benedicto XVI lucharon por volver a la comunión en la boca y de rodillas, pero ya muchos lo ven como un derecho, y si ahora se cuestiona el sacerdocio del varón, y el matrimonio, ...como para lidiar con la comunión en la mano.

Aquí la cuestión es muy sencilla, en realidad. Nos ponemos de rodillas cuando aceptamos que lo que tenemos delante es algo que merece la pena por encima de todo lo demás. Si fuéramos conscientes de la divinidad de la Eucaristía, iríamos andando de rodillas hacia la comunión. Y, si no lo entendemos, es que tenemos un corazón repleto de "sentimientos de derechos de igualdad", olvidando que, como criaturas, estamos más cerca de la nada que de Dios y que es por él por quien podemos limpiarnos y estar en su eterna presencia. La arrogancia que hoy nos invade como un cáncer silencioso, nos hace pensar que podemos estar cara a cara con Dios y exigir una eucaristía como si de un derecho se tratara o como si fuera una cosa más que hacemos ante Dios. Hemos perdido el amor y la devoción por lo más sagrado que nutría el temor de Dios. 

Creo que la solución es aumentar la frecuencia de la adoración eucarística. Porque Dios no está en todas partes como lo está en la eucaristía. En el aire hay agua, pero no puedo beberla, así que volvamos a los sagrarios para pedir a Dios sanar los males que nos alejan de él, pues esos son los que causan todos los demás males.


PD. No me venga nadie con que los apóstoles lo tomaron en mano, porque primero eran sacerdotes y segundo la Iglesia ha comprendido y evolucionado mucho por la acción del Espíritu Santo y ya no tenemos tres años en la fe; podemos darnos por confirmados, si aceptamos los cambios que la humildad nos propone.


https://www.ewtn.com/es/catolicismo/devociones/corpus-christi-el-santisimo-cuerpo-y-sangre-de-cristo-14693