25 mayo 2025

¿Cómo recibimos a Dios? La comunión en la boca y de rodillas

En los últimos días se ha reavivado, una vez más, la discusión sobre la forma de recibir la comunión. Todo empezó con unas declaraciones del arzobispo Bruno Forte, quien en una homilía reprendió públicamente a fieles que deseaban comulgar en la boca, exigiendo que lo hicieran en la mano. En su argumentación citó el verbo griego lambano —“tomar en la mano”—, y defendió que esa era la forma más adecuada, acusando de orgullo y desobediencia a quienes preferían recibir al Señor de rodillas y en la boca.

Esto no es nuevo. Lo que sorprende no es la confusión, sino que todavía haya quienes nieguen la realidad: la comunión en la mano es un indulto concedido desde 1969, como medida pastoral ante presiones concretas en algunos países, y no es la norma universal. Fue permitida —nunca promovida— por san Pablo VI, quien más tarde lamentó profundamente haberlo hecho, como dejó claro en sus comunicaciones a la Congregación para el Culto Divino en 1977 y 1978. Pero su edad avanzada y la falta de respuesta por parte de ciertos obispos impidieron que se revocara.

Lo más preocupante no es la existencia del indulto, sino la pérdida del sentido de lo sagrado que este gesto ha traído consigo. En lugar de mirar a los santos, a la liturgia tradicional, al magisterio firme de los papas, muchos se acogen al argumento de “yo también tengo derecho” o "lo importante es la actitud interior" para legitimar una práctica que, en la mayoría de los casos, va acompañada de distracción, ligereza y falta de adoración.

No es una cuestión de gustos

Algunos alegan que la comunión en la mano puede hacerse con devoción y respeto, igual que en la boca. Pero esta comparación olvida que no estamos hablando de algo simbólico ni funcional. Estamos hablando del Cuerpo real de Jesucristo. No es alimento común, ni es asunto de gustos personales.

Comparar la forma de comulgar con los modales en la mesa —como decir que uno puede “alimentarse igual en chándal o con traje”— es no entender la diferencia esencial entre lo cotidiano y lo sagrado. Si uno se pone de rodillas en la adoración o en la consagración, ¿por qué se levanta y alarga la mano como si fuera a tomar un objeto cualquiera? ¿Qué sentido tiene mostrar reverencia al mirar, pero no al recibir?

Como decía Benedicto XVI: “Nadie tiene derecho a tratar lo sagrado como si fuera suyo”. Y es que la reverencia no nace solo de la disposición interior: se forma, se educa y se expresa también en los gestos. Por eso el gesto forma el alma. No es un mero envoltorio; es una escuela del corazón.

"Tomad y comed"… ¿significa cogerlo con las manos?

Otro argumento repetido es que Jesús dijo “tomad y comed”, y que eso justificaría recibir la comunión en la mano. Pero aquí hay dos cosas importantes que matizar.

Primero, Jesús habla a los Apóstoles. No a la muchedumbre. No a cualquiera. Aquellos hombres, elegidos para el sacerdocio, participan de un modo especial en la entrega del sacrificio. Segundo, ese “tomad” no puede entenderse en clave de autoservicio. El Cuerpo de Cristo no se “coge” como si fuera un objeto: se recibe. La Iglesia ha mantenido siempre este principio: el pan de los ángeles nos es dado, no lo tomamos como si tuviéramos algún derecho a él. No es un gesto menor. Es una confesión de fe.

Hoy muchos comulgan de pie, en la mano, frente a frente con el sacerdote, como si estuvieran en igualdad de condiciones con Cristo. Como si fueran “compañeros” de mesa. Pero esto es un drama. No solo litúrgico, sino espiritual. Esa postura psicológica de "colegueo" —la del “yo tengo derecho”, la del “estamos a la misma altura”— es una trampa de soberbia. Nos aleja de la conciencia profunda de nuestra indignidad, de la majestad del misterio y de la necesidad de adoración.

Recordemos que el hombre está mucho más cerca de la nada que de Dios. Y si Dios se nos entrega, no es porque lo merezcamos, sino porque nos ama. Por eso mismo, cuanto más consciente se es del misterio, más reverente es la actitud. Por eso los santos, sin excepción, han recibido al Señor con temor y temblor, de rodillas y en la boca.

¿Qué dice la Iglesia hoy?

Aunque no se diga en muchos púlpitos, la doctrina es clara. La instrucción Redemptionis Sacramentum, n. 92, establece sin ambigüedad:

“Cada fiel tiene siempre derecho a recibir la sagrada comunión en la boca. Donde esté permitido, el fiel también puede recibirla en la mano, siempre con reverencia y según las normas establecidas.”

No son formas equivalentes. No son opciones al gusto. El derecho a comulgar en la boca es universal y prioritario. La comunión en la mano es una concesión pastoral excepcional. Y no por eso inválida, pero sí claramente inferior en simbolismo, seguridad, historia, tradición, y fruto espiritual.

La comunión en la boca no es un capricho

Defender la comunión en la boca no es nostalgia, ni fariseísmo, ni tradicionalismo cerrado. Es fidelidad y devoción. Es amar la liturgia como la Iglesia nos la ha transmitido. Es reconocer que la forma exterior influye en la fe interior, y que no hay crecimiento espiritual donde se banaliza el gesto. Es responder con humildad: no soy digno, Señor, de que entres en mi casa… y por eso me arrodillo, y abro mi boca, como un pobre que recibe lo que no puede merecer.

No juzgo a quienes comulgan en la mano. Pero no puedo dejar de decir que necesitamos volver a la humildad, a la adoración, al silencio, a la belleza de una liturgia que exprese lo que creemos: que Jesús está presente, vivo, glorioso, real, en ese pedacito de pan consagrado.

Y si eso es verdad —y lo es—, entonces el modo de recibirlo no es un detalle… sino un acto de fe.

Paz y bien


08 mayo 2025

La revolución de la IA ya está aquí: ¿vemos el reto para la educación?

Duolingo ha despedido al 10 % de sus traductores y creadores de contenido, reemplazándolos por inteligencia artificial capaz de generar traducciones en más de 100 idiomas y el CEO de Shopify, Tobi Lütke, ha declarado que el uso de la IA es ahora un requisito esencial para todos los empleados.

Hay que entender que estas decisiones empresariales no son aisladas y van en aumento, reflejando ya una tendencia global y creciente. El propio Fondo Monetario Internacional estima que la IA afectará al 40 % de los empleos en todo el mundo, reemplazando algunos y complementando otros y, en los países desarrollados, esta cifra asciende al 60 % según el Business Insider o el IMF.


En educación, sin embargo, seguimos rezagados y con la típica mirada en el pasado. La integración de la IA en los procesos educativos no puede limitarse al uso de herramientas como Office 2016, el manejo de Scratch e incluso un superficial uso de los chatbots como ChatGPT en las clases de tecnología.


Estamos ante una transformación profunda que muchísimos no ven y tachan de un momento pasajero de una nueva tecnología, pero no es así.


Aunque no todos.... Este pasado abril de 2025, el presidente Donald Trump firmó la orden ejecutiva "Advancing Artificial Intelligence Education for American Youth", estableciendo la integración obligatoria y transversal de la IA en el currículo de educación básica y secundaria (K-12) en Estados Unidos. Corea del Sur ha implementado plataformas como QANDA, que utilizan IA para personalizar el aprendizaje y mejorar el rendimiento académico, mientras que Finlandia ha desarrollado el "Finnish AI Education Ecosystem", un sistema que adapta el contenido educativo a las necesidades individuales de cada alumno a través de algoritmos avanzados. Estos países no están esperando a que la IA se asiente; están formando a sus estudiantes para dominarla.


La IA es comparable a lo que fue con la llegada de internet o las redes sociales, una revolución en la que la educación se quedó al margen y que ha traído sus claras consecuencias negativas. No podemos permitirnos perder este tren de la IA porque hay que entender que no es una tecnología o una herramienta, ni mucho menos es algo opcional en educación. La IA es una nueva infraestructura que está modificando procesos, sistemas, metodologías y, por supuesto economía y empleo. La IA empleada por los centros de investigación médica no es un simple GPT de ChatGPT (si no sabes la diferencias, necesitas mi curso), está en otro nivel y tenemos que formar en ello o poner las bases para que nuestros alumnos puedan recorrer ese camino sin sentirse como mi madre usando un ratón o apagando su ordenador (perdón mamá😉)


No me gustan los organismos supra nacionales que ni voto ni me preguntan nunca, pero incluso el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo advierte que la IA puede ampliar las desigualdades si no se invierte en capacidades educativas y digitales: "La mayor división en el futuro no será entre las personas y la IA, sino entre quienes pueden aprovecharla y quienes no", un mantra que escucho casi a diario.


Es imperativo que los docentes se formen en IA, no solo para utilizarla personalmente, sino para enseñar a los alumnos a convivir con ella de manera ética y responsable.


Del mismo modo que un obrero puede no usar Instagram, pero debe conocerlo si quiere comprender el mundo de su hijo, los educadores no pueden quedarse al margen de esta revolución tecnológica. Los equipos directivos de colegios deben liderar esta transformación, impulsando programas de capacitación y fomentando una cultura de innovación con implementación, es decir, no será suficiente un cursillo de IA, sino una integración que modifique la docencia en los contenidos, la evaluación, las metodologías, etc.


La IA no es una amenaza, sino una oportunidad para enriquecer el proceso educativo y actualizarlo (que falta le hace en ciertos aspectos) y preparar a nuestros alumnos para el mundo que les espera.


¿Estaremos a la altura para esta transformación?


Si quieres empezar:




08 marzo 2025

¿En la frente o en la cabeza? Cómo, cuándo y por qué...

De todas las veces que he recibido las cenizas en el "Miércoles de cenizas" este año ha sido la primera vez que las recibí en la frente. Siempre me ha parecido una forma más visible de dar testimonio de este día y también una forma de recordarme a mí mismo, a lo largo del día, mi llamada personal a la conversión, para renovar en mí el deseo de caminar hacia la Pascua, dejando atrás el Diego viejo y buscando el que Dios puede y desea renovar.

Hoy, sin embargo, me alcanza un post en el que se critica la imposición de las cenizas en la frente, "acusando" en parte una falta litúrgica y cierta ostentación de una penitencia desagradable a Dios. Enseguida surgieron en mí dudas: "¿lo estaré haciendo mal?" Así que, tras una buena investigación, voy a compartir ciertas aclaraciones al respecto.

La Iglesia, en su tradición milenaria, no obliga ni prohíbe una forma u otra de imponer las cenizas. Lo fundamental es que se realice con un espíritu de humildad y conversión. Tanto recibirlas en la frente como en la cabeza son prácticas legítimas, siempre y cuando las cenizas provengan de la quema de los ramos bendecidos y hayan sido debidamente bendecidas. No se trata de un ritual en el que se deba buscar la ostentación, sino de un signo que nos invita a recordar nuestra fragilidad y la necesidad de cambio interior.

Pero para ir por partes, os cuento la historia de las cenizas, porque así se comprenderá mejor cómo la Iglesia ha evolucionado al respecto. En los primeros siglos del cristianismo, la práctica de cubrirse con cenizas estaba reservada para los pecadores públicos, quienes, en señal de arrepentimiento, se cubrían la cabeza y vestían cilicio. Esta costumbre, inspirada en las tradiciones del Antiguo Testamento, fue poco a poco imitada por la comunidad entera, pasando de ser un signo exclusivo de penitencia severa a un rito de iniciación para toda la Cuaresma.

Durante la Edad Media, el rito se fue formalizando: ya en el siglo XI se adoptó el primer formulario litúrgico para la imposición de cenizas, consolidándose en el Concilio de Benevento de 1091, convocado por el Papa Urbano II. Con el tiempo, tanto clérigos como laicos comenzaron a recibir la ceniza, marcando con ella el inicio de un camino de conversión. Tras la Reforma litúrgica del Concilio de Trento en el siglo XVI, la práctica se mantuvo en toda la cristiandad occidental y, más tarde, en el Concilio Vaticano II se reafirmó el valor espiritual del rito, sin imponer una única forma de ejecución. Es en este contexto que se incorporó la posibilidad de utilizar agua bendita –e incluso aceite crismal– para suavizar y facilitar la imposición, generando variantes regionales. En algunos países europeos es habitual que la ceniza se esparza sobre la cabeza, mientras que en América Latina se ha popularizado la formación de una cruz en la frente. Estas diferencias, documentadas en diversas fuentes oficiales, evidencian la riqueza y adaptabilidad del rito a distintas culturas, sin que ello modifique su sentido esencial.

Entonces, ¿podemos recibir las cenizas en la frente? ¿Podemos dejarnos la marca?
Sí, es posible. Nada impide recibirlas en la frente ni conservar la señal como testimonio visible. Lo importante es que las cenizas se hayan formado correctamente, es decir, que sean producto de la quema de ramos bendecidos y que hayan sido debidamente bendecidas litúrgicamente. Asimismo, la actitud que acompaña el gesto debe ser siempre de humildad y sincera conversión. La marca en la frente, cuando se adopta como un recordatorio personal y comunitario del llamado a la penitencia, no entra en conflicto con el espíritu del rito. Más bien, es una forma de exteriorizar el compromiso de transformar el corazón, sin que ello signifique una ostentación vana.

Una vez más, la Iglesia tiene un recorrido y un sentido que van más allá de lo que nuestra intuición inmediata nos puede ofrecer sobre estas prácticas milenarias. Creo que debemos proponernos ser más obedientes y sencillos en cuanto a los gestos exteriores, y juzgar menos los aspectos internos vinculados a ellos. El mundo está tan mal que cualquier testimonio de amor a Dios, arrepentimiento u oración debería ser visto como un testimonio casi martirial, en lugar de considerarse un posible acto de vanagloria y ostentación. Necesitamos testimonios fuertes y profundos, porque ya no estamos dando muestras a quienes no conocen a Dios, sino a quienes le rechazan. No confundamos, pues, el valor del testimonio antiguo y actual, ya que el contexto les confiere un significado completamente distinto. Como el corazón solo lo conoce Dios, dejémosle a Él ese juicio y trabajemos más en nuestro interior.

Paz y bien

Fuentes: